Agonizaba moribundo el año 1982 y con él y en paralelo, se iba apagando la existencia del más grande de nuestros folcloristas, a punto de consumirse ya toda la cera en su palmatoria vital, cuando alguien, cayó en la cuenta que la ingente obra que iba a dejar a la posteridad, se había hecho acreedora al más grande de los reconocimientos. Fue entonces cuando Pedro Álvarez de Frutos, senador socialista por la provincia de Segovia en los cercanos comicios del mes de octubre, dirigió sus pasos hasta el Ministerio de Cultura, que dirigía Javier Solana, para instar el urgente inicio del expediente de concesión de la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes a Agapito Marazuela Albornos, maestro de folcloristas. Tramitación que debería agilizarse con extrema celeridad si no se quería que aquella se concediera a título póstumo, como finalmente sucedió. Agapito fallecería en el Hospital de Segovia el 24 de febrero de 1983 y el título de concesión de la medalla no se publicaría en el BOE hasta el 3 de junio del mismo año (Real Decreto 1437/1983, de 9 de marzo). Algunas dificultades surgieron en el camino, entre ellas y no la menor, la que argumentada con algún tinte sectario, advertía que Marazuela no era de “los nuestros”, puesto que se conocía su militancia en el Partido Comunista ¡Qué tiempos aquellos y quién lo iba a decir ahora! Pese a todo fueron salvándose todas las dificultades y al final el rey Juan Carlos a propuesta del ministro Solana, vino a conceder la referida medalla al folclorista de Valverde del Majano, que sería recogida en un solemne acto celebrado en el Museo del Prado, por el Delegado Provincial de Cultura, en uno de sus últimos actos, antes que las competencias en materia cultural pasaran a depender de la recién creada comunidad autónoma de Castilla y León. Por cierto, la distinción se encuentra depositada actualmente en el Museo Provincial de Segovia.
Si Agapito se hizo acreedor a la medalla, no son menores los méritos acumulados por los componentes del grupo Nuevo Mester de Juglaría, tras cincuenta y cuatro temporadas subiendo y bajando de escenarios y proscenios, divulgando el folclore castellano por toda España y parte del extranjero, en más de dos millares de actuaciones. Con veinticinco grabaciones discográficas a sus espaldas, todas originales y tres volúmenes recopilatorios, con más de trescientos temas y canciones reproducidos, algunas de ellas de especial transcendencia social como fue la de Los Comuneros, que pasara a la historia como la cantata identitaria de toda una región. Su larga trayectoria les ha convertido en referencia obligada de la música folk española, siendo reconocidos y admirados como el grupo más importante de esta especialidad artística, que han recopilado y recreado el acervo musical recibido con un sello propio claramente reconocibles y que por la máxima difusión de su obra han conseguido devolver mejorado al pueblo lo que del pueblo saliera. El que tenga duda de la importancia y repercusión de la obra del Mester en este país, que acuda a consultar el excepcional libro de Esther Maganto y de Enrique del Barrio, que con enorme aceptación ha salido al mercado en estos días. A los segovianos nos pasa con el Mester igual que nos ocurre con nuestro Acueducto, que estamos tan acostumbrados a contemplarles y a admirarles, que al final perdemos percepción de la grandeza que uno y otro atesoran. Y si el segundo ha merecido ser declarado monumento nacional, los primeros deben optar a que se les reconozca con toda justicia como acreedores de una distinción similar, como sería la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, puesto que por definición este galardón distingue a las personas y entidades que hayan destacado en el campo de la creación artística y cultural o hayan prestado notorios servicios en el fomento, desarrollo o difusión del arte y la cultura.
Además, en los últimos años, el gobierno ha repartido distinciones a diestro y siniestro, más a lo segundo que a lo primero. En 2021, fueron concedidas a 31 personalidades e instituciones, mientras que en el pasado año 2022, se repartieron 33 galardones. Entre unas y otros y haciendo únicamente referencia a músicos y cantantes, la obtuvieron: Amaral, Pablo Guerrero, Mayte Martín, Javier Gurruchaga, Paloma San Basilio, Concha Buika, la Orquesta Sinfónica de Acordeones de Bilbao, Luis Pastor, la Escuela Taller de Musics, María Jiménez, Santiago Auserón, Víctor Manuel, etc. Con todo respeto a los méritos de los citados, los del Mester no son inferiores a ellos, claro que quizá no cuenten con el padrinazgo político que se deduce que sí gozan alguno de los premiados.
Que en los últimos veinte años, cuando el Mester ya contaba con más de treinta de trayectoria, a ninguno de los siete parlamentarios por legislatura que han representado a Segovia en este tiempo, tres Diputados del Congreso y cuatro Senadores, no se le haya ocurrido, que uno sepa, la iniciativa que sí tuvo Pedro Álvarez con Agapito, para proponer se concediera al Mester la susodicha medalla, puede parecer hasta inaudito. Bueno, dentro de poco más de dos semanas los segovianos tenemos ocasión de elegir a otros siete nuevos representantes. A lo mejor a alguno de ellos se les ocurre dirigirse al Ministro de Cultura, sea este del color que resulte, con la propuesta de reconocimiento que el Nuevo Mester de Juglaría se merece y que no fuera a título póstumo. Quedan advertidos.
