En el contexto político español actual y en el marco de la fiesta cristiana de “Cristo rey” propongo a la consideración de los lectores de EL ADELANTADO una reflexión sobre los fundamentos del Estado liberal moderno, inspirada en el discurso que Benedicto XVI pronunció ante el parlamento de la República Federal Alemana el 22 de septiembre de 2011.
“Desde mi responsabilidad internacional, decía el papa teólogo, quisiera proponerles algunas consideraciones sobre los fundamentos del Estado liberal de derecho. Permítanme que comience mis reflexiones sobre los fundamentos del derecho con un breve relato tomado de la Sagrada Escritura. En el primer Libro de los Reyes, se dice que Dios concedió al joven rey Salomón, con ocasión de su entronización, formular una petición. ¿Qué pedirá el joven soberano en este momento tan importante? ¿Éxito, riqueza, una larga vida, la eliminación de los enemigos?
No pide nada de todo eso. En cambio, suplica: concede a tu siervo un corazón dócil, para que sepa juzgar a tu pueblo y distinguir entre el bien y mal. Con este relato, la Biblia quiere indicarnos lo que en definitiva debe ser importante para un político. Su criterio último, y la motivación para su trabajo como político, no debe ser el éxito y mucho menos el beneficio material”.
Si el lector echa una mirada a los políticos españoles, tanto nacionales como locales de una ladera ideológica o de otra, se encontrará con que muchos buscan el éxito, el beneficio material, el sueldo y pocos el bien común, es decir, no siguen la concepción política que aparece en la sagrada escritura ni en la ética cristiana como describe la doctrina Social de la Iglesia.
¿Cómo debe ser la política, según nuestro interlocutor que refleje la idea política de la enseñanza cristiana? “La política debe ser un compromiso por la justicia y crear así las condiciones básicas para la paz”. Es decir, la razón de la política es buscar la justicia y promover la paz. Es cierto que en un sistema no confesional, los políticos no están obligados a seguir la ética cristiana pero SÍ la humana. Todos aquellos políticos que buscan el enfrentamiento, la división, la violencia responden a la política de índole marxista (lucha y división de clases: no buscan la igualdad) y al carácter liberal (la ley del más fuerte: no les interesan los pobres). En estos casos se trata de una política inhumana.
¿Entonces, es que los políticos deben ser santos y cristianos? No necesariamente, pero sí moralmente justos aunque, como todos los seres humanos, sean pecadores. “Naturalmente, siguiendo a nuestro teólogo, un político buscará el éxito, sin el cual nunca tendría la posibilidad de una acción política efectiva. Pero el éxito está subordinado al criterio de la justicia, a la voluntad de aplicar el derecho y a la comprensión del derecho”.
Sin la búsqueda del derecho, de la justicia y del bien común, el político se convierte en Alibaba que gobierna con cuarenta ladrones cayendo en el riesgo de la corrupción y el nepotismo. “El éxito puede ser también una seducción y, de esta forma, abre la puerta a la falsificación/suplantación del derecho, a la destrucción de la justicia. ‘Quita el derecho y, entonces, ¿qué distingue el Estado de una gran banda de bandidos?’, dijo en cierta ocasión San Agustín”.
Tanto los alemanes (por la época nazi) como los españoles (por la época de la república), sabemos por experiencia que estas palabras no son una mera quimera. Hemos experimentado cómo el poder se separó del derecho, se enfrentó contra él; cómo se pisoteó el derecho, de manera que el Estado se convirtió en el instrumento para la destrucción del derecho; se transformó en una cuadrilla de bandidos muy bien organizada, que podía amenazar el mundo entero y el país español y llevarlo hasta el borde del abismo.
“Servir al derecho y combatir el dominio de la injusticia es y sigue siendo el deber fundamental del político. ¿Cómo podemos reconocer lo que es justo? ¿Cómo podemos distinguir entre el bien y el mal, entre el derecho verdadero y el derecho sólo aparente? La petición salomónica sigue siendo la cuestión decisiva ante la que se encuentra también hoy el político y la política misma.
* Profesor emérito.
