El pasado 26 de julio se celebró el aniversario del nacimiento de Antonio Machado. El poeta, nacido en Sevilla, llegó a Segovia en 1919 donde vivió hasta 1932. Durante trece años ocupó la cátedra de francés en el “Instituto General y Técnico” (hoy, “Instituto Mariano Quintanilla”). Fue un profesor de buen talante, “humano y comprensivo”. Así lo atestiguan las páginas de El Adelantado con motivo de su 115 aniversario, destacando la gran amistad surgida entre el poeta y la ciudad: “poco a poco la ciudad fue ganando al escritor, Segovia rimaba bien con el carácter machadiano”. No es de extrañar que Machado, enamorado de esta ciudad, se implicase en la creación de la Universidad Popular, que fundada en 1919, ocupó el edificio reconstruido de una antigua iglesia; en la actualidad sede de la “Real Academia de Historia y Arte de San Quirce”. Transcurrido un siglo, la institución sigue empeñada en la noble tarea de promoción cultural, tan apreciada en esta ciudad románica de espíritu romántico.
Como ningún otro poeta, Machado supo captar el paisaje castellano que plasmó en versos cristalinos en sintonía con el alma de la tierra. “Campos de Castilla” es una recreación poética del sobrio paisaje castellano. En “A orillas del Duero”, el caminante solitario nos habla de sus impresiones visuales: “Trepaba por los cerros que habitan las rapaces/ aves de altura, hollando las hierbas montaraces / de fuerte olor -romero, tomillo, salvia, espliego-. / Sobre los agrios campos caía un sol de fuego”. (…) “Veía el horizonte cerrado por colinas/ obscuras, coronadas de robles y de encinas”. Los versos reflejan las imágenes de una naturaleza agreste y sincera.
Lamentablemente, hoy, ese paisaje de la meseta castellana ha sido hollado por la industria y la codicia. Está lejos de ser aquel que hirió el alma poética de Machado. Hace años que los robles, pinos y encinas compiten con grandes torres de acero de más de 30 metros que agitan sus brazos amenazando la bella quietud del paisaje. El azul intenso del horizonte palidece por los enjambres de aerogeneradores que se agitan inquietos. En el páramo, se divisan las torres de las viejas iglesias humilladas bajo columnas de acero. El continuo murmullo de las máquinas ahoga el canto de los pájaros. Los brazos que giran incesantes rompen fatalmente el vuelo de las aves, víctimas de la maquinaria despiadada.
Estos son los frutos amargos del descontrol técnico y el afán de lucro. La prestigiosa revista de información ambiental “Quercus” denuncia el despliegue masivo de aerogeneradores que impiden la reintroducción del “quebrantahuesos”; proyecto financiado por la Unión Europea. Nueve mil animales han muerto en España víctimas de los complejos eólicos. En los parques de Aragón y Navarra, han perecido 1 387 buitres leonados, 6 alimoches, 7 buitres leonados 30 águilas reales, 58 águilas culebreras y 76 milanos reales. En estas tierras, se anuncia un proyecto similar para la conservación del “aguilucho cenizo” (de futuro incierto).
Ante este panorama, es obligado preguntar por la acción efectiva de los ecologistas enmudecidos. ¿Su silencio tendrá algo que ver con la promoción de parques eólicos del Ministerio de Transición? Siempre obediente a la inexorable “agenda 2030”. Nos topamos, una vez más, con la política dogmática del gobierno impulsor, al servicio de los dictados de la comisaria europea y aristócrata activista Úrsula von der Layen. ¿Qué hace la Junta de Castilla y León a este respecto? ¿No debiera ejercer mayor control sobre la implantación de tales artefactos que empobrecen el paisaje, perjudicando al turismo y comprometen el porvenir ecológico del territorio autonómico? La rentabilidad que puede dar la producción de energía al precio de destruir los parajes naturales y la conservación de la fauna es un asunto que han de valorar quienes realizan una inversión para un largo plazo de varias décadas. ¿Piensan en unas condiciones de “financiación oficial” cambiante como se ha demostrado en casos parecidos? Es urgente denunciar la incoherencia de la política europea que dicen proteger la naturaleza, imponiendo la llamada “Ley de Rehabilitación” (LRN), al tiempo que promociona la producción de energía eólica mediante artilugios que arruinan el medio ambiente y degradan el paisaje. Por fortuna y para consuelo menor, nos quedan los inmortales versos de Antonio Machado.
