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Navidad

por Miguel Velasco
29 de diciembre de 2023
en Tribuna
MIGUEL VELASCO
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Es Navidad. Se encienden las luces (presas, eso sí , en bastidores más o menos originales) que impulsan a emocionarse encendiendo al tiempo la imaginación y los recuerdos perdidos. Se escucharán villancicos y sonará la pandereta, instrumento tan español como la mantilla, la peineta o las castañuelas. “Pero mira como beben los peces en el río…” Será en los de las ilusiones. Los reales están casi todos sobrecargados de detritus, de impurezas. Unos por codicias. Otros por inconsciencia y desidia. Aquellos peces ya no beben. Se mueren. Ni que ‘Mary la Morena’ esté entre nosotros por haberse ido a cosechar manzanas francesas después de tantos años en que no aparecían españoles por aquellos pagos, ni que las campanas de Belén, en un Belén desierto por el terror, suenen igual que antes, ahora atemorizadas y silenciosas por el ruido de las bombas. Pero eso tampoco obsta que aquellos compases entrañables de entonces resuenen aún limpios en el marco de nuestros recuerdos. Como suena evocadora la zambomba o el ris ras de la cucharilla en los granos de la botella de anís ya vacía que marcaban el compás del villancico popular improvisado, impulsado por la emoción de las pequeñas corales populares cimentadas en la amistad y la solidaridad. Lo que sí reaparecen con esas luces de ilusión y de colores es el gran teatro de cada uno. Y surgen las evocaciones de lo que no pudo ser. ¿Qué hubiera sido si hubiera podido ser? Entre las bambalinas del escenario del alma se atrapan aquellos recuerdos. Y de los peines de nuestro escenario particular penden decorados con aquellas escenas imaginadas congeladas en el tiempo –que no en el alma donde siguen vivas– que ahora, esos aires de añoranza se encargan de quitarles el polvo del olvido involuntario. A veces del exilio.

Esos decorados con aquellas imágenes evocadas no han desaparecido del todo. Sólo están colgadas de las tramoyas que ahora esas luces de Navidad las lubrican y las apean dejándolas caer hasta las candilejas desde su ostracismo facilitándonos así una representación entre dulce y dolorosa desde la cercanía de nuestro proscenio. ¿Qué hubiera sido, si hubiera podido ser, de aquel amor incipiente colgado en las zarzas de la vida? ¿Qué hubiera sido, si hubiera podido ser, de aquella oportunidad perdida, relegada para mejor ocasión, que no volvió? ¿Qué hubiera sido, si hubiera podido ser de aquella vieja amistad descuidada y más tarde perdida? ¿Qué hubiera sido, si hubiera podido ser, de aquel camino sin hollar? ¿Qué hubiera sido, si hubiera podido ser, de aquellos impulsos reprimidos, en las barreras de los prejuicios o en los convencionalismos exigentes entonces y hoy estúpidos?
Pero es Navidad. A pesar de las guerras. Y, uno tras otro van cayendo los peines a la escena. Pasan los decorados de nuestra representación privada con más o menos vivezas de colores, de nostalgias, de añoranzas. Y de sonrisas también. A veces las lágrimas que afloran sin darnos apenas cuenta ruedan y ruedan hacia espacios infinitos que a veces seca una sonrisa dibujada. ¡Si se pudiera volver atrás y actualizar alguno de esos espacios…! Pero ya –con ser Navidad– viene siendo tarde. Más tarde de lo que parece. ¡Si se pudiera dejar el peine fijo para el recreo…! Mas algunos ya solamente son un conjunto de figuras desvaídas coloreadas en sepia. Con polvo. Con el polvo de los años y, a veces, del olvido. Aunque ahora, que es Navidad, los despierten las emociones. Dentro de unos días pasará. Pasarán las Navidades. Quizá habrá otras sin la cantinela insufrible de las bombas. Y la sangre. Y la muerte. Y se solaparán las emociones y la imaginación retornará a donde estaban. Pero, a pesar de todo, quedará una cosa hermosa: habrá servido siquiera por unos días para sobrecogernos. Para emocionarnos con una representación muy particular en el alma. En nuestra intimidad.

Es Navidad. Y fuera suenan las castañuelas y la pandereta española pidiendo en un villancico silencioso un mundo mejor. Sin bombas. Y un año más, volverán a beber los peces en el río. Aunque con ‘Mary la Morena’ ausente.

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