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El palacio de los Marqueses de Quintanar

por Carlos Arnanz Ruiz
9 de octubre de 2023
en Tribuna
CARLOS ARNANZ
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Aunque este artículo lleva el mismo formato que los titulados QUE SE SEPA, no pertenece a esta serie, siendo el dicho formato, una casualidad. Los avispados lectores notarán la diferencia entre una literatura y otra con simplemente entrar en los temas.

De este singular edificio podrían decirse muchas cosas. Pero he de resumirlas a tan solo el contenido de tres mini-capítulos a los que he puesto por título AQUELLOS CURSOS DE VERANO, LA NORMAL DE MAESTRAS y ENRIQUE GRAN.

Los espacios interiores de este palacio han sido reformados y convertidos en un CENTRO INTERDISCIPLINAR dedicado al DISEÑO GRÁFICO E INDUSTRIAL. Pertenece a la Junta de Castilla y León. Ofrece exposiciones temporales de atrevidos montajes verdaderamente llamativos.

Pero a pesar de las reformas aun se conservan venerables paredes, el patio columnado… No estoy seguro de la esquila, ni del banco, ni del pozo…pero sí de las escaleras, el jardín, menos cuidado entonces, con su fuente y varias puertas, ventanas y otros muchos detalles entrañables.

Sigue, pues, siendo un santuario de la diversidad, glorificado, sobre todo, por los importantes acontecimientos que aquí han tenido lugar y siguen teniendo. Veamos:

AQUELLOS CURSOS DE VERANO
En 1946? Se crearon al socaire de la Universidad Popular Segoviana unos cursos de verano para extranjeros con ubicación en el PALACIO DE QUINTANAR. Tenían lugar durante el mes de julio o agosto, no lo recuerdo bien. Y me incorporé a ellos a partir de 1952, cuando contaba 16 años de edad.

Venían a Segovia a conocer nuestra cultura pero principalmente la lengua castellana, universitarios de ambos sexos de Francia, Italia, Inglaterra, Alemania, nórdicos y alguna hebrea con la que hice buenas migas.

En pleno régimen del general Franco, esto era ALGO EXCEPCIONAL, porque aquel medio centenar de estudiantes, no solo pertenecía a diversos países, sino que cultivaba diferentes formas de pensar, al tiempo en que practicaba distintas religiones o ninguna.

En calidad de ADHERIDOS los organizadores invitaban a quince o veinte segovianos, como yo, para una convivencia “extraescolar”, especialmente idiomática. Nosotros no acudíamos a sus clases pero si a las lecciones magistrales que se daban en San Quirce y en las que intervenían personalidades de la talla del Marqués de Lozoya o Menéndez Pidal. El alma mater era el inefable D. Luis Felipe de Peñalosa y Contreras, Vizconde de Altamira. Él era el secretario y nos facilitaba gratuitamente una tarjetita, sin foto, como credencial.

No puedo por menos de subrayar que aquellos cursos de verno, el cine (aunque censurado, a buen entendedor pocas palabras bastan y si una imagen vale mil de éstas…), los libros de mi padre, mi abuelo y los que, por mi parte, adquirí, fueron los tres pilares fundamentales de mi formación cultural con muy escasa influencia doctrinal.

Se hacían varias excursiones durante aquellos cursos por la Ruta de los castillos, a EL Escorial, Ávila, el Museo del Prado. Y se clausuraban con una fiesta de disfraces en el patio columnado.

LA NORMAL DE MAESTRAS
Solía decir mi esposa, maestrilla titulada en este centro, que tanto en el mismo como en el entorno olía a pedagogía. También cuando en alguna reunión se congregaba un grupo más o menos numerosos de maestros. Lo de llamarse profesores vendría después. Las chicas acudían a clase por las mañanas y los chicos por las tardes.

Las alumnas, según y cómo, apostaban espías en las ventanas de la Plaza del Conde de Cheste y controlaban el paso de la gente a su conveniencia, principalmente de los chicos. Cuando pasaba alguno de su interés gritaban el nombre de la “correspondiente” y podría imaginarse el rubor de sus mejillas. Entonces el guirigay podía escucharse hasta en la Plaza de los Zuloaga.

Ahora, cuando visito las exposiciones de Diseño Gráfico e Industrial no puedo por menos de retrotraerme a ciertos recuerdos de aquellos tiempos pasados en los que, por supuesto, ya no queda el menor olor a pedagogía.

Es el Magisterio, en mi opinión, la mejor profesión de este mundo. Enseñar al que no sabe. Total nada. Vaya en estas líneas mi humilde reconocimiento a cuantos se han dedicado a este esencial cometido.

ENRIQUE GRAN Y ANTONIO LÓPEZ
La reciente noticia de que el gran pintor ANTONIO LÓPEZ ha vuelto a montar su caballete en la Puerta del Sol de Madrid, me trajo la idea de visitarle de inmediato. No soy dado a alabanzas sino las justas y muy contadas. Creo que tenemos la obligación de dar lo mejor que podamos. Pero reconozco que este artista me inspira una especial devoción y no solo por su arte, sino por lo que conozco de sus valores humanos.

Al pronto, me di cuenta de que visitarle en pleno trabajo sería interrumpirle, molestarle en suma. Y, por otro lado, cómo saber si podría encontrarle o no y en qué momentos estaría en tan popular plaza. Igual, un cerco policial impediría que nadie se acercara a tan notable pintor.

Reprimidos estos primeros impulsos por la más elemental prudencia, pensé en lo que podía haberle dicho: Un saludo respetuoso, en primer lugar. Y mi presentación como efímero amigo de su íntimo amigo ENRIQUE GRAN.

Este magnífico pintor, (Santander 1928-Madrid 1999), impresionista abstracto y con obra en importantes museos, mantuvo una excelente amistad con Antonio López. En la película El sol del membrillo, dirigida por Víctor Erice, éste y Enrique Gran, sostienen varias conversaciones muy interesantes. Conversaciones que salvando la distancia, tienen un punto de similitud con las mantenidas entre Enrique y yo, como luego se verá.

En uno de los cursos del PALACIO DE QUINTANAR, allá por 1953/54 que coincidía con el CURSO DE PINTORES PENSIONADOS, hice amistad con ENRIQUE GRAN, 8 años mayor que yo. Esto de tener amigos 8 o 10 años más que yo ha sido una constante en toda mi vida. Sería larga la lista de éstos y muy corta la de los iguales o menores.

Enrique me hacía preguntas y yo se las contestaba. Por lo regular eran sobre Segovia en sus distintos aspectos. Mostraba un cierto aire de desaliño propio de un pintor en ejercicio y parecía como si estuviera ausente. Como si su mente estuviera conmigo a la vez de estar procesando la conversación para extraer de ella algo de interés. Me apreciaba y yo también a él. Fue breve, pero intensa nuestra amistad. No concibo los cursos de verano sin el recuerdo añadido de Enrique Gran, con el de Pintores, juntos, pero no revueltos.

Enrique Gran falleció en el incendio de su residencia. No es este gran artista la única persona allegada que fallece en el incendio de su domicilio. El notable poeta guatemalteco Carlos Zipfel y García, editor de la revista GUATEMALA COMERCIAL que hacia finales de los 50 publicó mis primeros artículos, también murió así. EL ADELANTADO DE SEGOVIA ha publicado en varias ocasiones versos de Carlos Zipfel refiriéndose a Segovia.

—
* Académico Honorario de San Quirce.

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Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

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