Serio revés para Zapatero. El secretario general del Partido Socialista de Madrid (PSM), Tomás Gómez, será el candidato socialista a la Presidencia de la Comunidad de Madrid el próximo 22 de mayo, tras imponerse ayer, con un 52 por ciento de los votos -558 sufragios de diferencia-, a la ministra de Sanidad, Trinidad Jiménez, su apuesta más que personal.
A pesar de tener al Gobierno central en contra -Rubalcaba lo llegó a calificar de rémora, y otros ministros le dedicaron parecidas lindezas-, y de ver cómo cierto medio afín al PSOE torpedeaba su candidatura con encuestas y un reportaje en el que concluía cuestionando su integridad por haber presuntamente prometido puestos a todos los pesos pesados madrileños, el ex alcalde de Parla venció, aunque por escaso margen.
Asimismo, este político nacido hace 42 años en Enschede (Países Bajos), en el seno de una familia de emigrantes, venció también la resistencia de su antecesor, Rafael Simancas, y sus partidarios, y de más de la mitad del grupo socialista en la Asamblea. Próximamente, cuando haga las próximas listas, se verá qué heridas se pueden cerrar y cuáles no, por mucho que la derrotada señalara al conocer los resultados que ahora es su candidato.
Con el aval de las urnas, incluso sus detractores reconocen que Gómez debe tener las manos más libres para confeccionar la oferta electoral a su gusto. No obstante, nada más proclamarse vencedor, en su primera comparecencia, se mostró conciliador y aseguró a quienes respaldaron a Jiménez que «sus ilusiones no quedarán huérfanas» y, a su contrincante, que siempre tendrá hueco en el corazón y el proyecto del PSM.
Si bien por poco, los militantes del PSOE han creído el discurso de Gómez, que optó por presentarse como el candidato de las bases y «de la gente común», frente a una rival, que siempre estuvo flanqueada de dirigentes federales.
El gran triunfador de la noche llegó a decir que en esta competición estaba en juego «un modelo de partido» en el que los militantes deciden y los candidatos no vienen impuestos desde arriba. Sus otros mantras en la campaña fueron defender el trabajo diario y no sacralizar las encuestas que, según él, son una foto cuando la vida es una «película a cámara rápida».
Así lo pensaron también los afiliados, cuyo veredicto desoye los sondeos que manejaba Ferraz, según los cuales Trini tenía más posibilidades de arrebatar Madrid a Esperanza Aguirre. Esas encuestas fueron las que llevaron a Zapatero a pedir a Gómez, el pasado 7 de agosto y sin éxito, que diera un paso atrás. Y es que la sondeocracia, como bautizó a esta política el díscolo dirigente, ha fracasado.
No obstante, en estos casi dos meses, el líder regional se empleó a fondo en subrayar su fidelidad al presidente. De hecho, defendió que él solo ha hecho lo mismo que hizo Zapatero hace 10 años, en el 35 Congreso en el que fue elegido secretario general: presentarse contra José Bono con los sondeos en contra y resistir las presiones.
Ante todo, los de Gómez han intentado no dar alas a la tesis de que una victoria suya sería un castigo indirecto de las bases al presidente del Ejecutivo central. El propio líder del PSOE dejó claro ante toda la dirección que él no se jugaba nada en estas primarias y que, pese a tener «preferencias», quien ganase sería su candidato.
Otra consecuencia de esta victoria es que la imagen de Gómez se ha disparado entre el electorado madrileño, entre otras cosas por su osadía. De hecho, ha pasado a ser conocido por un 82 por ciento de sus potenciales votantes, frente al 50 por ciento de antes del proceso, remediando así la que en agosto era su principal debilidad frente a Jiménez. En este sentido, la presidenta de la Comunidad, Esperanza Aguirre, que telefoneó al secretario general del PSM para darle la enhorabuena, tiene un serio rival que, posiblemente, se rodee de un equipo de pesos históricos del PSOE -como Peces Barba- que no pueden ocultar su malestar con Zapatero, que fue el primero en llamar para felicitarle.
Mientras, la fiesta seguía, Gómez anunció su deseo de luchar por formar «un Gobierno que sea representación de la gente común y corriente», a quienes garantizó do que, si llega a mandar en la región, «pueden encontrar una esperanza». ¿Iba con segundas?
