Con el líder libio, Muamar el Gadafi, aún en paradero desconocido, las fuerzas insurrectas lograron ayer quebrar la resistencia de su fortaleza en Trípoli, donde parece que se libra una de las últimas batallas por el control definitivo de la capital.
Según fuentes de los rebeldes, casi toda la ciudad está ya en su poder, y solo algunos focos en diferentes barrios de la urbe, incluida la propia fortaleza de Bab al Aiziziya, resisten aún el avance.
Aunque las noticias son confusas, parece que una partida de hombres armados logró penetrar en el interior del complejo presidencial, donde el estruendo de las balas se mezcló con los vítores del triunfo. Con los fusiles en alto y el júbilo escrito en el rostro, los insurgentes comenzaron a gritar «Alá es el más grande. Bab al Aziziya ha caído, Trípoli es libre».
Las imágenes proporcionadas por las televisiones árabes muestran, por su parte, grupos de milicianos que se pasean por el interior de la fortaleza, donde al parecer no se escondía ni el líder libio ni sus hijos.
Los opositores buscan ahora, entre escombros y columnas de humo negro, leales del régimen a los que desarmar y símbolos del dictador que arrasar.
Diferente parece la situación en el barrio de Al Mansura y en los alrededores de la Plaza Verde, donde las tropas leales al dictador aún presentan batalla. Allí, las tropas de Gadafi han atacado con artillería pesada la plaza Verde -denominada por los sublevados plaza de los Mártires-.
En el este de la ciudad, los alzados parecen avanzar con paso firme hacia la terminal petrolera de Ras Lanuf, tras arrebatar la ciudad costera de Ageila a los soldados gadafistas.
Según líderes militares rebeldes, sus hombres ya controlan más del 80 por ciento del país.
Mientras los insurgentes se afanan en ello, las conjeturas sobre el destino de Gadafi y de sus hijos más belicosos prosiguen en medio de la confusión.
La única noticia que se tiene a la fecha fue proporcionada el lunes por el presidente de la Federación Internacional de Ajedrez, Kirsán Iliumzhínov, quien indicó que el coronel, compañero de tablero, le llamó por teléfono para anunciarle que está «sano y salvo» y que no se dejará atrapar. Asimismo, detalló que el dictador se mostró confiado en la victoria, al tiempo que remarcó que «no nos pueden localizar», refiriéndose también a su hijo mayor, Mohamed, quien escapó de las fuerzas rebeldes.
Por su parte, la OTAN mostraba su pesimismo, ya que «no tiene ni idea» de dónde se encuentra el dirigente, aunque insistió en que el coronel no es uno de los objetivos prioritarios.
Reuniones
Mientras el régimen, tras 42 años, parece comenzar a desmoronarse de manera definitiva, la comunidad internacional empieza a prepararse para una transición que se prevé larga, compleja y difícil.
Así, la ONU anunció que ha convocado una reunión para el viernes en Nueva York para analizar la situación en Libia y estudiar la respuesta de la comunidad internacional.
