Cuando empieza el año es inevitable hacer propósitos que sabemos positivamente que no vamos a cumplir. Buena parte de los mortales nos planteamos hacer más ejercicio y dejar a un lado pequeños vicios que sabemos que no nos hacen bien. Incluso puede que busquemos a alguien que haga de notario de nuestros progresos y se muestre implacable en los momentos de flaqueza. Y como no nos fiamos de nosotros mismos, antes de perder la amistad con el notario te buscas un plan alternativo que nos permita seguir comiendo lo que nos de la gana sin que la báscula nos atormente.
La primera semana de enero la dejamos pasar, que andamos con el trajín navideño. En la segunda preguntamos a un compañero del trabajo por el gimnasio del que todo el mundo habla y al que es imposible que vayan todos los que dicen hacerlo, porque el día no tiene horas suficientes como para acoger a tanta gente. Y después de pensarlo mucho llegas a la conclusión de que no quieres sudar en compañía de alguien del curro para que no pueda chismorrear sobre tu deplorable estado físico, y te sumerges en el abominable mundo de las redes sociales buscando a gurús del entrenamiento que te garantizan la pérdida de peso a cambio de un ratito al día sentado en una silla.
Te dice el profesional -casi siempre un tipo hormonado -que estás ante una tabla de ejercicios ideal para personas mayores, con lo que ya empieza faltando. Y como tienes la piel muy fina y todo te ofende ni te planteas hacerle caso.
Y terminas volviendo a lo que te funciona: te quitas el pan, sales a correr de manera regular y progresiva y bebes mucho agua. Lo más sencillo es lo más efectivo. Feliz 2024.
