He terminado bajo una dolorosa impresión después de disfrutar de una plácida tarde semi-veraniega en la terracita de un bar junto al busto de Lope de la Calle, en la recoleta plaza de San Facundo.
La penosa impresión me la han causado numerosas personas por su absoluta y reprobable indisciplina y completo olvido del mínimo comportamiento cívico que debían mantener a la hora de caminar por las calles, y especialmente en zonas como ésta donde confluyen varias vías y hay circulación automovilística en varias direcciones.
Salvo algunas excepciones, un buen número de caminantes, de todas las edades, cruzaron indebidamente por la parte central sobre línea continua, haciendo caso omiso de los pasos de peatones perfectamente visibles, y hasta una jovencita, teléfono en mano, “paseándose” sobre la raya continua de la calle de San Agustín.
Un auténtico ejemplo de indisciplina y de ignorar las más elementales normas de circulación.
Punto y aparte fue, también, el altísimo número de turismos que cruzaron en todas las direcciones posibles. Está visto que es precisa una regulación más estricta de la circulación rodada, teniendo en cuentas las prohibiciones que existen pero que se demuestra que no valen para nada, o bien ante el nulo caso de algunos conductores o bien por haber llegado forasteros a puntos prohibidos desde la misma plaza de la Artillería.
Tema asimismo a tratar será el de las lanzaderas, pues no parece muy congruente que los autobuses normales descarguen al final de la calle de Ochoa Ondátegui y quien tiene que tomar una lanzadera se vea obligado a cruzar a lo largo del Acueducto para acceder al vehículo al pie de la calle de San Juan.
Ya ha habido protestas en este sentido, pero tampoco deben ser normales porque estamos en un período de pruebas para, si es posible, llegar a conclusiones favorables y cómodas para todos. Parece que lo más razonable sería disponer del número necesario de buses pequeños para que únicamente accedieran a Colón dos o tres de los habituales de determinadas líneas que cuentan con mayor número de viajeros.
En fin, que el tema es un tanto “peliagudo”, digno de pensar y meditar mucho para poder tomas unas decisiones favorables a todos, cosa no fácil, desde luego.
Pero hay que insistir en la indisciplina de muchos peatones por ignorar lo que debieran cumplir a rajatabla. Cosa tampoco fácil por la indiferencia que tienen muchas personas hacia sus obligaciones de ciudadanos.
Ante situaciones como éstas, y pensando en la precaución de los peatones al circular por nuestras calles, queda claro que cuanto se haga en los centros escolares para enseñar a los alumnos las más elementales normas de urbanismo, será poco. Aparte de que también en sus familias deben encontrar ese apoyo y orientaciones para que, desde pequeños, aprendan a caminar guardando las más elementales reglas de urbanidad y comportamiento.
Las indicaciones de los agentes nunca serán suficientes si de nuestra parte no procuramos cumplir como es debido. Queda, pues, mucho por aprender y por poner en práctica y demostrar el buen deseo que tenemos de ser conscientes sobre nuestros deberes ciudadanos.
En cuanto a la regulación del tráfico, mucho ojo porque en ciudades donde había una total prohibición al paso de automóviles, como ocurría hasta ahora en Berlín en cuanto a su principal avenida para dar total preferencia en ella a los carril-bici, el nuevo alcalde atiende a numerosas peticiones de comercios y vecinos de la avenida, la Friedrichstrasse, y respetando las bicicletas, acaba de abrir también paso a los automóviles. Problemas asimismo “peliagudos” en todas partes.
