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Que se sepa

por Carlos Arnanz Ruiz
17 de julio de 2023
en Tribuna
CARLOS ARNANZ
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Haciendo gala de la asertividad más efectiva me permito hacer algunas observaciones sobre ciertos asuntos que, en mi opinión, deben recordarse periódicamente. Son asuntos que no prescriben, o sí, y que podrían despojarse de su envoltura de polvo, si como dijo Borges, “tarde o temprano, vuelven las cosas”.

Ya he dicho en alguna ocasión, que este mundo es una catástrofe ambulante, lamentando no conocer el nombre del creador de la frase. Y que tan extraño ómnibus esférico, viaja incomprensiblemente con una apabullante carga de contradicciones dignas de ser recordadas. Veamos, pues, algunas de tangible cercanía.

HIMNO A SEGOVIA
El excelente poeta Don Luis Martín García Marcos, a quien tuve el honor de conocer en mi niñez por su amistad con mi familia, escribió la letra de esta canción que llevó a la partitura el polifacético músico Don Carlos Martín Crespo.

El Himno a Segovia fue interpretado por primera vez el 3 de junio de 1928, con motivo del Día de Segovia, en el kiosco de la Plaza Mayor de esta ciudad. Desde entonces se ha escuchado en diversas ocasiones y últimamente con mayor frecuencia.

El Consejo de Segovia de COMUNIDAD CASTELLANA, asociación regionalista fundada en 1977, principalmente por intelectuales de las provincias de Castilla (1), aceptó la partitura pero puso reparos a la letra. Una letra que debería unir a los segovianos por sus connotaciones patrióticas pero que, en realidad, los divide por su cuestionada inclinación a la Reina Doña Isabel.

Dice la letra: “Voces de gesta/ la historia canta, /también un himno/ bello y cordial/ por la Segovia/ guerrera y santa,/ que dio las rosas, que dio las rosas de su rosal. (Bis).

Guarda el Alcázar como un joyel, / a la princesa, dulce y sencilla/ y fue una tarde gritó ¡Castilla, /, por la princesa, por la princesa Doña Isabel./

Los comuneros, cuando abatido fue su pendón,/supieron darle al pueblo su corazón,/ y ante el cadalso, a flor de labios una oración/ Y así murieron, dando sus cuellos a la traición. (Bis)
Porque Segovia, como es Castilla,/ hizo a sus hombres y los gastó.”

Estos sentimientos no cuadraban, a juicio de los historiadores locales con el enfado de las mujeres de Segovia que abofetearon a sus hijos para que nunca olvidaran los agravios que la Reina Isabel cometió con esta Comunidad de Ciudad y Tierra.

Por lo cual, redactaron un nuevo texto suprimiendo toda referencia isabelina. Esta versión se llamó LOS SEGOVIANOS y tuvo vigencia en los aproximadamente veinte años que duraron las actividades de COMUNIDAD CASTELLANA.

La nueva versión es menos literaria y más pragmática y dice así: “Vieja Castilla,/ crisol de pueblos:/ la Celtiberia, recio solar,/ funde a los hombres de la Cantabria,/ vascos y godos,/ en una estirpe/ de libertad. (Bis)

Surcan la historia, con lealtad/ a su linaje, los segovianos./ Resueltas lanzas/ portan jinetes, que son villanos, / en pro del fuero/ donde se asienta/ su dignidad. (Bis)

Roto aquel gran anhelo/ de rescatar la Comunidad, llorando está su pueblo/ por Juan Bravo, el capitán./ ¡Apresta hoy, segoviano, tu reciedumbre para vencer;/ unidos trabajemos:/ Castilla aguarda su renacer. (Bis)/ Que a esa Castilla, la de verdad,/ pueblos fraternos abrazarán…”

Hoy Castilla fragmentada y muda, mira su destino fuera de sí misma y la que fuera gran motor de la España medieval y moderna, apenas aparece en los telediarios de difusión nacional.

SENTIRSE Y SER CASTELLANO
Hubo una época, la de la constitución de nuestro ente autonómico, en la que los vallisoletanos decían “sentirse castellanos”. No me parece mal que un gallego, un andaluz e incluso un portugués (a pesar de la célebre frase de: castellanos, portugueses, no os quiera Dios juntos ver) tengan el impulso de sentirse como tal. Yo mismo me siento de cualquier sitio que visito, simplemente por adentrarme todo lo posible en el mayor conocimiento del lugar. Víctor Hugo decía que viajar era nacer y morir a cada paso. Lejos deben de quedan olvidados en el portal de nuestra vivienda, sentimientos más profundos.

El noble Pedro Ansúrez 1037/1119, conde de Liébana, de Carrión y Saldaña y señor de Valladolid, con una educación vinculada a la del rey Alfonso VI de León, del linaje de los Banu Gómez, sonríe disimulada y sarcásticamente desde su estatua en la plaza Mayor de la hermosa ciudad vallisoletana, cuando sus vecinos reniegan de su identidad leonesa para alegar que se sienten castellanos. Tal vez esto dulcifique un tanto la derrota que le infirió El Cid en Golpejera.

Resulta evidente que una cosa es sentirse y otra ser. Yo me puedo sentir de la Casa de Alba, pero jamás heredaría.

Estos sentimientos motivan que los leoneses no incluyan a Valladolid en su reivindicación leonesa que solo comprende las provincias de León, Zamora y Salamanca. Algún estudioso ha llegado a insinuar que Valladolid con Palencia son, quizás, la verdadera Castilla-león.

LOS PINARES DE VALSAÍN
Poco más de un mes hace que en mi artículo en este periódico CANDIDATOS, CANDIDITOS Y OTRAS CUESTIONES comentaba en una de ellas el despojo a la Comunidad de Ciudad y Tierra de Segovia de los pinares y matas robledales de Valsaín y San Ildefonso. Una reclamación permanente de los segovianos que pudo saldarse en el año de 1932 a no ser porque las Cortes Republicanas lo rechazaron.

Hubo una nueva oportunidad de conseguirlo en 1982 mediante la ley 28/1982 reguladora del Patrimonio Nacional. Pero tampoco fue posible porque los socialistas segovianos del PSOE encabezados por Juan Muñoz García, diputado por esta provincia, se opusieron a su aprobación y fue desechada en el Congreso de los Diputados.

Madrid, sí pudo recuperar la Casa de Campo; Barcelona, El Castillo de Pedralbes; Santander, el Palacio de la Magdalena y Palma de Mallorca, el Palacio y el Bosque de Bellber. Segovia no pudo recuperar los Pinares de Valsaín.

Me viene a la memoria el triste recuerdo del procurador segoviano Rodrigo de Tordesillas que en las cortes de Santiago y la Coruña de 1520, votó en contra de Segovia. De vuelta a esta ciudad, primero le estrangularon y después le colgaron en la horca.

¡Qué bárbaros eran aquellos antepasados nuestros! Más civilizados fueron los del siglo XX que, no solo le perdonaron, sino que muchos le premiaron con sus votos en las elecciones mediatas. ¿Puede pedirse más a la hidalguía segoviana? Este tema de los Pinares de Valsaín merece ser tratado con mayor extensión en un próximo artículo, subrayando el especial interés que por su recuperación oí de sus labios a don Anselmo Carretero y Jiménez.

(1) Intelectuales y gente del común de ideología diversa pero que siguieron las directrices del eximio escritor socialista segoviano exiliado en Méjico Luis Carretero y Nieva (21-6-1879/26-sep-1950). Considerado como el padre del regionalismo castellano, siguió su estela su hijo Anselmo Carretero y Jiménez, también segoviano (9-4-1908/22-mayo-2002), igualmente socialista y exiliado como su padre en Méjico, con importantes libros en su haber.

—
* Académico Honorario de San Quirce.

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Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

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