El comienzo ayer en la Audiencia Nacional del enésimo juicio contra el ex líder de Batasuna Arnaldo Otegi, en esta ocasión a cuenta de su participación en el ya célebre mitin del que salió la denominada Declaración de Anoeta, no propició demasiadas sorpresas procesales, más allá quizá del estupor que produce que se pidan ahora responsabilidades por hechos de 2004, pero sí sirvió para poner de relieve la situación casi esquizofrénica que se vive en España a cuenta de la dicotomía, cada vez más difusa, entre la lucha antiterrorista y la tantas veces negada como intuida negociación política con los asesinos.
Así, mientras PP y PSOE reafirmaban su pacto en el País Vasco y reclamaban «responsabilidad y prudencia» para no perjudicar el combate contra los pistoleros, hoy será el propio presidente de los socialistas de la región norteña, Jesús Eguiguren, quien declarará como testigo de la defensa de Otegi.
Mientras, el que fuera durante muchos años cabeza visible del brazo armado de ETA se permitía el lujo de proclamar ante el juez que el acto celebrado en el velódromo donostiarra no estaba tutelado por la banda y que, no obstante, el PSOE conocía perfectamente su celebración y el contenido de lo que allí se trató. De hecho, Otegi agregó que «hasta el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero», estaba pendiente del contenido de su discurso ante los abertzales.
En palabras del también proetarra Joseba Álvarez, a quien del mismo modo se acusa de enaltecimiento del terrorismo, como a Joseba Permach, el proyecto que se plasmó en la Declaración de Anoeta era «una propuesta de paz», pero, tal como explicó luego Otegi, no se pretendía homenajear a ETA ni «realizar ninguna concesión política» a la banda. Se trataba «de poner «poner blanco sobre negro una solución al conflicto con el Estado español».
«Estrategia tramposa»
Tal retórica, por lo demás habitual desde tiempos inmemoriales entre los lacayos políticos de los asesinos, en el Foro de Ermua, que ejerce la acusación popular contra Otegi y que, a través de su presidenta, Inma Castilla de Cortázar, dejó bien claro que las declaraciones del batasuno ponen de manifiesto que «la negociación de la primera legislatura se ha mantenido» y que sus «objetivos de fondo» siguen vigentes. Además, recordó que el acto de Anoeta no fue una reunión baladí, puesto que logró que la banda sintiera de nuevo «legitimada por un Gobierno irresponsable en una estrategia absolutamente tramposa y oscura».
«Otegi expuso a ETA las nuevas expectativas que se le abrían a la banda en el proceso de negociación del Gobierno y del PSE con ETA», resumió Castilla de Cortázar.
