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Voluntarios: caridad y solidaridad

por Mario Antón Lobo
6 de enero de 2024
en Tribuna
MARIO ANTON LOBO
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Vaya por delante nuestra felicitación, agradecimiento y admiración a los voluntarios, cuyos afanes deparan tantos beneficios y cuyo ejemplo sirve de guía a no pocos ciudadanos.
En un manifiesto con motivo de la celebración del Día del Voluntariado, leído en el Ayuntamiento de Segovia por la periodista Carlota Muro, los voluntarios aseguran que se sigue trabajando «por implantar una verdadera cultura de la solidaridad».

Creo que, a menudo, se confunden los términos caridad y solidaridad. Los hablantes pueden decir lo que les dé la gana, sin miedo a ser suspendidos. Otra cosa es tener razón o toda la razón. Admito que la comunidad de lengua no tiene por qué usarla según mi particular criterio. En castellano decimos “llamar al pan, pan y al vino, vino” con la pretensión de dar a cada cosa su nombre, si no de acercarnos lo más posible a la verdad. No creo que yo ande tan descaminado cuando la propia RAE viene en remedio de la confusión con alguna de sus acepciones.

Solidaridad: Diccionario de la RAE: 1. f. Adhesión circunstancial a la causa o en la empresa de otros. 2. f. modo de derecho u obligación in solidum.

In solidum: Loc. Lat.: 1. Loc. Adv. Der. Por entero, por el todo. U. más para expresar la facultad u obligación que, siendo común a dos o más personas, puede ejercerse o debe cumplirse por entero por cada una de ellas. Ejem.: Juan y Pedro son deudores in solidum.
Llevamos practicando la solidaridad desde que la convivencia entre seres humanos nos obligó a vivir en sociedad. Tú haces zapatos, yo hago pan, él arregla los caminos, nosotros enseñamos a los niños, vosotros apagáis fuegos, ellos atienden a los enfermos y por ahí seguido. Es decir: una mano con otra se lava. Todos nos beneficiamos del esfuerzo, del trabajo, de todos. La sociedad resiste, a pesar de calamidades, de gobiernos nefastos, de personas enfermas que producen el mal, porque la solidaridad, ya sea expresa (leyes) ya sea tácita (costumbres, cultura) se mantiene siempre vigente. Si un día, por la razón que sea, nos falta la actividad solidaria de algunos, taxistas, maquinistas de tren, servicio de recogida de basuras, controladores aéreos, etc., andamos de cabeza más o menos todos. Necesitamos la tarea solidaria de todos para el bienestar de la sociedad, de las personas todas. Hasta cierto punto la solidaridad, a fuer de necesaria, supone obligación.
¿Hasta qué punto hablar de solidaridad es más moderno, más progre, más aséptico?
Caridad: Diccionario de la RAE: 2. F. Limosna que se da o auxilio que se presta a los necesitados. Sin.: beneficencia, socorro, protección, auxilio, ayuda, limosna, donativo.
Carus, querido. ¿De dónde nace el querer, incluso como voluntad, aquí referido al amar tanto o más que al desear?

La caridad comprende y se manifiesta en todas aquellas actividades que redundan en el bien del prójimo con una característica general: nadie obliga a la caridad. La caridad nace de la misericordia: comprender el dolor, la necesidad del prójimo. Muchas personas, movidas de esta forma, ayudan a los demás sin esperar recompensa. No está reglada. Si la caridad se organiza es porque los caritativos así lo estiman. La caridad, al contrario que la solidaridad, obedece al criterio libérrimo de cada uno.

Ocurre, a veces, que la caridad se opone a la justicia. Verbigracia: Ken Loach concluye una entrevista a propósito de su última película El viejo roble: “Prefiero la justicia a la caridad”. Quién no desea que al obrero se le pague un salario justo, que haya escuelas gratuitas para todos, que se circule libremente y se elija residencia en cualquier Estado sin que por ello tenga que exponerse a la muerte desde una patera. En la medida que las administraciones públicas no dan respuesta a estos y otros problemas surgen movimientos caritativos, voluntarios, algunas ONG´, para paliar las carencias. Me pregunto si esconde algo, qué esconde esa oposición caridad-justicia. Sí: es de justicia que… pero ¿mientras no llega esa justicia, mientras se lucha por conseguir esa justicia? Cuando vemos a una persona de rodillas en la calle mendigando una limosna, lo que más deseamos es que no hubiera tenido que llegar ahí. En el sentido de que la solidaridad de nuestros impuestos sea administrada de tal forma que haya un recinto adecuado para que esa persona, que por las razones que sean, se ha quedado sin hogar, sin comida, sin familia, sea atendida como persona, en cuanto al alimento, la higiene, la compañía, etc. Que nuestro dinero, que pagamos más o menos voluntariamente en forma de impuestos, dé para prevenir y solucionar esos problemas. Sabemos que no es así. Que siempre hay más personas necesitadas que necesidades cubiertas y, ante esta realidad, personas de buen corazón omiten, se saltan procedimientos administrativos y acuden ellas mismas, con su esfuerzo, con sus propiedades, con su dinero, en su socorro.

Desde mi punto de vista el malentendido nace de que, en nuestra cultura, en nuestra historia, el monopolio de la caridad lo ha detentado, asumido o protagonizado la Iglesia, sus ministros, sus organizaciones. Palabras como caridad o misericordia suenan a curas. Algunos se empeñan no solo en no ser caritativos, sino en remarcar que eso lo hacen no porque sean cristianos. No sé qué puede ofender, a quién puede ofender el Himno a la Caridad de San Pablo (1ª Corintios 13, 1-13: La caridad es paciente, la caridad es amable; no es envidiosa, no obra con soberbia, no se jacta, no es ambiciosa, no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal, no se alegra por la injusticia, se complace en la verdad; todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. La caridad nunca acaba). Me pregunto cuándo, no ya la palabra caridad, sino el hecho mismo de la caridad, ha estado vedada a seglares, a agnósticos, a ateos. Quién, independientemente de su fe, de su credo, de su idea o ideología, se ha visto impedido para practicar la caridad, la misericordia. Es más: quién no se conmueve ante el sufrimiento ajeno, independientemente de la actuación correspondiente.
Creo que el manifiesto leído por Carlota Muro debería haber dicho que los voluntarios, personas admirables digo yo, aseguran que siguen trabajando por implantar una verdadera “cultura de la caridad”, no “cultura de la solidaridad”. Y añado: mientras la solidaridad no alcance.

A pesar de la experiencia de tantos siglos, de tantos deseos buenos, la Humanidad no termina de dar satisfacción a todas las necesidades. Mientras se sigue intentado que nadie se avergüence de practicar la caridad o que nadie confunda los términos. Y adonde la solidaridad no llegue, se expanda la caridad hasta que todas las personas puedan llevar una vida digna.

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Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

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