El verano es un período en el que las ligas de los diferentes deportes están en estado de letargo. Sin embargo, es la época ideal para celebrar campeonatos de toda índole. Entre los disputados, el Campeonato del Mundo de Fútbol femenino ha constituido uno de los hitos informativos más comentado.
Son varias las conclusiones que se han podido extraer tras la consecución del primer mundial en su categoría absoluta. Primeramente, se demuestra el gen competitivo que demuestran nuestros deportistas cuando tienen que enfrentarse a los rivales, practiquen el deporte que practiquen. Sin ser una de las selecciones favoritas, demostró que con buen juego y carácter se fue consiguiendo pasar de ronda hasta lograr vencer en la final.
En segundo, se han roto muchas barreras psicológicas que impedían entender a muchas personas que el fútbol podía ser practicado por las mujeres. La tradición en España, impuesta décadas atrás, había impuesto un modelo de mujer que la alejaba de la práctica de ciertos deportes, como este caso del fútbol.
En tercer lugar, se ha demostrado que dentro de la Real Federación de Fútbol, aunque ya se han cosechado éxitos en los campeonatos femeninos de las categorías de formación, se sigue manteniendo la idea de que las chicas son algo secundario en su organización.
En cuarto, que, para tener un cargo representativo de una institución, como la presidencia de esta Federación, hay que saber guardar las formas en los actos públicos y no dejarse llevar de la euforia, como fue el caso de Luis Rubiales. Su comportamiento nos avergonzó a todos.
Y quinto, hay que valorar en su justa medida al deporte femenino, en todas sus especialidades. Sus últimos logros, en forma de medallas, son el fruto de un gran trabajo de las deportistas, los cuerpos técnicos y gestores. Por eso, hay que regular profesionalmente a la élite de cada una de ellas, y no sólo la del fútbol.
