Durante la pasada Nochebuena murió Jesús Garzón Heidt (Suso, para familiares y amigos) a los 77 años, en su pueblo natal de Cantabria, noticia que ha conmocionado a buena parte de nuestra sociedad. Con su partida ha dejado un inmenso legado -todavía por descubrir- a las generaciones venideras, un gran vacío en la comunidad de naturalistas y conservacionistas por ser un referente imprescindible y uno de los pioneros en dar a conocer y defender nuestra naturaleza, con una labor legendaria en España y Europa. Durante estos días han sido muy numerosos los homenajes y publicaciones en los medios de comunicación con testimonios sobre su espectacular trayectoria, en la que se destaca el que hoy existan parques nacionales como Monfragüe, Cabañeros y el de Oyambre, entre otros, así como la recuperación de la trashumancia con todo su significado, para lo que se hizo pastor. Muchas cosas buenas y emotivas también se han dicho sobre su persona y carácter, como su gran capacidad de movilizar conciencias, su espíritu libre, su optimismo y entusiasmo desbordante o su inspiración a la hora de entender la conexión entre el hombre y la tierra. El día de su fallecimiento la UNESCO declaraba la trashumancia como patrimonio inmaterial de la humanidad.
Benigno Varillas, en su muy recomendable artículo del número 188 de la revista Quercus (año 2001) “Suso Garzón, el naturalista legendario”, relata que “con 14 años (Suso Garzón) conoce a Félix Rodríguez de la Fuente y se hace su escudero. A través de Félix conoce a Castroviejo y se convierte en su ayudante de campo. También conoce al profesor Valverde, que le introduce en ámbitos clave del estudio y la conservación. Con 18 años se lanza al mundo con la misión clara de guardián de la España antigua. Nada ni nadie logrará ya apartar de su vocación a este naturalista que recorre incansable los territorios de la gran fauna”.
En los años 60, en los que existía un gran vacío de desconocimiento ambiental y poca conciencia ecológica, tiempos en los que todavía coleaba el horror de las Juntas de Alimañas y en los que se comenzaba a repoblar bosques con eucaliptus, pocos jóvenes encauzaban sus pasos al estudio de la fauna silvestre y los que lo hacían sólo contaban con una mochila llena de entusiasmo. Con apenas 20 años, Jesús Garzón, que había colaborado y ayudado a Félix Rodríguez de la Fuente en sus publicaciones sobre fauna ibérica en revistas como Blanco y Negro y, más tarde, en su enciclopedia faunística, marchó a Extremadura en busca de la fauna amenazada como colaborador del profesor Valverde. Pateaba sus territorios vírgenes, viviendo al aire libre y aprendiendo de las gentes de los pueblos y fincas que todavía no estaban vaciados. Pastores, viejos alimañeros, cazadores, dueños o guardas de fincas, eran verdaderos puntales en el estudio de la fauna. Así encontró una población relicta de lince ibérico en la sierra de Gata publicando uno de los primeros artículos serios sobre el lince (FAUNA, Rodríguez de la Fuente) y encontró nidos de águila imperial en las sierras de San Pedro y Monfragüe gracias a las informaciones que le daban los corcheros.
Mas adelante, Jesús Garzón, que trabajaba para la WWF o la UCIN, recorría otros territorios de la España salvaje buscando y rastreando otras especies que, como el lobo ibérico, el oso pardo, el urogallo, las avutardas y las aves rapaces, también estaban al borde de la extinción, acorraladas tras haber sido perseguidas a muerte por alimañeros y cazadores furtivos que ya habían dado cuenta del exterminio de más de medio millón de animales salvajes. Con todo este trabajo de campo Jesús Garzón pone la primera piedra seria sobre el estudio de las poblaciones silvestres, dando sus primeros datos, datos han permitido a organizaciones conservacionistas y científicas realizar trabajos de recuperación de especies y sus hábitats mientras que se ha ido consolidando la protección legal de algunas de ellas.

La feria Internacional de Ornitología celebrada a finales de febrero en el parque de Monfragüe ha dedicado un acto de homenaje y recuerdo a Jesús Garzón organizado por el colectivo extremeño de fotógrafos de la naturaleza. Intervinieron su mujer, Isabel, amigos y compañeros de avatares, colectivos medioambientales, conservacionistas y políticos, como Pepe Antolín, Marity González, Ángel Rodríguez Martin, José Antonio Palomo Molano, Juan Serna Martin y Carlos de Hita que, con sus intervenciones, conmovieron a un público que abarrotaba la carpa.
Suso llegó a Monfragüe en 1968, tenia 22 años y trabajaba para WWF en el censo del águila imperial. En el documental de TVE2 El Naturalista Fiel, Suso nos relata cómo fue su encuentro con Monfragüe y cómo quedó absolutamente fascinado. Sin embargo, en 1974 este increíble y único paraje extremeño no estaba protegido y, tras un aviso de los guardas, pudo comprobar cómo las maquinas del ICONA empezaban a aterrazar las laderas de los valles donde se juntan el Tiétar y el Tajo, arrasando la vegetación autóctona para plantar eucaliptus a favor de las papeleras, al igual que se venía haciendo en otros parajes, siguiendo la política desarrollista de aquellos años.
Fue el momento en el que abandona su trabajo de naturalista, trasladándose a vivir allí con su familia para iniciar una autentica cruzada con el fin de detener dichos planes. Movilizó a personas, asociaciones ecologistas y conservacionistas, algunas fundadas por él mismo, buscando apoyos también fuera de España, para conseguir fondos y poder arrendar las fincas que estaban en peligro. También luchó por la conservación de las dehesas que coronan el parque y que suministran alimento a la gran población de aves de presa que le habitan.
Mucho fue lo que lucharon y sufrieron Suso y sus colaboradores, hombres y mujeres que trabajaron hasta conseguir que -en 1979- Monfragüe fuera declarado Parque Natural en un Consejo de Gobierno presidido por Adolfo Suárez. En 2003 la UNESCO lo declara Reserva de la Biosfera por ser el bosque mediterráneo con mayor biodiversidad y mejor conservado del mundo. Con su elevada densidad de grandes rapaces es un paraíso para ornitólogos de todas partes, en el que las espectaculares observaciones de pájaros se pueden disfrutar sin molestarlos. Son famosos en el mundo del pajareo los dos nidos de cigüeña negra que se alzan en los roquedos que dan al Tiétar, pudiéndolas ver desde el camino. En el año 2007, alcanzo la máxima protección que se puede otorgar como Parque Nacional.
Juan Serna, consejero de Urbanismo y Medio Ambiente de la Junta de Extremadura (1983-1986), que valoraba la importancia de que personas con sólidos conocimientos en medio ambiente y conservación de la naturaleza pudieran orientar las políticas medioambientales, además de contribuir a la toma de decisiones en estas materias, le propuso el cargo de Director General de Medio Ambiente a un Jesús Garzón ya convencido de que desde la administración se podrían conseguir muchas cosas en la conservación de la naturaleza. Suso además tenía un gran poder persuasivo, una buena dosis de tenacidad y le sobraba entusiasmo para conseguir resultados.
Juan Serna nos contaba la ingente cantidad de temas que tenía su Consejería encima de la mesa: centrales nucleares, protección de espacios, el apoyo al parque nacional de Cabañeros y un largo etc. Pero demasiados intereses políticos, financieros y mediáticos, añadiéndo la escasa sensibilización por los temas ecológicos de la época, se llevaron por delante al mismo Juan Serna en 1986 y poco después a Jesús Garzón en 1987. En ese año, el mismo ministro de defensa Narcís Serra exigió el cese de Suso por su oposición al traslado del campo de tiro para la aviación de combate, fracasada la primera propuesta de ubicarlo en Cabañeros, al municipio de Anchuras, por ser una zona donde existe la mayor concentración de aves grandes de Europa y paso de millones de aves migratorias. Poco después se funda EURONATUR (fondo para el patrimonio natural europeo) con el fin de garantizar las rutas migratorias de las aves en Europa occidental.

Junto con su asociación Consejo de la Mesta, creada en 1992, Jesús Garzón vuelve al trabajo a pie de campo, haciéndose pastor trashumante y emprendiendo otra cruzada para recuperar la trashumancia, actividad milenaria que es responsable de los paisajes de la península ibérica por el impacto de los rebaños en el transporte de biodiversidad desde tiempo inmemorial, no pudiéndose entender la biodiversidad española sin el movimiento de los rebaños.
La Comisión Europea en 1992 les conceda un proyecto LIFE de tres años para la conservación de la red nacional de las vías pecuarias mediante los rebaños para -posteriormente- fomentar el sistema de ganadería extensiva.
Y se lanza a la aventura con el magnífico y cuidado rebaño de 2.200 merinas del legendario pastor Cesáreo Rey y 4 pastores más, 13 perros de pastor, 7 formidables mastines para la defensa y 7 careas vascos, excelentes pastores. 50 años después de que el último rebaño hubiera transitado por la Cañada Leonesa Oriental, la recorren ellos desde Valverde de Mérida, Badajoz, hasta Riaño, León, pasando por zonas loberas y oseras. En 1994 en el paso de la cañada por Madrid recorrieron el Paseo de la Castellana y la calle de Alcalá, inundando de ovejas la Puerta del Sol. Aquello fue una bomba con gran repercusión internacional en todos los medios. Pudimos ver en TV y en vivo como cientos de personas lloraban de emoción al ver pasar los rebaños.
Un año después se aprueba la ley 3/95 de Vías Pecuarias como bien de gestión pública, que supuso un hito en la recuperación de estas vías en nuestro país.
Se trata de 125.000 km, un total de 400.000 Ha de corredores naturales que conectan los valles del Guadiana y Guadalquivir con las montañas cántabras, con la costa levantina, las riberas del Ebro y las cumbres del Pirineo. Son corredores naturales por donde se mueve toda la fauna salvaje desde tiempos inmemoriales, por donde migraban los antepasados de nuestros animales herbívoros domesticados en busca de pastos y de la eterna primavera (Marity González).

Durante 3 décadas recorriendo cañadas y cordeles, recuperando conectividad natural a larga distancia, acompañando siempre un rebaño, han recorrido 30.000 km, transitando por los parajes más bellos de España. Con esta epopeya Garzón ha transmitido cultura e historia, nos ha recordado que todos fuimos pastores y nos ha mostrado la importancia biológica y ambiental del pastoreo, que se traduce en beneficios ecosistémicos para un país único en Europa en riqueza natural y biodiversidad. Gracias a él hemos aprendido el papel clave que juega el pastoreo en la conservación de plantas herbáceas asociadas a unos bosques mediterráneos donde existen 40 especies distintas por metro cuadrado, y cómo las semillas se trasladan con el ganado desde los valles del guadiana hasta los valles del Duero. Hemos descubierto que las vacas avileñas inician ellas solas la migración estival desde Extremadura cruzando a nado el Tiétar dirigiéndose a Gredos. Nos ha emocionado y despertado el duende trashumante y nos ha llevado a admirar la riqueza medioambiental de nuestro país, que ojalá sepamos conservar.
Aún con todo ello, Suso mantuvo también la acción directa de conservación para las especies más amenazadas y emblemáticas. Desde 1998 fue Patrono fundador de la Fundación CBD-Hábitat, Fundación dedicada a la preparación y desarrollo de proyectos de conservación del águila imperial ibérica, lince ibérico, buitre negro, cigüeña negra, foca monje, hipopótamo en el Parque Natural de Orango (Guinea), entre otras.
Suso pasó también por estas tierras segovianas, dejándonos su huella imborrable. Ya en los últimos años 70, estuvo en Segovia y en su Sierra de Guadarrama con dos segovianos (Javier Sáez Frayssinet y Javier Oria) que seguían fascinados sus actividades por sus escritos y por el boca a boca del mundillo, y que habían localizado por fin, varios nidos imprescindibles de águila imperial ibérica en la Sierra de Guadarrama, uno de los pocos lugares donde aún anidaba esta especie en esos años. Aquí dijo -en una charla en el Palacio de Quintanar- que no hay que arañar nuestro entorno, tan solo acariciarlo. También en 2010 Suso, con el rebaño de 2.100 merinas, atravesó los arcos de nuestro Acueducto siguiendo la Cañada Real Segoviana. Ese día Cándido no puso la terraza y toda Segovia colaboró de una u otra forma, y vibró de emoción en homenaje a su pasado pastoril.

Rindamos tributo a este guardián imbatible de la naturaleza salvaje, a la que defendió caminándola.
