En el extremo suroccidental de la Comunidad de Villa y Tierra de Sepúlveda, haciendo límite con la Tierra de Pedraza, y con la de Cuéllar, se encuentra Cabezuela. Su paisaje lo dominan extensas masas de pino resinero, que compiten con los antiguos montes de encinas y robles. En la parte septentrional, en el límite del término que dibuja el curso del río Cega, predominan las arboledas de chopos y álamos. En sus riberas anida la escasa cigüeña negra, así como algunas parejas de patos y garzas.
La localidad debió nacer con los asentamientos facilitados tras la reconquista. El pueblo surgió junto a dos arroyos que hasta mediados del siglo pasado eran evidentes. El Guadiana cruzaba por el centro del casco urbano de Norte a Sur hasta desembocar en el hoy conocido como Arroyo. Aún quedan nombres de calles y plazas, y recuerdos como reminiscencias de aquel curso de agua en cuyos bordes debieron asentarse los primeros pobladores.
El nombre de Cabezuela hace honor a la forma redondeada y elevada de la zona donde se encuentra. En 1247 primera referencia escrita conservada, se llamaba La Cabezuela, y a partir del siglo XV ya aparece sin el artículo. En 1629 el pueblo recibe una ejecutoria del Real Concejo de la Mesta: había ocupado la cañada real que cruza el término. En el año 1755 logra, de manos de Fernando VI, la independencia de Sepúlveda y se constituye como villa.
En las proximidades de lo que hoy es el pueblo existieron otros núcleos hoy ya desaparecidos, como Aldigüelas, El Carpio, Frades, que fue un castro, o Guerreros, donde se han encontrado restos de asentamientos de la época final del imperio romano y comienzo de la era visigoda, entre los siglos V y VI.
Los vecinos de Cabezuela han sabido mantener el folclore y la cultura tradicionales de la mano de los diversos grupos de danzas y paloteos que se han ido sucediendo con el tiempo. Con ellos siempre han existido afamados músicos, tanto dulzaineros como tamborileros, como Alejandro Lobo ‘Mosca’, Mariano Lobo ‘Santero’ o los contemporáneos Fernando Calvo, José San Frutos, Iván Sanz, los hermanos Pastor, o Sara Lobo. Casi todos los vecinos han pasado en algún momento por alguno de estos grupos. Uno de los elementos que recuerda esta relevancia es la pervivencia de la Jota de Cabezuela, o los bailes que se representan en cada celebración festiva.
En este contexto de celebraciones cabe destacar las del 14 de septiembre en honor a la Exaltación de la Cruz, aunque hace siglos tenían lugar las fiestas patronales el 15 de agosto en honor a la Asunción. También se celebra la Octava del Señor o del Corpus, que tiene su continuidad el lunes siguiente a ese fin de semana. El sonido de chiscar la tralla por parte de los quintos acompaña a las celebraciones de septiembre.

Retablo manierista en la iglesia
La iglesia parroquial, de Nuestra Señora de la Asunción, construida en el siglo XVI en estilo renacentista tiene sus ventanales al solano. En el interior conserva un retablo clasicista dedicado a la Inmaculada. Alberga pinturas de dos grandes maestros segovianos del siglo XVI: Diego de Aguilar (San Pedro y San Pablo) y Alonso Herrera (San Benito, San Roque y San Antón). Del primero es también el lienzo de la Natividad. Además conserva varias piezas de plata de diferentes épocas. Destaca la cruz procesional ejecutada en Segovia en el primer tercio del XVI y un cáliz hecho en Ávila en 1597. En la parte exterior de la iglesia se conservan algunas trazas mudéjares y también pudo verse hasta hace pocos años, la puerta de los catecúmenos, por donde accedían al templo quienes no estaban bautizados.

Cristo nazareno que une a toda una estirpe
Entre las numerosas imágenes que alberga la iglesia se encuentra un Nazareno que fue adquirido a mediados del siglo XX por Francisca Sanz, empresaria, viuda de Doroteo San Frutos y devota del Cristo de Medinaceli. La cedió a la parroquia y desde entonces todos sus descendientes, que alcanza ya la quinta generación, celebran la festividad el primer viernes y sábado de marzo, reuniéndose ese día. Para ello, y aunque coincide con Cuaresma, la parroquia concede bula para poder comer el tradicional cordero asado, producto gastronómico propio de las reuniones familiares.
Pila bautismal del siglo XII
Otro elemento destacado del templo es la pila bautismal del siglo XII, decorada con gallones y cabezas humanas inscritas en arquillos de medio punto. Aparte de su función para el sacramento del bautismo, en ella se deposita cada Sábado Santo agua que el párroco bendice para que los fieles la recojan con el fin de esparcirla por las paredes de sus viviendas. Se trata de una de las peculiaridades de la Semana Santa en Cabezuela. Por encima de la pila, una pequeña ventana permite que se forme la conjunción solar con el altar cada 15 de agosto, fiesta patronal.

De lavaderos a monumento
Los lavaderos, antiguo lugar donde se lavaba la ropa y la lana, se han convertido en un monumento de recuerdo a aquellos tiempos en los que las viviendas no contaban con agua corriente. Junto a este edificio, hoy restaurado y cerrado con verjas, discurría el Arroyo, al que vertía el agua ya enjabonado tras los lavados. En su interior se aprecian las distintas pilas separadas por esclusas o compuertas de regulación del caudal por las que había que ir pasando las prendas, de abajo a arriba del agua, desde el primer enjabonado hasta el aclarado final. Unos carteles con advertencia de multas recuerdan la regulación a que estaba sometido su uso.

Un escudo expuesto al público
Entre los elementos decorativos que tiene el pueblo se encuentra un escudo de piedra colocado en el denominado Parque, al sur del pueblo. Se trata de un elemento que perteneció al antiguo Convento de la Hoz y que se encontraba en franco proceso de expolio. En lugar de esconderlo o utilizarlo para provecho particular, los cabezolanos decidieron colocarlo en lugar público para poder ser contemplado. Una placa de metal recuerda su origen y momento de traslado.

Las barreras
El enclave conocido como Las Barreras, situado a dos kilómetros del centro del pueblo en dirección oriental, representa un espacio emblemático para los vecinos. Además de haber sido durante generaciones un lugar de esparcimiento y de escape para los más jóvenes, comprende uno de los lugares de referencia en la construcción moderna. De este espacio se extraía el barro para la fabricación de ladrillos que, una vez cocidos, supondría el final de la era del adobe. Debido a la extracción durante años se formó una depresión y desniveles que aprovechan aficionados al ciclismo de montaña.
Historia en las calles
Un variado callejero hace referencia a puntos geográficos (Vega Alta, Baja, Arrojo Alto, Bajo, Cotarra, Guadiana…) a oficios (Carreteros, Fragua, Caleras…) o a personajes del pueblo. Entre estos últimos, los que integran el barrio de la Cotarra Nueva. También aquí se encuentra la calle que el Ayuntamiento dedicó en los años 90 a Ana Belén. La cantante y actriz pasó parte de su infancia en el pueblo, donde su abuela ejerció de maestra. Casi dos décadas después, en el año 2013 Ana Belén agradeció el gesto leyendo el pregón de las fiestas patronales.

La Panera, edificio céntrico
La Casa Panera, al igual que el Ayuntamiento, fueron realizados en el siglo XVII. Se encuentra presidiendo la Plaza Mayor o antiguamente denominada Plaza de Oriente. En la actualidad se utiliza como edificio de usos múltiples, tanto para celebraciones colectivas, como para actividades culturales e incluso para bailes en fiestas. Su nombre obedece al uso original que tuvo como almacén de grano para la fabricación de pan. El inmueble ha sido sometido a numerosas reformas a lo largo de los años. En su parte exterior existe una fuente pública a la que da nombre.
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Extraido del libro El Ochavo de Cantalejo. Recorrido visual por un territorio histórico (2022)
Editado: Enrique del Barrio
El Ochavo de Cantalejo. Recorrido visual por un territorio histórico
