El BigMat Tabanera Lobos se encuentra ante todo un reto: disputar la Segunda Regional A madrileña de rugby, competición en la que comparecen Complutense Cisneros, Alcobendas Rugby o Club Rugby Veterinaria, entre otros. Poca broma.
Los Lobos optaron hace años por competir en Madrid por diferentes cuestiones, monetarias mayormente, que dificultaban su estabilidad como club. Me consta que fue una decisión dura y tomada con la cabeza y no con el corazón.
Pero ese ‘ahorro’ tiene un peaje que, a ojos del que lo ve desde la grada, supone un riesgo de desapego con sus aficionados, entre otras cosas. Los rivales pueden negarse a jugar en Segovia. Y cuanto más avanza la temporada es más fácil que no se desplacen. El reglamento se lo permite al no tratarse el Lobos de un club de la Comunidad de Madrid. Es lícito, éticamente cuestionable y deportivamente injusto.
Equipos representativos de ciudades que están a una hora en coche de Segovia se niegan a venir porque pueden hacerlo al campo alternativo de juego de los segovianos que está en Las Rozas, a veinticinco minutos. Están en su derecho, pero el club segoviano se merece más respeto.
Mucho tiene que compensarle a los Lobos jugar partidos como local fuera de su campo. En lo deportivo, al menos, no hay que saber mucho para comprender que un partido que se pierde por tres puntos en el exilio se podía haber ganado en casa.
El RAC Lobos trabaja muy bien la base y ese es el camino. Los que estuvieron antes en el club y los que están ahora muestran respeto por los valores inherentes a un deporte que no es como los demás. No sé si puede decirse lo mismo de algunos de sus compañeros de viaje del otro lado de la sierra.
