Han talado dos árboles corpulentos del jardín de la Plaza de Andrés Laguna (Plaza de los Huertos para los segovianos de antes). A mí, paseante, me parece que estaban sanísimos. ¿Entonces…? Es posible que fueran demasiado hermosos. Sí. Sobre todo, el ailanto.

Hablando de otra cosa. ¿Cuál es la Plaza de los Huertos? La que oficialmente está dedicada a Andrés Laguna. Yo la llamo de “los Huertos” porque así se llamó siempre desde que se trazó sobre el solar del convento de religiosos premostratenses, a quienes los segovianos decían “los frailes de los Huertos”. El nombre venía de la primera sede que tuvieron en zona de huertas, junto al Eresma, abandonada porque al construirse la presa de la Casa de la Moneda, se inundaba con las crecidas.
Suprimida la orden por las leyes desamortizadoras de 1833, el ex convento fue ocupado por el Ministerio de Hacienda al que Segovia lo reclamó el año 1876. Sobre su posible destino, el semanario La Tempestad (18-XI-1881), acaso haciéndose eco de los deseos de los ciudadanos, publicó: “Dentro de tres años la Plazuela de Los Huertos estará convertida en un espacioso mercado cubierto”. El Ayuntamiento, sin embargo, abrió expediente para construir allí unas escuelas.

El Estado no entregaba los edificios, así que hubo tiempo suficiente para madurar ideas que no bastaban para evitar la ruina, así que en 1894 se acordó derribarlo. Al año siguiente, el Ayuntamiento volvió a plantearse qué podría hacerse en el que tras la demolición había empezado a llamarse “solar de Los Huertos”, apareciendo un nuevo proyecto, levantar un teatro. Todo a pesar de que el dicho solar seguía siendo del Estado que lo cedió ¡por fin!, en 1897. Cuando se recibió la comunicación de que el solar había pasado a la ciudad, surgió una cuarta propuesta: que se destinara a jardín.
Con el tiempo, salvo el teatro, se consiguió todo. La construcción de las escuelas salió a subasta en 1899. Se plantaron árboles con la idea “de que más adelante se haga allí un jardín”, en 1901. Y el mercado, no cubierto, llegó en 1942.
La puesta de árboles provocó las iras del Delegado de Hacienda, que exigió explicaciones de “por qué en el Solar de los Huertos, cedido para escuela, se ha hecho una plantación de árboles”. No le atendieron y los árboles, acacias de sombra -Robinia pseudoacacia var. Umbraculífera- distribuidas en dos anillos concéntricos, allí se quedaron.

Tiempo después, como tampoco llegaba el jardín, al Director de Arbolado de la ciudad, Ángel Cuencas, se le ocurrió montar entre aquellas acacias lo que llamó “Jardín improvisado”, introduciendo entre los bancos y los árboles existentes cepellones de hierba, guirnaldas de hiedra y tiestos con flores.
El hecho tuvo lugar durante las ferias de 1926, los visitantes que se acercaron a ver el jardín efímero fueron muchos y muchos también los elogios que recibieron el autor de la ocurrencia y el resultado de la misma.
Un estímulo para que el jardín improvisado se convirtiera en jardín permanente así que, respetando los árboles que había, de los que no se cortó ninguno, se marcó el perímetro con setos de aligustre y evónimo, se proyectaron zonas de césped, se plantaron arbustos y se habilitó un parterre central para que pudiera adornarse animar el conjunto con el colorido de las flores de temporada que se plantaran en él.

del monumento a José Rodao.
Los trabajos, iniciados aquel mismo otoño, concluyeron al año siguiente, 1927, y el parterre central pareció el espacio más a propósito para colocar el monumento a José Rodao, que falleció aquel mismo año. Las autoridades del momento encomendaron la obra al escultor segoviano Aniceto Marinas, que lo realizó sin grandes alardes, un sencillo pedestal de piedra con fuente en la base, inscripción en el centro: Al poeta José Rodao. Segovia. 1865-1927 y, encima, el busto del escritor fundido en bronce. No faltaron los segovianos que se fotografiaron junto a él.
Hay pocos lugares como un jardín, y lo digo por propia experiencia, para sumergirse en la lectura de un libro o de un periódico, sentado el lector en uno de esos bancos, pocas veces cómodos, que casi nunca faltan. ¿Será por eso que los jardines son los lugares preferidos por las autoridades locales para colocar estatuas de literatos? José Rodao fue un escritor prolífico, periodista, dramaturgo, poeta… Pero, de lo que se escribe, el tiempo suele comerse casi todo. Y así ha pasado con la obra del cantalejano, del que las antologías ya solo recuerdan este poema jocoso: Un ricachón mentecato, / ahorrador empedernido, / por comprar jamón barato / lo llevó medio podrido. / Le produjo indigestión / y entre botica y galeno / gastó doble que en jamón… / ¡por no comprar jamón bueno! / Y hoy afirma que fue un loco, / puesto que economizar / no es gastar mucho ni poco / sino saberlo gastar.
Tras haberse colocado el monumento y trazado los jardines, nuestros ediles cayeron en la cuenta de que lo hecho quedaba al lado de una escuela y se pasó a pensar en su protección. ¿Cuál fue solución que hallaron? Rodearlo de alambre espinoso.

Podemos imaginarnos las protestas de padres y de maestros. De ellas se hizo eco un concejal que pidió que se eliminara no sólo el alambre sino que también se hiciera desaparecer el macizo central del jardín, lo que dejaría mayor espacio para que jugaran los niños en los recreos. Puede muy bien pensarse que a nuestro concejal le movía la idea de que quien quita la ocasión quita el peligro, y que eliminando el jardín se evitaría que los niños lo destrozasen, pero no lo supo transmitir y en votación ganó la postura de quienes defendían el mantenimiento del parterre. Y éste se mantuvo, aunque se quitó el alambre espinoso, eso sí, y en la escuela se preparó a los escolares para que respetaran las plantas.
El jardín, aunque con alteraciones en la vegetación, sigue allí. Quedan cuatro acacias de las que se pusieron al principio. Las demás han sido sustituidas por soforas, fresnos, plátanos, tilos y negundos. Y en lugar de césped, el anillo externo está ocupado por grandes bolas de viburnos recortados.

Fue el monumento a José Rodao, en el que se habían apoyado los defensores del espacio central ajardinado por pensar que rodeado de verde luciría mejor, el que no permaneció allí mucho tiempo. Se quitó, pues en 1960 se colocó en su lugar otro monumento, éste dedicado en el año de su centenario, a un hijo ilustre de la ciudad: el doctor Andrés Laguna, el segoviano más preocupado por el mundo de las plantas. Para honrarle plenamente, en 1969 se le dedicó la plaza que, oficialmente, dejó de llamarse “de los Huertos”.
Este nuevo monumento, obra del escultor Florentino Trapero, lleva estatua esculpida en piedra rosa de Sepúlveda, rodeada de jardineras, arbustos, flores y bloques de granito en los que figuran los méritos del homenajeado: AL DOCTOR ANDRÉS LAGUNA, 1499 1559. SEGOVIANO, POETA, ORADOR, DIPLOMÁTICO, COMENTADOR DEL DIOSCÓRIDES, CREADOR EN ARANJUEZ DEL PRIMER JARDÍN BOTÁNICO, NATURALISTA.
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*Académico de San Quirce
porunasegoviamasverde.wordpress.com
