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Otro apunte sobre el archivo general militar

por Pablo Martín Cantalejo
24 de julio de 2023
en Tribuna
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El pasado 15 de junio se conmemoró solemnemente el Día del Alcázar, con cuyo motivo, fechas después, el 9 de julio, el que fue coronel director del centro, Emilio Monedero Herrero (con el que participé en una “visita guiada” hace años) publicó en este diario un amplísimo y bien documentado informe sobre el contenido y algunas especiales características del Archivo. Me permito abundar en el tema sobre la aparición, también en este diario, bajo mi firma, nada menos que en 1957, de un reportaje ocupando una página tamaño “sábana” entonces, con el título “En el Archivo General Militar del Alcázar se conservan unos 80.000 legajos”. Se contienen en ellos varios millones de expedientes, algunos de los cuales se remontan a 1750, aunque también hay algunos anteriores a ese año.

Y es que puede ser curioso recordar algunos datos de los que entonces (repito que hablo de 1957) narraba, que se completaban 8 años después avisando este periódico de la posibilidad de que el Archivo “se fuera” de Segovia, al no encontrarse lugar adecuado para acoger el volumen de legajos. Al fin todo se solucionó a raíz de la restauración de la “vecina” Casa de la Química, que acogió la mayor parte del contenido. Y la completa confirmación fue en 1998 cuando el pleno del Ayuntamiento aprobó por mayoría la concesión al Archivo de la Medalla de Oro de la Ciudad.

Volvamos atrás, al reportaje de 1957. Numerosas salas del Alcázar eran ocupadas por altas estanterías de madera, donde se amontonaban, bien ordenados, eso sí, los miles de legajos, a los que se habían ido sumando otros precedentes de archivos de Alcalá de Henares, Aranjuez y Guadalajara. Con todo este material trabajaban jefes, oficiales y ayudantes (suboficiales) del Cuerpo Auxiliar de Oficinas Militares.

El Alcázar está en usufructo perpetuo por el Ministerio del Ejército, pero desde que se constituyó el Patronato el 18 de enero de 1951, la fortaleza quedó dividida en tres zonas: una para que la Academia de Artillería pudiera celebrar los actos pertinentes; otra para el Patronato, que podría destinarla al turismo y a las obras precisas de restauración, y una tercera para el Archivo General Militar, para conservar diferentes archivos de la Administración Central del Ejército, y de las capitanías generales, comandancias generales y gobiernos militares. Las 28 salas del archivo estaban, entonces, agrupadas en nueve secciones, según el reglamento y régimen de organización. La sala número cuatro era la mayor de todas, pero la número trece era la que contenía mayor cantidad de legajos: 17.609. Como curiosidad destacable me explicaron la forma de archivar los expedientes personales. Se llevaban varios libros de claves, que facilitaban la localización rápida de expedientes, para salvar la confusión que podría crearse con los que solo tienen el nombre y el primer apellido. Sobre el procedimiento de archivo, me señalaron, por ejemplo, que en las claves no se tenían en cuenta las preposiciones ni los artículos. Así, pues, La Casa, Del Hoyo, De los Ríos, se clasificaban, respectivamente, como Casa, Hoyo y Ríos. De la misma forma en el caso de Lasheras, que se clasificaban en Eras. Y los apellidos que empiezan con las sílabas Ge, Gi, se archivan en la J; la H no se tiene en cuenta, por lo que Hernández se clasificaba en la E; los apellidos con V, con los escritos con B, y los que empezaban por Ze y Zi, pasaban a la letra C.

Para evitar posibles incendios y otras adversidades, no se permitía encender estufas, ni calefacción, ni cualquier otra cosa que pudiera dar origen a incidencias. Asimismo estaba prohibido el uso de luz artificial, por lo que ni existía instalación eléctrica en las salas del archivo, en las que era precisa la utilización de linternas. Lo que sí había eran extintores contra incendios, que se recargaban con frecuencia.

Algunas salas se destinaban al posible trabajo de consulta de investigadores, aunque asimismo bajo la mayor seguridad.

Cabe pensar, pues, lo que suponía de duro el trabajo del personal que se encargaba del archivo, sometido a estas estrictas reglas de seguridad.

Hoy…con arreglo a los tiempos, todo ha cambiado.

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