Los portugueses acuden hoy a las urnas para elegir a su próximo presidente en unos comicios que tienen como telón de fondo la crisis económica, y en los que los ciudadanos deberán decidir entre la continuidad que ofrece Aníbal Cavaco Silva y el cambio que propugnan el resto de candidatos.
La elección del próximo jefe de Estado se antoja crucial para el país, objetivo declarado de los mercados internacionales, que especulan con la posibilidad de que el Estado luso sea el próximo en recurrir a la ayuda externa, después de Grecia e Irlanda.
El primer ministro socialista, José Sócrates, rechaza rotundamente esta opción, mientras que el principal grupo de la oposición, el Partido Social Demócrata (PSD, de centroderecha), ya anunció que reclamará elecciones legislativas si finalmente se recurre a la ayuda de la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional.
En este contexto de discrepancia política y fragilidad económica, la decisión está en reelegir al actual jefe de Estado, el conservador Cavaco Silva -apoyado por el PSD-, escoger al candidato socialista, Manuel Alegre -avalado por su partido y los marxistas del Bloque de Izquierda-, o respaldar a alguno de los otros cuatro aspirantes, de izquierdas que, según los sondeos, partían con escasos apoyos del electorado y otros grupos.
En la primera parte de los cinco años de mandato de Cavaco, su relación con Sócrates estuvo marcada por la cordialidad, aunque con el paso del tiempo acabó por deteriorarse y las diferencias se evidenciaron también en las dos semanas de campaña electoral.
La cohabitación entre el líder socialista y el conservador está en sus peores momentos mientras la falta de consenso parlamentario para enfrentar la crisis económica puede provocar unas elecciones legislativas anticipadas. Este temor, expresado públicamente por los socialistas lusos, llevó a Cavaco a precisar en la campaña que no está entre sus planes disolver el Parlamento y derribar así al Ejecutivo de Sócrates.
El actual presidente de Portugal lidera con una clara ventaja las encuestas, que le dan un mínimo del 54 por ciento de los apoyos, cuatro puntos más de los que necesita para salir reelegido, y advirtió de que recurrir a una segunda vuelta perjudicaría a Portugal ante los mercados internacionales.
Una postura contraria a la que defiende el socialista Manuel Alegre, a quien los sondeos asignan en torno a un 20-25 por ciento de las papeletas, consciente de que sus opciones pasan por alcanzar la segunda ronda y competir solo con el aspirante conservador para capitalizar los votos de la izquierda.
A falta de buenas ideas para atraer a los electores a las urnas, la campaña electoral ha tenido un perfil bajo por la recesión, y se caracterizó, sin embargo, por el continuo intercambio de acusaciones entre los candidatos.
