Con estas breves letras quisiera rendir homenaje, no solo a D Jesús Cano, sino también a los miles y miles de sacerdotes que a lo largo de todo el mundo construyen de forma silenciosa y humilde la verdadera iglesia católica, esa iglesia de la que me siento orgulloso, esa iglesia cercana a los pobres y necesitados.
Conocí más a fondo a D Jesús en el año 2017, le acababan de nombrar capellán del centro penitenciario de Segovia y en un programa de radio pidió manos que le ayudasen en esa nueva tarea.
Inmediatamente pensé en ese momento que no estaba siendo fácil para mí, la mejor forma de olvidarme de mis preocupaciones era empaparme y asistir en la cárcel a aquellos que sufrían más que yo.
Así empecé a ir al centro penitenciario todos los domingos con D Jesús y conocí en primera persona la entrega en grado superlativo, conocí la generosidad, el consuelo y el verdadero amor al prójimo.
Dios me ha regalado un gran amigo, me ha regalado la posibilidad de conocer de cerca la vida de entrega de un sacerdote diocesano y me ha hecho redescubrir a mi verdadera iglesia católica.
Es normal en la vida de D Jesús no tener ni un solo minuto para su propio descanso, es también normal que su casa muchos días este llena a la hora de comer o de cenar de personas necesitadas, de desamparados que además del consuelo y del cariño, necesitan un plato de comida caliente y un sofá donde descansar.
Es también normal en su vida verle haciendo papeleos y gestiones diversas para cubrir las necesidades materiales y espirituales de cualquier interno del centro penitenciario que se lo pida. Por supuesto es también normal que con su humilde sueldo cubra todo tipo de necesidades de la gente más vulnerable en su parroquia. También le he visto confesar durante horas a los internos de la cárcel ese tipo de confesiones que no solo limpian el alma sino que también consuelan y transmiten confianza.
D Jesús me ha hecho recordar la verdadera iglesia de la que soy miembro, esa iglesia silenciosa, humilde, cercana y que muestra por todos los rincones del mundo la imagen de un Dios que nos salva y que nos quiere, me ha hecho comprender que solo sobre el amor al prójimo se edifican todos los demás mandamientos.
Me gustaría que todos aquellos que critican a la iglesia se pusieran por un solo día en los zapatos de cualquier sacerdote anónimo, que siguieran su ritmo y que contemplasen todo lo que hacen a lo largo del día por y para el prójimo.
Gracias, querido amigo Jesús, gracias, Dios mío por pertenecer a esta iglesia santa y gracias a los miles y miles de sacerdotes que cada día entregan su vida por los demás.