Tiene una espléndida y fructífera trayectoria de escritor, coronada con miles de libros vendidos y con el premio Planeta hace unos años por El Imperio eres Tú. Una habilidad pasmosa para tratar siempre temas candentes u olvidados. Ahora su obra es Nos quieren muertos que describe la valiente trayectoria de Leopoldo López y de Lilian Tintori contra la dictadura venezolana. ¿Cómo surgió la idea o el propósito de este libro?
El personaje me interesó siempre y le seguía desde que decidió entregarse allá en el 2014. Cuando se exilió en el 2020, le conocí en Madrid y me contó su periplo, entonces no tuve la menor duda: era una buenísima historia. Un thriller verídico.
—¿Es una novela o un reportaje?
—Lo llamo novela de no ficción. Es más que un reportaje, más que una crónica. Hay un trabajo literario detrás para contar por dentro lo que más o menos conocíamos por fuera. No es lo mismo saber de Leopoldo López o de Venezuela por lo que uno lee o escucha en prensa que vivirlo por dentro, desde su punto de vista. Es el testimonio dramatizado de una familia enfrentada a un régimen tiránico y destructor.
— ¿Conocía Venezuela? ¿En qué momento?
—Mi padre trabajaba para la aerolínea venezolana en los años 70 y 80. Yo era adolescente y conocí bien Venezuela. Íbamos mucho. Era un país próspero, decían que era el país del futuro. Había una riqueza que no se veía en España. Además, era un país que invitaba a la aventura. Bajé el Orinoco en canoa, recorrí los llanos, la parte andina, la costa… y pasé tres meses en una aldea de los indios yanomami. Es experiencia hizo que quisiese estudiar antropología y como esa carrera no se podía cursar en España, me fui a París.
—¿Cómo comienza la lucha de Leopoldo López?
—La de Leopoldo se fragua en la infancia, gracias a la influencia de un abuelo que le transmite la pasión por su país. También viene de familia: varios antepasados lucharon contra los caciques que siempre han secuestrado el país, en la más pura tradición sudamericana. La lucha por la democracia de Venezuela, la ha escuchado desde pequeño.
—¿Y la de su mujer, Lilian Tintori?
—Su lucha comienza cuando su marido entra en la cárcel. Está enamorada de él, tiene en ese momento dos hijos con él y se rebela contra la injusticia que supone esa condena tan larga. Está decidida a recuperar su felicidad, a sacar a Leopoldo de la cárcel, a que el régimen no destruya a su familia. ¡Y lo más increíble es que lo consigue!
—¿Qué han conseguido?
—El sacrificio de Leopoldo sirvió para que el mundo supiese lo que pasaba de verdad en Venezuela. Hasta entonces, el régimen tenía un aura de lucha por la revolución, y muchos no querían ver la deriva tiránica de un régimen que perseguía, encerraba y torturaba a los opositores, que había saqueado las arcas del Estado y que había dinamitado todas las instituciones de la democracia. No hay que olvidar que Leopoldo se entrega por voluntad propia cuando Maduro le acusa de ser el causante de varias muertes en manifestaciones. En seguida se supo que esas muertes habían sido provocadas por las milicias del régimen (los famosos colectivos), pero no sirvió de nada: le montaron una farsa de juicio y le condenaron a 14 años y medio de cárcel. Podía haberse ido del país, pero prefirió entregarse por coherencia con su lucha y con su compromiso. Es un gesto que le honra y que permanecerá en los anales de la Historia de Venezuela. Por eso digo que representa la conciencia de su país. Es el Navalny de Venezuela, mal que les pese a los gobernantes.
Lo que Lilian consiguió fue convertirse en una activista mundial por los DDHH. Su transformación de ama de casa a activista internacional es prodigiosa y la cuento con detalle en el libro.

—¿Han sido apoyados por países extranjeros y organismos internacionales?
—Si, fue un largo recorrido. El primer dirigente que les apoya es Mariano Rajoy, y eso les abre las puertas de los demás. También Felipe Gonzalez les apoyó, fue el primero en denunciar públicamente que el régimen chavista se había convertido en una dictadura de facto. Viniendo de la izquierda, representó un mazazo para el régimen. Ahora lo sabemos todos, entonces no se sabía, y muchos negaban la evidencia. El veneno de la ideología no deja pensar.
—¿Qué trato reciben hoy en España?
—Eso habría que preguntárselo a ellos, pero según me consta, excelente. A todos los niveles.
—¿Está la oposición venezolana unida o dividida?
—La oposición venezolana es como todas las oposiciones, está dividida. ¿O acaso no está dividida también en España? Pero cuando ha debido unirse, lo ha hecho. Lo ha hecho recientemente en las primarias para elegir a María Corina Machado, por ejemplo.
—Tiene otros libros apasionantes sobre América, el premiado con el Planeta trata de las vicisitudes de la Corona portuguesa cuando el país es invadido por Napoleón ¿Qué nos puede contar de lo que le llamó la atención de Pedro I?
—Es una historia increíble, formidable, de esas en las que no hay que inventarse nada. ¿Qué vas a inventar con personajes como Joao VI o Pedro I, o mujeres como la emperatriz Leopoldina o la Marquesa de Santos? La realidad es más fuerte que cualquier ficción, ese dicho se puede aplicar perfectamente a la historia del primer emperador de Brasil. Disfruté mucho escribiendo ese libro, dándole a la historia un aliento épico que no aparecía en los libros que trataban el tema.
—Sobre Brasil había escrito hace años Senderos de libertad, la lucha de un ecologista pionero, el cauchero Chico Mendes y su lucha por la Amazonía ¿Sigue viva su lucha? ¿Qué consiguió y cuál es su legado?
—Chico Mendes fue un héroe de la selva amazónica. Su muerte sirvió para que el mundo tomara conciencia de lo que estaba pasando allí. Es otro héroe moderno, un personaje inspirador. Me gustan los héroes, están a la altura de los más bellos sueños del mañana. Son ellos quienes hacen avanzar la historia. Hay que reconocerlos y honrarlos, es cuestión de decencia. Isabel Zendal es otra heroína.
—En relación con todo el continente fue pionero en resucitar la historia de la primera vacunación global de la Historia, A Flor de Piel, que describe la expedición de Balmis y la lucha contra la viruela ¿Por qué no se conocía este hecho?
—Se conocía, no fui el primero en escribir sobre la expedición de la vacuna. El mérito de haber sido el primero lo tiene Almudena de Arteaga, que diez años antes que yo escribió una novela sobre el tema. Lo que yo hice fue actualizar los conocimientos historiográficos; por ejemplo, pude descubrir quién era de verdad Isabel Zendal, la enfermera cuya biografía hasta entonces había sido un misterio. Tampoco lo hice solo, me ayudó el periodista Antonio López Mariño. Lo increíble es que en España semejante hazaña no se conozca. Que, por razones políticas, o ideológicas (volvemos a lo de siempre), se borre de la memoria histórica un hecho significativo. La historia de la expedición de la vacuna debería enseñarse en los colegios. Porque si los ingleses descubrieron la vacuna, los españoles, en esa expedición, descubrieron la vacunación. No es exactamente lo mismo, pero ha sido fundamental para que usted -quien me esté leyendo- y yo estemos vivos hoy en día.
—Ha descubierto personajes españoles que forjaron en parte EEUU y que no conocíamos, como la actriz Conchita Montenegro, en Mi Pecado o la vida del arquitecto Guastavino en A Prueba de Fuego ¿Qué acogida han tenido esas obras y qué repercusión en el propio EEUU?
—Francamente, una débil acogida. Todavía me sorprende mucho que arquitectos españoles no sepan quién ha sido Guastavino. De Conchita Montenegro no se acuerda nadie tampoco, pero ella fue un personaje menor. Guastavino no: no solo dejó una herencia de más de mil obras en EEUU, sino que influyó en el estilo arquitectónico de la obra pública norteamericana del siglo XIX. En EEUU su figura lleva años siendo reivindicada por las universidades de arquitectura.
—Tiene el talento que tenía su tío Dominique Lapierre para retratar temas tanto históricos como de actualidad ¿Qué aprendió con él?
—Dominique tenía mucho talento y una gran personalidad. Él quería salvar el mundo, era muy generoso. Aprendí mucho de él, me dio trabajo nada más salir de la universidad. Aprendí a manejar grandes cantidades de documentación, aprendí a mantener siempre una mirada crítica sobre mi escritura, el valor de la síntesis… Aprendí muchas cosas, pero sobre todo éramos muy próximos, hablábamos tres veces por semana, compartíamos amigos en el mundo entero, en el ámbito editorial también. Era mi tío pero acabamos siendo colegas, amigos. Le echo muchísimo de menos, era pura vida y ya no está. La escritura de ‘Era medianoche en Bhopal’ fue una de las mejores y más intensas experiencias de mi vida.
—¿Tiene alguna de sus obras llevada a la pantalla?
—No, porque son carísimas de hacer ya que son reconstrucciones históricas. Ahora están produciendo El sari rojo en Italia, una coproducción con la alemana Beta.
—¿Por qué cree que no se aprovechan libros interesantes para el cine?
—Cuestión de presupuesto. La industria del cine y TV está orientada al público joven, que es el que más consume. Los dorados tiempos de Hollywood han terminado. Ya no se producen películas adultas como antes. O muy pocas.


