Naturaleza y Hombre, como si de dos canteros se tratara, labraron sin descanso la pizarra en El Muyo hasta convertir el lugar en lo que es hoy: el pueblo negro por excelencia. El afloramiento natural de la roca ha dado a las calles su característico color. Pero el negro no solo domina las irregulares calzadas sino también la mayoría de las casas del lugar. Siguiendo la lógica, el Hombre utilizó el material de construcción que la Naturaleza regalaba y, así, el color nacido de la tierra ganó altura y se expandió, consiguiendo envolver todo el conjunto arquitectónico.
El negro es, pues, el color de El Muyo. Allí se pisan negras pizarras, las manos tocan negros muros y, al alzar la vista, se aprecian negras cubiertas. Tan excepcional pueblo merece una mirada pausada, en busca de los detalles de su singular diseño, descubriendo los corrales delanteros a las casas con tapia baja, los hornos salientes, las aristas redondeadas de las casas o las viejas chimeneas revestidas de lajas de pizarra…

Como en todos los pueblos del entorno, la sangría poblacional acaecida en la segunda mitad del siglo XX amenazó con segar la vida de El Muyo, en cuyo caserío resistió el signo de los tiempos una familia, los Romero, dedicada a labores agrícolas y ganaderas. Hoy la tempestad ha amainado. Ya no se teme por la pervivencia del pueblo, pues la calma de lunes a viernes se ve rota cada fin de semana, cuando se presentan un buen número de quienes allí poseen casa, dispuestos a descansar de su trabajo en la ciudad. Y aparece también por el horizonte una nube de visitantes, deseosos de conocer el famoso pueblo negro. Aunque pueda parecer mentira, este caminante vio llegar, una soleada mañana del invierno de 2019, un autobús de la empresa ‘Vicente Jiménez’; paró a la entrada de El Muyo y comenzaron a bajar sus ocupantes, todos de rasgos orientales. El caminante quiso satisfacer su duda, y acercándose al conductor del vehículo le preguntó la procedencia de su clientela. “¡Son chinos!”, exclamó. “Han visto este pueblo en Internet y querían venir aquí”, agregó el chofer, mientras el grupo de turistas comenzaba a diseminarse por el pueblo, tomando fotos de cuanto veían.
Aunque con un patrón de poblamiento muy diferente al tradicional que imperó desde su origen hasta el ecuador de la pasada centuria, El Muyo tiene futuro. Es lugar de segunda residencia y, al tiempo, es destino turístico predilecto en la Sierra de Ayllón. Paco Pérez Vizcaíno no tiene duda de que “este pueblo va a más”. Ofrece datos al respecto. “En la década que yo llevo aquí con casa se han rehabilitado unas cuantas viviendas; solamente en el último año puedo contar tres”, dice.
En el nuevo impulso dado a este pueblo de montaña ha tenido algo que ver –y no poco- la Asociación Cultural de El Muyo, constituida en los años 90 y en la actualidad con alrededor de un centenar de socios, en su mayoría naturales del lugar y descendientes de quienes emigraron. “Hacemos muchas cosas por el pueblo –asegura Pérez Vizcaíno-; si a uno se le ocurre algo y la idea gusta, ¡manos a la obra!, y acaba saliendo adelante”.
Pero no se queden ustedes ahí, pasen y vean El Muyo.

En honor de San Cornelio y San Cipriano
La iglesia parroquial, dedicada a los mártires romanos San Cornelio y San Cipriano, es un edificio del siglo XVI, si bien todo apunta a que fue levantada sobre un templo anterior. Se accede a ella a través de un arco de medio punto protegido por un pequeño porche. Ya en el interior llama primero la atención el gran arco triunfal apuntado sobre columnas de capiteles lisos, testigo de la primitiva iglesia románica. La cabecera del edificio está cubierta por una cúpula barroca de media naranja sobre pechinas. Y en el ábside central se sitúa el retablo mayor, de estilo barroco tardío, completamente dorado. ¡Solo Dios sabe cuántas oraciones habrán escuchado las viejas paredes de San Cornelio y San Cipriano!.
La cruz de Las Edades del Hombre
Es posible que quienes visiten por primera vez la iglesia de San Cornelio y San Cipriano recuerden haber visto antes la cruz procesional que preside el altar mayor. No se equivocan. Esa bellísima cruz de plata fue la imagen promocional de la exposición ‘El Árbol de la Vida’, organizada por la Fundación ‘Las Edades del Hombre’ en la Catedral de Segovia, en 2003. Se trata de una cruz de las llamadas ‘de gajos’, por la forma en la que sus dos brazos imitan a troncos de árbol con las ramas cortadas. Una preciosidad que justifica un viaje hasta El Muyo.

La unión hace la fuerza
Con idéntica filosofía a la de las tradicionales hacenderas en las que, a inicios de la primavera, los vecinos de El Muyo dedicaban un día a realizar obras y servicios de interés común, como podían ser el arreglo de caminos o la limpieza de ríos, quienes ahora poseen casa allí se han esmerado en los últimos años en adecentar el pueblo. Han reconstruido el pilón situado a la entrada del lugar, restaurado la derruida fragua, arreglado varias fuentes… y ahora se han puesto como objetivo acondicionar la vieja cacera que pasaba por el centro de las calles del pueblo, para que el agua vuelva a correr. Además de los residentes, en este renacimiento de El Muyo también han colaborado las administraciones públicas y la Iglesia, financiando actuaciones como la rehabilitación del antiguo Ayuntamiento y escuela, hoy convertido en teleclub, o el retejo de la iglesia de San Cornelio y San Cipriano. Poco a poco, El Muyo avanza.

El subsuelo de El Muyo guarda tesoros
Esconde oro y plata, además de otros minerales valiosos como el amianto o el grafito. Tal riqueza minera fue explotada desde muy antiguo, habiendo incluso noticias de que el grafito extraído se utilizó para la fabricación de lapiceros rudos de carpintero, una producción que decayó a mediados del siglo XIX cuando comenzó a generalizarse la importación de lápices extranjeros de mayor calidad. El mayor apogeo de la industria minera en toda la comarca de Riaza tuvo lugar en el último cuarto del siglo XIX. Fue un esplendor efímero, por la inexistencia en el entorno de una estación de ferrocarril para transportar el mineral a su destino. Hoy quedan como mudos testigos de aquellas explotaciones mineras numerosas escombreras que, lejos de molestar a la vista, decoran el paisaje como puntos de singular colorido.
Costumbres perdidas por la despoblación
Pedro Romero, el más viejo de El Muyo, echa una mirada atrás y recuerda un puñado de tradiciones desaparecidas hace ya muchos años, “cuando se empezaron a marchar todos a Madrid”. Habla de ‘la vaquilla de Carnaval’, de la limonada típica de Semana Santa o del árbol ‘mayo’ que se colocaba al comenzar ese mes. E incluso de la tradición que tenían los mozos del pueblo de tirarse toda la noche del 1 de noviembre, festividad de Todos los Santos, tocando las campanas de la iglesia (“los clamores que decían”, explica). Todo aquello acabó. Sin jóvenes que dieran continuidad a tales usos, sucumbió una forma de vida.

Una caminata por la sierra
El Muyo es pueblo serrano, y ello brinda a quien guste caminar por el campo un amplio abanico de rutas, entre las que quizá la más conocida sea la que lleve hasta el Puerto de los Infantes, ya nombrado por el rey Alfonso XI en su Libro de la Montería, escrito en el siglo XIV. El andariego deseoso de alcanzar tal cumbre debe partir de El Muyo, saliendo del pueblo por el extremo opuesto al de entrada de vehículos, en dirección sur. Desciende primero levemente hasta el arroyo de la Dehesa, que ha de cruzar por un puente. Inicia luego la ascensión, hasta encontrar el cruce con el camino de Serracín, y continúa de frente, bajando a continuación en busca del arroyo de la Hoz. Allí, un regalo de la naturaleza, escondido por la vegetación: la cascada formada por el arroyo de la Hoz al toparse con la firme Peña del Batán. La parada resulta obligada, para deleitarse y, al mismo tiempo, descansar. Queda lo más duro, la última subida hasta el Puerto de los Infantes (1.484 metros). Y, si las fuerzas no han abandonado al andariego, seguir ascendiendo todavía más, hasta Cabeza Chica (1.565) y Cabeza Grande (1.598).

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Extraido del libro:
Del Color de la Tierra (2019)
Un recorrido por los pueblos rojos, negros y amarillos de la Sierra de Ayllón segoviana
Coeditado: Librería Cervantes y Enrique del Barrio
https://libreria-cervantes.com/libro/del-color-de-la-tierra_27206
https://enriquedelbarrio.es/tienda/libros/del-color-de-la-tierra-un-recorrido-por-los-pueblos-de-la-sierra-de-ayllon/
