El pasado mes de diciembre, el alcalde José Mazarías anunció que el “Centro de Innovación y Desarrollo Empresarial” (CIDE) se destinará a servicios municipales. ¿Será este el último capítulo de una de las series más largas y sombrías de la escena política local? De todos modos, aún habrá que esperar al remate final (¿el último episodio?), que supondrá el acondicionamiento material del edificio. Sin ánimo de ajustar cuentas ni perseguir fantasmas, resulta conveniente recordar brevemente el origen, desarrollo y mutación de este ambicioso y desventurado proyecto. Volver al pasado puede servir para evitar errores futuros, que es un ejercicio siempre aconsejable (incluso admitiendo cierta ingenuidad). Especialmente, cuando de las decisiones acertadas de unos pocos depende el bienestar de la mayoría y al contrario. Al margen de las intenciones, relatamos los sucesos siguiendo las noticias y comentarios publicados a lo largo de los últimos veinte años, durante los que tiene lugar esta historia: la historia de un lamentable fracaso.
El proyecto arrancó con el prometedor título de “Círculo de las Artes y de la Tecnología” (CAT), que se formalizó el 21 de diciembre de 2004 con la firma de un convenio entre el entonces alcalde Pedro Arahuetes y el que era ministro de Industria, José Montilla, cuyo ministerio se comprometía a costear con 300.000 euros la viabilidad del proyecto. El plan a desarrollar pretendía impulsar actividades relacionadas con las artes, la cultura, el diseño y las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. Por su parte, el Ayuntamiento prometía la cesión de más de siete hectáreas en la zona sur de la ciudad, cerca de la estación del AVE, con un coste final de unos 120 millones de euros (El Adelantado, 26/09/2013).
El detalle del proyecto se lanzaba al público en la web del Ayuntamiento, donde se mostraba un video publicitario a todo color. Se construirían en una superficie de unos ochenta mil metros cuadrados, los siguientes edificios: 1) Un centro de conocimiento y de la sociedad de la información; 2) Un hotel; 3) Un centro de ocio; 4) Un centro destinado a innovación y desarrollo empresarial; y 5) Un centro para artes, exposiciones y congresos. Sin embargo, una década después sólo existía un edificio inacabado, llamado de “emprendedores”, que se rebautizó con el nombre de “Centro de Innovación y Desarrollo Empresarial” (CIDE). El edificio debía acabarse en agosto de 2012, pero la crisis económica fue letal y la empresa constructora Volconsa no pudo continuar la construcción, y a fecha de hoy el edificio sigue sin estar operativo.
A pesar de todo, en 2021 se ha querido resucitar el proyecto, al menos se pretendió reanimar al electorado socialista y el presidente Sánchez (¿cómo no?) anunció un nuevo trampantojo con el ambicioso título de “Centro Nacional de Innovación y Tecnificación de Alto Rendimiento de la Formación Profesional” (CITAR). Era la tercera titulación del proyecto urbano fracasado de larga duración. Afortunadamente, en las últimas elecciones municipales del 23-M, la alcaldía cambió de dirección. El actual alcalde tuvo razones para dudar de la veracidad de la promesa sanchista, “avalada” por su larga historia de promesas incumplidas. Sin ir más lejos, quién no recuerda los anuncios de Clara Luquero en víspera de elecciones y su despliegue publicitario de empresarios amigos, con Indra a la cabeza, que parecían interesados en alquilar el edificio. La operación preelectoral recordaba a la célebre película “Bienvenido Mr. Marshall, (El Adelantado, 20/11/2018). En una entrevista publicada en estas páginas, Luquero se despedía del cargo asegurando: “El proyecto del CIDE está a punto de culminar y será Clara Martín quien inaugure el edificio”. ¡Inadmisible, que la realidad quiera imponerse a la ambición política!
En resumen, al cabo de casi veinte años y después de cuatro legislaturas conducidas por socialistas con el socorro -siempre interesado- de la izquierda republicana, el saldo es un notorio fiasco del proyecto urbano que se anunciaba como “Segovia hacia el futuro”. Una ensoñación que flotaba en el aire sin garantías de viabilidad. Con ello, aparte de la falta de ética, queda demostrado que servirse de medios engañosos para conseguir lo que se ambiciona tiene consecuencias perversas. El partido socialista quería ganar votos a costa de promesas vanas y de hipotecar una parte sustancial del presupuesto municipal, o sea, de limitar el crecimiento de una ciudad con tanto deterioro urbano básico.
Hoy día, en enero de 2024, por primera vez en veinte años conocemos cuál será el uso concreto del CIDE, que acogerá en el mismo espacio las oficinas municipales de varios departamentos. Después de dos décadas de abandono continuado, la ciudadanía está impaciente por asistir al último episodio de esta turbulenta historia ciudadana que tuvo tan mal comienzo. Exige también que se investigue la sombría historia contable del CAT y sus herederos.
