Pocos momentos hay tan gratificantes como cuando al abrir El Adelantado te encuentras con alguno de los trabajos de Juan Manuel Santamaría. Es lo más satisfactorio del día. Lo cierto es que la calidad de sus artículos me animó a releer su libro “El cinturón verde de Segovia” cuyo subtítulo es “Árboles para una ciudad”. Y en ello estoy.
Juan Manuel, además de antiguo compañero del Instituto Mariano Quintanilla, es una excelente persona, un sabio historiador que combina su estancia en los archivos con sus paseos por la ciudad y es -entre otras cosas-, un enamorado de los árboles.
Guardo en mi memoria, entre mis recuerdos preferidos, una visita que nos preparó a los jardines de La Granja a mi mujer, a mis hijos y a mi hermana. Fue algo sensacional e inolvidable. Su conocimiento de los árboles con su sencillez y entrañable manera de describirlos son características de Juan Manuel a las que acompañan su modestia y su bonhomía. Nunca había dado un paseo tan agradable y tan instructivo por allí.
Para que nos hagamos una idea de lo que piensa, recojo una frase suya: “los árboles de Segovia son tan característicos de su paisaje como lo pueden ser los más bellos de sus edificios”. Y esto viene a cuento porque todavía recuerdo cuando se encadenó a un olmo en el Paseo Nuevo antes de la tala ordenada por los técnicos debido a la grafiosis, enfermedad que se llevó por delante una cantidad ingente de olmos en Europa. En aquel momento yo era concejal y me debatía entre la simpatía que sentía por su actitud y mi deber de acatar los acuerdos de la corporación municipal.
Era Juan Manuel un joven dinámico y entusiasta que se resistía ante una decisión que le parecía injusta, y que atacaba a aquello a lo que él tanto quería: los árboles. Al final se talaron todos los olmos excepto uno que salvó el responsable de la empresa que los cortó ( el bueno de Rafael Lois, Falele para los amigos) y al que en la actualidad han colocado un semáforo justo debajo, quizá como venganza del Ayuntamiento para que soporte la polución de los automóviles que tienen que parar y arrancar.
Juan Manuel me regaló su libro con una dedicatoria que dice: “Para Javier. Que puede hacer… Afectuosamente, Juan Manuel Santamaría. 29/1/1980”. Por desgracia nada se pudo hacer para salvar esos olmos que en mi caso son una parte importante de los recuerdos de la infancia y adolescencia.
Los artículos de Juan Manuel los leo casi con devoción porque me lo imagino contándomelos con su sonrisa y amabilidad. Por eso me he propuesto volver a visitar los paseos, alamedas, parques y jardines que con tanto cariño describe en su libro. Por supuesto sin olvidar ojear el apéndice de árboles y arbustos donde está el detallado cómputo de los ejemplares existentes, aunque con la humildad que le caracteriza dice que el conteo es sólo indicativo.
Un abrazo Juan Manuel y sigo esperando nuevos artículos para conocer aspectos interesantes de nuestra bella ciudad.
