Cuando en el mes de julio de 2011, a petición de la directora de El Adelantado de Segovia, comencé a escribir en este periódico, no pensé que mi ininterrumpida colaboración, primero semanal durante cinco años y el resto del tiempo quincenal, iba a durar más de doce. Como cada cosa tiene su tiempo, después de madurarlo y conociendo mis limitaciones, creo que debo dejarlo, al menos en esta colaboración continuada. Agradezco que me dejen abierta una puerta a colaboraciones puntuales en el futuro. .Me releva Jesús Riaza, párroco de la Parroquia del Cristo del Mercado, a quien agradezco su compromiso. Le irán descubriendo poco a poco como un buen compañero de camino.
Lo dejo en un momento apasionante de la vida de la Iglesia. Estamos inmersos en un Sínodo que, entre otras novedades, ha pasado de evento a proceso, que va a durar tres años. El Papa Francisco de forma creativa ha impulsado una nueva forma de participar activamente en la vida eclesial. De lo que eran los Sínodos de Obispos, quince en total desde el final del Concilio Vaticano IIº, al actual que se denomina el Sínodo de la Sinodalidad, y en el que está involucrado todo el Pueblo de Dios en todas sus fases, con dos Asambleas. Una se está celebrando del 4 al 29 de octubre, con la participación por primera vez de un 25% formado por no obispos, entre el que habrá mujeres con derecho a voz y voto y la otra en Octubre de 2024. Esto supone un gran cambio que no está terminado. “El camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio”, afirma el Papa.
“En este proceso sinodal, indica Cristina Inogés, teóloga, participante en la Asamblea sinodal por nombramiento directo del Papa, no estamos ante un cambio por un cambio, ni ante un proceso de pan y circo que nos va a entretener tres años (que algunos lo viven esperando que desaparezca este Papa). Estamos ante una necesidad vital para la Iglesia que ha suscitado el Espíritu, porque, aunque a algunas personas les cueste creerlo, nos estamos jugando el futuro de la Iglesia… y su poquísima credibilidad en este momento.
En la Iglesia y la historia es testigo de ello, hemos hecho muchas cosas buenas, que no hemos sabido contar y seguimos sin saber hacerlo. Por eso, muchas personas en este momento siguen sin saber cuánto bien ha hecho la Iglesia, que –recuerdo-somos todos. Y juzgan desde apariencias sesgadas e interpretadas a voluntad de unos cuantos. Pero también hay heridas muy profundas en esta Iglesia que solo podrán ser curadas saliendo a la luz. Y tardarán más en ser perdonadas y no todas lo serán y eso es algo que tendremos que asumir y, sobre todo, no juzgar”.
“Por eso mismo, nos dice esta misma teóloga, tenemos que vivir un proceso pascual, por pura responsabilidad. Debemos morir porque es la única manera de poder resucitar. Que muramos sabrosamente, como podemos aprender de Teresa de Jesús en la quinta morada, es decir, que muramos consciente y alegremente para pasar de la Iglesia del ‘yo’ a la Iglesia del ‘nosotros’; de la Iglesia del ‘poder’ a la Iglesia del ‘servicio y de la autoridad’; de la Iglesia de los ‘ordenados’ a la Iglesia de los ‘bautizados’; de la ‘Iglesia- Institución’ a la ‘Iglesia Comunidad- Cuerpo Místico de Cristo’; o que muramos “pataleando” –si se me permite la expresión coloquial–, será algo a tener muy en cuenta porque, con la actitud y forma en que lo hagamos, estaremos enviando un poderoso mensaje a la sociedad en la que vivimos. Morir a la idea de que lo vamos a conseguir, lo vamos a hacer por nuestros propios medios, y resucitar a saber fiarnos del Espíritu como único Guía”.
Escribir en el periódico ha sido una experiencia en ocasiones dura, pero siempre estimulante y gratificante. Lo he vivido con responsabilidad y como un privilegio que se me concedió sin buscarlo. Si en algo les he ayudado, “miel sobre hojuelas”. Gracias por esta oportunidad regalada y el aliento, incluso a veces en forma de crítica, recibido en estos años. Seguimos caminando.
