Una de las frases más manidas a la hora de definir a un artista sobre el escenario es aludir a su «sentido del espectáculo» a la hora de pisar las tablas para mostrar su oferta en las mejores condiciones para ser recordada por el público. Aunque no soy muy amigo de tópicos, al concluir el concierto que Amistades Peligrosas ofreció en la noche del sábado en la Sala Hook vinieron a mi cabeza estas tres palabras que definen una forma de concebir la relación con el público de un tipo ecléctico e interesante como es Alberto Comesaña.
El ciclo «Quiero tener tu presencia», organizado de la mano de Histéricas Grabaciones, volvió a ofrecer otro regalo con la presencia de uno de los iconos del pop comercial de los 90, capaz de reinventarse a si mismo tras distintos avatares, en esta ocasión acompañado por la presencia y el magnetismo de la voz de Yolanda Yone. Como no puede ser de otra manera, Comesaña sabe que el tributo a la nostalgia es el fundamento de cualquiera de sus conciertos, pero es capaz de explotar este sentimiento sin hacerlo trizas tejiendo un fino pero resistente hilo de comunicación con el público con sus peculiares monólogos entre canción y canción.
También ayuda una cierta tensión sexual con su compañera, que en su día supo canalizar con Cristina del Valle y que recupera con Yone, que demostró ser poseedora de una magnífica voz, llena de matices.
Pudimos oír interesantes versiones de canciones como «Me haces tanto bien», «Estoy por ti» o «Me quedaré solo», acompañadas por el teclado de Manolo Gil, y otras canciones pregrabadas, aunque en esta ocasión más efectistas que efectivas. El balance, francamente positivo y sobre todo, muy fiel a la filosofía de este pequeño ciclo de conciertos que ya no volverá hasta el año que viene con la presencia de Tennesse, otro de los míticos grupos del rockabilly y el rock en aquella década maravillosa.
