Mucha gente piensa que estamos ante una sociedad adormecida, anestesiada y desinformada por ciertos medios de comunicación. Pero siendo eso verdad en parte, me parece que han saltado todas las alarmas y los españoles, en legítima defensa, puede que hayan entendido que hasta aquí hemos llegado.
Es público y notorio que existe un gran hartazgo político, por lo que sería interesante que los ciudadanos recordasen las certeras palabras de Víctor Hugo, que señalan que “entre un gobierno que lo hace mal y un pueblo que consiente, hay una cierta complicidad vergonzosa”. No obstante, algunos tenemos la impresión de que muchos electores no van a querer ser cómplices de una situación que puede provocar daños irreversibles, y probablemente apliquen la teoría de Abraham Lincoln : “una papeleta de voto es más fuerte que una bala de fusil”.
Los ciudadanos han visto como los partidos de la liga Frankenstein no estaban dedicados a estudiar los problemas de España y proponer soluciones, sino a sus pequeños intereses cortoplacistas y muchas veces contrarios al interés general. Además, hemos sufrido a un presidente que no ha conseguido entender que el sistema democrático tiene sus propias reglas y hay que cumplirlas, como por ejemplo que gobernar también implica escuchar a la oposición y saber aceptar opiniones discrepantes. En el pasado debate pudimos visualizar la soberbia de un presidente maleducado, cortando e interrumpiendo permanentemente a su adversario y que además no entendió que en ese momento no era más que un simple candidato. Y en lugar de asumir cualquier responsabilidad pasada, ha preferido huir hacia adelante convocando elecciones anticipadas quizá para tergiversar y esconder su propia historia.
Por otra parte, de tanto hablar de la memoria por parte del Gobierno, pudiera suceder que los ciudadanos decidan utilizarla y recordar muchos aspectos relevantes a la hora de votar. Entre ellos, los indultos a golpistas y separatistas, la rebaja de las penas de sedición y malversación, la rebaja de penas y la suelta de violadores y acosadores, los esfuerzos de algunos iluminados para imponernos sus dogmas sobre el feminismo mal entendido, el racismo, el animalismo, el ecologismo y el lenguaje inclusivo; y siempre con una pretendida superioridad moral que algunos confunden con la tiranía ideológica empeñada en instaurar el pensamiento único y erradicar la libertad de pensamiento.
Pero también serán conscientes de la encarnizada lucha que hemos soportado contra el espíritu del 78, contra la Transición, contra la Constitución y contra el abrazo entre hermanos; la presión por colocarnos esa memoria primero Histórica y luego Democrática, cuyo título ya empieza a ser motivo de cuchufleta general; la mentira reiterada y sistemática; la destrucción de controles democráticos; el cinismo y la estulticia de ciertos políticos; los acosadores de opinión que pretenden decidir sobre nuestras necesidades y sobre nuestros comportamientos; los blanqueadores de separatistas y filoetarras; el ataque a la propiedad privada y la defensa de la ocupación de viviendas; el cínico engaño de los inexistentes expertos en la encerrona del Covid; los dos estados de alarma y la suspensión de la actividad del Parlamento declarados ilegales por el Tribunal Constitucional; abusar del decreto ley limitando los derechos y el control de los parlamentarios; asaltar las instituciones en lugar de preservarlas; el hartazgo de un gobierno dividido, errático y deficiente a la hora de legislar; la obsesión por liquidar la España institucional; los ataques al Rey, que es el garante de la unidad de España; pasar de la derrota de ETA a la negociación con ETA; llamar pacificación de Cataluña a lo que es una claudicación del Estado; las exhibiciones de separatistas y filoterroristas presumiendo de contribuir a la gobernabilidad de España y conducir al Gobierno en la dirección que ellos indican; Bildu presentando la ley de vivienda y a antiguos terroristas en las listas electorales; el desprecio a los autónomos y el señalamiento de empresarios; las palabras que contradicen a los hechos, diciendo una cosa y
haciendo la contraria; la desastrosa ley de Educación; el rancio y aburrido populismo; los políticos cuya única meta es eternizarse en el poder; los 440 millones de euros dedicados a publicidad institucional el día que se convocaron las elecciones del 23 J; la infumable y escandalosa deuda pública (esa sí que va como una moto pero en dirección contraria); la mayor caída de la renta de las familias…
Y la peor noticia: el anuncio de Junqueras y Otegui de hacer un referéndum simultáneo por la autodeterminación en Cataluña y País Vasco. Eso, que aparte de pretender la definitiva ruptura de España es un desafío a todos los españoles, va a ser un problema crucial y decisivo si el domingo no sale un gobierno fuerte que les plante cara. Son el rayo que no cesa, aunque quizás en Cataluña ellos también se lleven una sorpresa en estas elecciones.
Resumiendo, hemos tenido un presidente de Gobierno que, además de no querer entender lo que es la división de poderes, ha actuado como si nunca tuviera que dar cuenta de sus actos; pero alguien le tendrá que pedir responsabilidades por el deterioro democrático de España, y también de su propio partido, al que ha hecho cruzar todas las líneas rojas que un partido democrático no debe nunca cruzar. Hay un proverbio que dice que “aunque la malicia oscurezca la verdad, no la puede apagar”.
Quizá por todas estas razones, la sociedad española decida dar una oportunidad a otro gobierno. Y si así fuera, solo nos quedaría esperar que las cosas cambien porque todo el mundo es consciente de que necesitamos un rearme moral, político e institucional en España. Por el bien de todos.
