El fin de año tiene un cierto toque de nostalgia, de melancolía. Aunque viene disimulada por risas artificiales, por algunas copas de más, por cenas desmesuradas y por trajes de noche y lentejuelas, ahí está. La melancolía está presente como un mar de fondo, como una marejada imperceptible que nos hace buscar tablas de salvación en todo ese artificio. Admito que es posible que esta apreciación esté relacionada con la edad.
El final del año nos presenta una doble perspectiva: mirar hacia atrás para recordar y mirar hacia adelante para hacer proyectos.
La mirada hacia atrás conlleva repaso a los acontecimientos de un año que se puede calificar de bueno o malo según le haya ido a cada uno. Los mayores recordamos que Isabel II de Inglaterrra calificó de “annus horribilis” a 1992 por una serie encadenada de conflictos en la familia real británica, pero a la mayor parte de los españoles de aquella época ese año nos suena a fiesta y jolgorio, a tiempos de optimismo y a ser, quizás, la última ocasión en que nos hemos sentido un país unido gracias a la celebración de la Olimpiada de Barcelona y la Expo de Sevilla, que interpretamos como un éxito colectivo.
En ese mirar hacia atrás, siempre me sentí atraído por los anuarios, por esos resúmenes del año que se publicaban en la prensa el último domingo del año. Desde muy joven comencé a coleccionar esos especiales. Tuve —y desgraciadamente mantengo— la manía del coleccionismo. Supongo que lo heredé de mi padre, que era un coleccionista empedernido y, consecuentemente, muy bien organizado. “Un sitio para cada cosa y cada cosa en su sitio”, me decía. El caso es que esos suplementos me han acompañado a lo largo de los años sin que yo los volviera ni siquiera a hojear. Hasta la última mudanza en la que, con harto dolor del corazón, fui deshaciéndome de esos queridos recuerdos. Porque, aunque ya hace años que no los colecciono, esos periódicos habían aguantado el paso del tiempo y los cambios de vivienda como referente del tiempo pasado. Con la llegada de Internet y su wikipedia, hay que reconocer que ese tipo de documentos de una época se han quedado obsoletos y que el espacio que ocupaban estoy dispuesto a llenarlo de otras cosas probablemente más inútiles.
La mirada hacia adelante, conlleva proyectos, planes. Vemos el año nuevo como un período muy largo y nos proponemos hacer cosas, cambiar hábitos, emprender proyectos siempre postergados… aunque sospechemos que los habremos vuelto a postergar antes de las Candelas, que es cuando de verdad termina la Navidad. No obstante, es muy necesario hacer proyectos. Es uno de los síntoma de estar vivos. Cuando uno deja de tener proyectos, de planear mejoras en su vida, de intentar cambiar las cosas que te resultan insatisfactorias o de ilusionarse con algo nuevo, es cuando se ha empezado a morir.
El año nuevo, nos trae un agobiante deseo de felicidad. Estaremos de acuerdo en que la avalancha de mensajes de felicitación que se repiten en pocos días, primero por Navidad y luego por Año Nuevo, más que regocijarnos nos causa hastío. No era lo mismo cuando recibíamos las tarjetas navideñas donde uno veía escrito su nombre y unas palabras de cariño y buenos deseos escritas a mano en su interior. No es añoranza del pasado, es sencillamente sentir que alguien se ha acordado de ti y ha puesto tu nombre y dirección. La primera degradación de las felicitaciones navideñas y de año nuevo, llegó con las masivas felicitaciones de los bancos y otras instituciones donde ya no se escribía a mano sino que era para todos lo mismo, con letras de imprenta y totalmente despersonalzidas aunque en el sobre una máquina hubiera escrito tu nombre y dirección.
Aquellas tarjetas servían para felicitar la Navidad y el Año Nuevo. Ahora no. La última degradación son las felicitaciones por washapp. Machaconamente la misma gente que felicita la Navidad, insiste en el Año Nuevo con mensajes despersonalizados, reenviados una y otra vez. Confieso que yo solo contesto a los que me llegan personalizados y, desde luego, apenas tomo la iniciativa de felicitar a nadie. Prefiero un “felicidades Jesús” más que un vídeo lleno de imágenes bonitas y de buenos deseos enviado en cadena.
