PRIMER MOVIMIENTO:Nocturno póstumo, Chopin
La exquisitez hasta el último instante, nada puede interrumpir una actitud ante la vida, aunque se trate de una despedida. Se detiene la mañana para ser todas las mañanas del mundo recorrido, todas las miradas hondas que convertiste en paisajes del alma. Entre el fulgor azul del cielo velazqueño de Madrid -aire transparente de nuestra “Sierra Culta”- brotan nubes de septiembre como las que hiciste tuyas dándole hospitalidad y luz terrestre a la danza del pensamiento, a la música de la existencia en tu obra. Tu obra, destellos aurorales que arrastran el misterio de la noche oscura, desciende ahora hasta el temblor crepuscular del pensamiento, ese estado intermedio donde los sueños y el tiempo germinan ya en el otro lado de las horas. Atravesabas el libro metafórico y su temblor, amigo querido, después de habernos enseñado, tantas veces, cómo alcanzar, con los dedos del alma, la belleza. Tu naturaleza de místico hedonista también se muestra ahí, en el último instante, en la celebración de la última plenitud existencial que escribe la palabra “fin” a la sombra de las flores y de los versos. Ese Nocturno, exquisitez…
(Sonreirías ahora, te brillarían los ojos; sonreímos, nos brillan los ojos).
SEGUNDO MOVIMIENTO: Ave María, Schubert
Acólito de la grandeza, esa que no renuncia ni a la vulnerabilidad humana ni al quebranto, sino que se rebela y salva, en el corazón, cada fragmento de libertad herida. Amabas esa voz que lo dice, la que empapa de hermosura, la que abre celdas sin comedimiento, la que bifurca los senderos y se arriesga al vuelo y a los jardines. Amabas las escalas que nos exigen mirar hacia lo alto y reconocernos en su espejo sin renunciar ni a nuestra fragilidad ni a nuestras desdichas, para no tener que renunciar ni a la felicidad ni a la primavera: una a una en los lienzos, en las tablas, en los pinceles, en la caja donde guardabas fotografías y cantos poseídos por el duende que sube por dentro desde la planta de los pies. En las últimas habitaciones de la sangre, Ave María…
(Un silencio: serán y veinte o menos veinte, ¿no?).
TERCER MOVIMIENTO:“Dueto de Adán y Eva” (La creación), Haydn
Es así que la piedra y el centro ejercen de guía y de horizonte. La piedra, con su peso cósmico, se convierte en simiente de una forma, de una morada, de un testimonio creador; el centro lo pone tu desierto, Jesús. Empieza el relato de tu no estar estando toda ciencia trascendiendo, la narración de un nunca más contigo señalando el horizonte que observa cómo lo observamos… Una constelación del mismo signo, catasterismo tú: Madrid, Segovia, Ronda, Beato Angelico, el color de la arena de un reloj… Ya estás examinado en el amor; habrá habido loas, aplausos, y sin duda una luciérnaga alumbrando tu estado incipiente: nihil amicitia praestabilius putetis. Nada se me ocurre más valioso que la amistad, que tu amistad. Muchas gracias, siempre, por haberme dejado recorrer junto a ti jornadas imprescindibles del camino.
(Eva canta: El frescor de la tarde… Adán canta: La luz de la mañana… Así quisiste que acabara).
Marifé Santiago-Bolaños
Poeta, filósofa.
