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Hablemos de música

por Ángel Gracia Ruiz
15 de enero de 2024
en Tribuna
ANGEL GRACIA
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Aunque la música es un arte creado para ser escuchado y disfrutado, llega un momento en el que no queda más remedio que dar un puñetazo sobre la mesa y pasar a hablar sobre lo que está ocurriendo con ella. Todo apunta a que nos encontramos ante una manipulación vulgar, chabacana, de mal gusto, violenta, insultante, insufrible, inadmisible e insoportable.

No podemos olvidar que la música, el sonido, es anterior al lenguaje, a la palabra. Y por ello, es previa al pensamiento, a la configuración mental y a la disposición individual y social del mundo que nos rodea. La música, desde el momento de su escucha, queda grabada en nuestra memoria de forma indeleble para el resto de nuestra vida. Es fuente originaria de pensamientos, vivencias, relaciones (con uno mismo e inter personales) y sentimientos. Ocupa un lugar esencial en la vida adolescente debido a su capacidad de modificar el estado de ánimo, edificar la personalidad en construcción, sellar relaciones, etc. Ese es el motivo por el que, normalmente, la música que caló durante aquella etapa en nosotros, es el pilar sobre el que se asientan nuestros gustos musicales y de todo tipo en el futuro.

Desde que uso la razón he sido un amante devorador de música y de libros. Mi casa está llena de vinilos, cds y textos. Reconozco que soy un bicho raro y que me cuesta mucho acoplarme a las play list de spotify. Añoro aquellos buenos programas musicales de radio, que fueron fuente de aprendizaje, de descubrimiento de nuevos sonidos y grupos, de lecciones magistrales de unos locutores que sabían mucho y que guardaban en su chistera la magia de sorprenderme siempre. Estos presentadores han ido dejando el cuerpo o jubilándose y la empresa pública en la que trabajaban ha sustituido sus programas por espacios radiofónicos llenos de ruido des armónico y estridente. La elección de los temas que ahora se “pinchan” está supeditada a algoritmos. Y estos algoritmos no son más que manipulaciones externas por las que quieren que transiten los gustos de oyentes deformados desde la adolescencia al son de sus intereses comerciales (y otros de mucho más hondo calado). De este modo, han aniquilado el criterio, el discernimiento, el estudio, la escucha electa, la contemplación y lo han sustituido por una imposición vulgar, teñida de frecuencias dañinas para el oído y la salud mental.

No se ofenda ni se escandalice el lector. La letra que transcribo a continuación pertenece a uno de los temas más escuchados por nuestros jóvenes. Se acompaña de una música repetitiva para facilitar su recuerdo, e incita a la gestualización obscena y sexual de quienes la bailan: “Estoy enamorado de cuatro babys. La primera, se encojona si se lo echo fuera. La segunda tiene la funda y me paga pa que se lo hunda. La tercera me quita el estrés, polvos corridos siempre echamos tres. A la cuarta, de una, le bajo la luna, pero ella quiere con Maluma y conmigo a la vez…”. Y suma y sigue.

El noventa por ciento de los Gramis de este año ha ido a parar a esta basura que las radio fórmulas emiten sin parar y que nos obligan a tragar en gimnasios, centros comerciales, tiendas y bares; llenan los descansos de eventos culturales; acompañan a las clases de zumba; alegran las sesiones de lo que, sin serlo, ahora llaman yoga; tensan los muelles de las máquinas de pilates; y sirven de entremés de esa cena romántica que habíamos planificado con nuestra esposa. Luego, desde la Tribuna del Congreso, quienes lo bailan y escuchan, tildan de machismo el abrir la puerta a una mujer cediéndola el paso o recibirla con el paraguas abierto a su salida del coche cuando está lloviendo.

Hace unos días, tuve que levantarme de la camilla de un centro de fisioterapia. La escucha de esta podredumbre estaba produciendo la hinchazón del tobillo que me había ido a tratar. Tiempo ha, que no veo la televisión. Pero, claro, no me encontraba en casa y había que tomarse las uvas. Aquello que vi y escuché tras las campanadas, esa vulgaridad con la que la caja tonta recibía el nuevo año para la audiencia pagadora de tamaña insensatez, me hizo sentir que yo ya no estaba en este mundo. Aquello no podía ser real, así que debía estar muerto. A la mañana siguiente, al llegar a casa, sonó en el aparato de radio del coche uno de aquellos temas con los que me formé como persona. Me permití el lujo de cerrar las ventanillas, elevar el volumen, sumergirme en la canción y llorar como un niño de puro gozo. Y es que, la música es esa chispa que enciende en nosotros aquella esencia, casi olvidada, cubierta por el devenir de las obligaciones y preocupaciones diarias, que hacen que nos olvidemos de quiénes somos en realidad.

Las ondas sonoras vibran en los elementos, ya sean físicos o sutiles del oyente, afinándose éstos en aquella vibración. Por ello ha sido utilizada como terapia curativa de enfermedades físicas, emocionales o mentales. Su escucha abre las puertas del oyente, el cual queda indefenso ante lo escuchado. Se utiliza, por ejemplo, para impregnar de una determinada emoción una escena cinematográfica, o para acompañar en viajes psicodélicos que transitan por otras realidades, o guiar hacia planos extáticos de consciencia. En su origen, los mantras sagrados eran la reverberación del sonido primordial que servía de acompañamiento a la palabra revelada. La música gregoriana estaba afinada en una frecuencia solfeggio que incitaba al despertar espiritual. Y así sucesivamente. Tanto los primeros como el segundo han sido objeto de manipulación y ahora sirven como un elemento más de comercio.

Por este y otros motivos, desde los anales de la historia, la música ha sido objeto de manipulación, porque puede llegar a ser causa de una emoción determinada. En épocas de efervescencia creativa, resulta in manipulable. Por el contrario, en tiempos previamente sembrados y abonados por el miedo, la escasez, la tiranía, la dependencia de quien paga una pensioncilla para ir tirando, resulta muy sencilla de manosear. Es cierto que actualmente, de vez en cuando, aparece una rosa en el desierto, un autor, un grupo, una canción. Pero esto no tiene nada que ver con aquellos momentos de expansión en los que se escribió la verdadera historia de la música.

Ha llegado la hora de proteger a nuestros adolescentes de tanta mierda y mediocridad. Ellos son los constructores del mundo y los únicos que, en el futuro, se podrán revelar frente a esta vulgaridad que nos gobierna.

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Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

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