Ha pasado la Navidad y comenzado un año nuevo, pero nada parece cambiar cuando de guerras se trata. No hace tantos años la Navidad y el Fin de Año eran motivo para una tregua. Es bastante conocido el episodio sucedido en las trincheras, en 1914 durante la Primera Guerra Mundial, cuando los soldados de ambos bandos, alemanes y aliados, decidieron no disparar durante la Nochebuena. El tácito armisticio, no promovido por sus oficiales sino espontáneamente por los soldados, culminó con el canto de villancicos desde ambos lados del campo de batalla y el encuentro de unos y otros brindando en tierra nadie.
Alguno puede decir que al día siguiente volverían a dispararse con la misma inquina pero ese gesto se ha convertido en un símbolo que engrandece a esos hombres. No tengo noticias de que haya ocurrido algo semejante en los conflictos actuales.
2022 será recordado por la agresión de Putin a Ucrania. Lo que se planteaba como un paseo victorioso, se ha convertido en una ratonera en la que el pueblo ucraniano se ha mostrado aguerrido e indómito. No hay progresos militares pero sigue habiendo una indeterminada cifra de soldados muertos. Lo más terrible es que el dictador ruso alegue causas morales para su guerra y reciba cobertura por el Patriarcado de Moscú, incapaz de tener un mínimo de autonomía con respecto al poder que le cobija.
2023 nos ha dejado la guerra de Gaza. Aunque el detonante fuera un terrible atentado terrorista, las represalias están siendo desproporcionadas. Parece mentira que un país como Israel, que no solo es una democracia sino que se jacta de ser la única en un avispero como es Oriente Próximo, no sepa controlar sus instintos y esté siempre en manos de extremistas, eso sí, elegidos democráticamente.
Cuando el Código de Hamurabi, en el siglo XVIII a.c., recopiló las leyes babilónicas de la época, destacaba el principio jurídico de la Ley del Talión. La palabra talión viene del latín “talis” que significa semejante. Por este principio, el desagravio por una ofensa no puede ser más grave que la ofensa cometida. La fórmula “ojo por ojo, diente por diente”, es lo suficientemente gráfica y, aunque ahora nos pueda parecer una barbarie, – en realidad porque el concepto de perdón proveniente del Evangelio ha trastocado nuestra sensibilidad sin que nos diéramos cuenta- suponía un avance social ya que ponía límites a la venganza y establecía unos principios sobre los que desarrollar el derecho del ofendido y los derechos del ofensor. Pues bien, Netanyahu, con su actuación en Gaza, ha vuelto a la época previa a la Ley del Talión, a la barbarie.
En su mensaje de Año Nuevo, con motivo de la Jornada por la Paz, el Papa Francisco aboga por una tecnología que conduzca a la paz. El Papa es consciente de la dificultad que conlleva su propuesta. La Inteligencia Artificial más parece pensada para provocar conflictos que para resolverlos. En palabras del Papa, estos adelantos técnicos representan un riesgo para la supervivencia humana y un peligro para la casa común y se pregunta: ¿Y qué impacto tendrán sobre la vida de los individuos y de la sociedad, sobre la estabilidad internacional y sobre la paz?
El profeta Isaías, en una poética y hermosa visión, hablaba de unos cambios tecnológicos que acercasen a la humanidad a la situación del comienzo cuando el ser humano no había perdido la inocencia y la propia naturaleza estaba en armonía. Poéticamente él, contemplando los tiempos que están a punto de comenzar, ve posible que el niño pueda meter la mano en el nido de la serpiente o la pantera sestear con el cordero. Esos tiempos estarían regidos por cambios tecnológicos que el profeta concreta en la transformación de las espadas en arados y las lanzas en podaderas.
Al contrario de lo anticipado por Isaías, los drones, que tanta utilidad social pueden tener, se han convertido en armas mortales. Frente a esta triste tendencia, el Papa, desde la confianza en el Dios que salva, termina su reflexión con estas palabras: La paz es el fruto de relaciones que reconocen y acogen al otro en su dignidad inalienable, y de cooperación y esfuerzo en la búsqueda del desarrollo integral de todas las personas y de todos los pueblos.
