Aurea Juárez Galindo cumple el próximo mes de septiembre 38 años al frente de una empresa familiar que es una referencia en la provincia, Juárez Cartón, con una plantilla de casi medio centenar de empleados, y que destaca por buscar el crecimiento y la riqueza del territorio donde está asentada a través también de alianzas con otras empresas como un proyecto logístico en marcha en el Polígono Industrial Los Hitales, del municipio de Bernuy de Porreros, u otro de mayor tamaño en Prado del Hoyo, la futura zona empresarial y de puerto seco prevista en la capital segoviana.
Pero, además, esta empresaria —autónoma le gusta decir— ha participado en el pasado activamente en la vida política de su municipio, ha sido diputada provincial y procuradora en las Cortes de Castilla y León, ha sido consejera de Caja Segovia y directora de la Fundación Centro Nacional del Vidrio, sin dejar atrás, precisamente desde esta última, su implicación en un proyecto de ayuda al desarrollo en Honduras a través de una escuela de formación en vidrio en una de las zonas más pobres de este estado centroamericano. En el ámbito académico ha sido profesora asociada de la Universidad de Valladolid, profesora asociada de Estadística en la Universidad de Salamanca y ha trabajado para departamentos de la Universidad de Alcalá de Henares, donde se licenció en Ciencias Económicas y Empresariales.
— Da la impresión de que es de esas personas que está predestinada a dirigir equipos y promover iniciativas. En la universidad fue delegada de curso los 5 años, representante en la Junta de la Facultad y en el Claustro. ¿Por convicción, por formación o por tradición familiar?
—Cuando tenía ocho años fundamos un club juvenil. Iba siempre con mi abuelo, que era amigo de Cándido (por el mesonero), de los Carretero… A todos les pedía colaboración y luego hacíamos una tómbola y con lo que sacamos nos compramos hasta un radio cassette. Cuando te paras a pensar, por ejemplo en la situación de las familias del proyecto de Honduras, te das cuenta de la suerte que has tenido de nacer donde has nacido y en la familia que has tenido. Cada uno en esta vida tiene su sitio.
—Una familia, los Juárez, que llegó a La Granja hace más de tres siglos ¿no?
—Los primeros Juárez vinieron a trabajar al Palacio Real y luego mis bisabuelos montaron una panadería. Hemos encontrado tarjetas donde se lee ‘La Higiénica. Proveedor de la Casa Real’. Al actual rey, cuando era Príncipe de Asturias, le conté una anécdota que contaba mi abuelo del suyo, de don Juan —conde de Barcelona y nacido en La Granja—, asegurando que la primera vez que había montado en una motocicleta se la dejó él. Mi abuelo trabajaba por la tarde en un taller mecánico y alguien había llevado una moto a arreglar. La estaba probando cuando oyó que le llamaban “¡Daniel, Daniel! Déjame dar una vuelta”. Era don Juan, que le conocía porque iba todas las mañanas a llevar el pan al palacio. “Que la moto es de fulanito (el que fuera)”, le dijo mi abuelo, pero él respondió: “ese me la deja”.
—Después llegó la fábrica de cartón. ¿Cómo fueron esos comienzos en un lugar como La Granja, donde hoy en día es más fácil gracias a las tecnologías de comunicación pero entonces no debía ser así?
—Mi padre montó la fábrica básicamente para dar servicio a la fábrica de vidrio. Era transportista y entonces el vidrio se cargaba en camiones sobre paja; con camadas de paja, botellas, paja, botellas… Pasó un tiempo y se empezó a hacer con seras de goma, como las del carbón, y luego los Domeq —por la empresa bodeguera de Jerez de la Frontera— utilizaron cajas de cartón, las trajeron a la fábrica de vidrio para trasladar en ellas sus botellas. Era una gran ventaja porque se tardaba mucho menos en cargar los camiones. Mi padre, como estaba siempre en carretera, investigó cómo hacer cajas y primero compró una maquinita y unas planchas de cartón y empezó a hacerlas para botellas. A partir de ahí la fábrica de vidrio inmediatamente empezó a comprarlas y el negocio luego ha ido creciendo mucho en función de la demanda. Hicimos todas las plantas para vidrio porque nos aprendimos muy bien todas las faenas que tenían las fábricas. Había que ser muy ágil porque a lo mejor en 24 horas tenían que estar en Sevilla o en Portugal o donde hiciera falta: Zaragoza, Burgos, Azuqueca … Desde La Granja también teníamos toda la materia prima para fábricas de vidrio porque en Burgomillodo mi padre y mi tío montaron también un negocio que luego vendieron a lo que ahora es Incusa, cuando llegó el momento de invertir en secadores y eso ya les sobrepasaba, pero a cambio consiguieron que todo el transporte de esa empresa lo hicieran ellos. Son cosas que pasaban en el siglo XX. Eran gente muy trabajadora que vieron la oportunidad y la aprovecharon. Luego llegamos la siguiente generación y lo fuimos asentando, creciendo y manteniendo, y la verdad es que nos ha ido muy bien.
—Ahora parece buen momento para el sector porque el cartón tiene buena imagen, al contrario que el plástico ¿no?
—La Ley de Envases ha sido crucial, así como el comercio online. ¿Quién se iba a imaginar hace años que ibas a comprar una pieza y te la iban a enviar a casa en una caja de cartón? Muchos días pienso: qué pena que papá no esté disfrutando esto. Desde luego, para el sector ha sido muy bueno y creo que seguirá creciendo porque todavía no se ha hecho todo el trasvase del plástico que yo creo que se va a hacer.
— ¿De ahí la implicación de Juárez Cartón en proyectos industriales importantes para Segovia como los de Bernuy y Prado del Hoyo?
—Efectivamente. Para nosotros, por ejemplo, que una empresa como Drylock se haya instalado en Segovia es un lujazo. Es un cliente potencial, de esa categoría, a diez kilómetros de tu puerta, lo que da muchas posibilidades. Para ellos, además, que tienen problemas de espacio, el tener a un fabricante local que para cualquier cosa, porque con nosotros son horas, es una ventaja. No tienen prácticamente almacén, lo tienen para dos días y para el resto directamente, o si tiene una urgencia, podemos reaccionar muy rápido.
— ¿Qué avances ha habido?
—La nave logística de Bernuy la queremos tener disponible para abril del año que viene. Ya tenemos licencia para empezarla y ahora estamos justo en la adjudicación de llave en mano para que se encarguen de toda la obra, y además con plazos bastante recortados.
— Está yendo mucho más rápido que con Prado del Hoyo
—Tuvimos muchísima suerte con Bernuy, porque tampoco es fácil que haya tanta agilidad. Justo se ha compensado lo uno con lo otro. Prado del Hoyo yo creo que acabará saliendo pero ahora viene la gran oportunidad de crecimiento del polígono de Bernuy, donde van a salir al mercado un millón de metros cuadrados de suelo industrial. Veremos cómo se va desarrollando.
— ¿Hubo un momento en el que tuvo que dejar de lado la empresa para abordar otros proyectos políticos y de otro tipo?
—Siempre he estado en la empresa. Los problemas siempre han sido míos. Llevo toda la vida en ella porque cuando salíamos del colegio íbamos a la fábrica a ayudar. Hubo un momento, cuando terminé la carrera, porque la familia tenía entonces también una fábrica grande en Madrid, que no sabía si irme allí o quedarme en La Granja. Al final me decidí por La Granja, me gusta más. Y cuando tienes tu vida prácticamente resuelta, porque la tienes clara, es cuando decido participar un poco en la vida política del municipio, por el interés general de los vecinos. Empecé en el Ayuntamiento, estuve en Diputación, en las Cortes de Castilla y León… Y luego hubo un momento muy difícil cuando el Partido Popular entra en el Gobierno de España, porque había un lío de fundaciones considerable, y parecía que peligraba la Fundación Centro Nacional del Vidrio. Entonces dije que de ninguna manera, esto sale adelante haya que hacer lo que haya que hacer. Me responsabilicé y tiró para adelante porque merece muchísimo la pena. No se podía dejar bajo ningún concepto.
— Pero fue complicado porque tuvo que hacer frente incluso a un ERE de la plantilla.
—Y viviendo en el mismo municipio, ademas, pero cuando te comprometes lo haces con todas las consecuencias. No vale solo lo bueno. Hay que asumirlo y personalmente creo que se hizo lo mejor que se pudo, teniendo en cuenta que es una entidad difícil porque no tiene una cabeza clara. El que en la fundación estén varios ministerios, Junta, Diputación, Ayuntamiento, empresas privadas, Patrimonio Nacional hace muy difícil la coordinación y nadie se siente responsable. ¿Por que me va a tocar a mí?, dicen. Hablabas con un ministerio y te decía que por qué no la Junta, y como entre ellos no ha habido muchas veces acuerdo, pues lo convierte en más difícil. Pero se ha mantenido. Lo conseguimos y lo seguimos disfrutando.
— Es toda una experta en gestión de crisis porque también estuvo en el consejo de la última etapa de Caja Segovia.
—Ya me he hecho especialista en marrones y no me importan nada. Lo estudio y lo saco adelante. Me dicen que no entienden por qué no me reboto pero siempre digo: a ver, que esto se pasa, en un par de días o en un par de meses. Hay que sacarlo adelante sea como sea. Es verdad que, gracias a Dios, tengo muy buen carácter y con eso es todo tranquilidad. Si tengo que hacer cien cosas, sé que ochenta tocan hoy y las otras veinte será mañana. Tendré otros problemas pero de estrés no creo. Gasta muchos recursos querer hacer todo. No. Hay que priorizar permanentemente, y llega un momento en el que lo haces sin darte cuenta, que las cosas se hacen de la manera en la que se pueden hacer. No vale intentar imposibles. Luego tienes a favor que hacer una cosa más no te cuesta nada. De cien una más es solo el uno por ciento.
— Pero no me negará que no es muy gratificante estar como portavoz de la oposición veinte años en un municipio como el del Real Sitio que se le resiste al PP.
—He estado en la oposición pero tengo que decir que siempre se me consultó y que sacamos muchas cosas adelante porque eran de interés general para el pueblo. Recuerdo, por ejemplo, una bronca importante estando de procuradora en las Cortes de Castilla y León con el PP porque yo decía: no puede ser que La Granja, con 5.000 habitantes, no tenga centro de salud, y resulta que hay centros de salud en pueblos de 1.000 habitantes. No pedía apoyo para mi alcalde, como me reprochaban, estaba reclamando un derecho para los vecinos de mi pueblo. Al final metí a la familia en el lío porque el Ayuntamiento no tenía suelo para hacer el centro de salud y convencí a mi padre para que cediera terreno, y de inmediato. Me da mucha rabia cuando los políticos aplican la política permanentemente. No es eso. Tu tarea es buscar el interés general y atender a eso lo mejor que puedas, independientemente de que pueda favorecer más o menos. Esas son cosas que hay que abordar en elecciones para intentar que sea el tuyo el que gestione pero, una vez que se pasan, lo que hay que hacer es remar todos por el interés general, que es fácil de ver.
— ¿Entonces tuvo libertad para aportar su grano de arena cuando estaba activa en la política?
—Cuando salió el tema del parador de turismo, porque había dos edificios históricos abandonados, a mí era algo que me ocupaba y preocupaba. Sabía que desde la oposición podía hacer lo que podía pero me lo curré como nadie y al final logramos el parador. Cuando le dije al alcalde: “Félix, tenemos un parador”, me respondió que de ninguna manera, que me habían engañado, que no se qué. Yo le decía: tengo el visto bueno de todos, de Turismo, de Paradores, de Patrimonio del Estado, de Patrimonio Nacional… Al final, ahí está el parador. Hasta mi padre me decía: no es por desanimarte pero la hermana de Fraga lleva muchísimos años pidiendo un parador en su pueblo y no lo ha conseguido. Me dio rabia porque mi padre falleció en enero de 2007, unos meses antes de que se inaugurase el Parador de Turismo de La Granja, aunque tuvo tiempo de ver la buena pinta que tenía todo y me dijo “puedes estar orgullosa”. Y no dejará de ser el parador de Félix Montes, porque era el alcalde pero para mi, en conciencia, también es mi parador. Me da igual porque lo importante es sentirte bien, hacer lo que puedas por los que están a tu alrededor. Esa es la manera y son cuatro reglas: ser educado, tener en cuenta a los demás y dejar que todos opinen, nadie tiene la verdad absoluta. Félix estaba empeñado en hacer viviendas sociales en Infantes pero me parece que hicimos bien con el parador, que es un motor importante para la economía de La Granja. ¿De quién es el mérito? Pues de todos los que estábamos entonces y fuimos capaz de hacer cosas. Estaba en la oposición pero tenía mucha vidilla.
— ¿Le sigue tirando la política?
—Me ocupa la política porque no podemos decir “es que yo paso”; pues no, porque tú estás viviendo donde vives y las cosas que ocurren te afectan. Me da un poco de rabia donde estamos porque el país está perdiendo muchas oportunidades. Me molesta mucho la palabra odio. A muchos les ha venido muy bien, que se odien entre ellos porque parece que así nadie que haya votado al PSOE va a votar al PP, y al contrario, porque como se odian…, que es lo que intentan conseguir. A mí me encantaba la etapa anterior, de unos políticos listísimos, donde los mejores eran los que gobernaban. En este momento veo falta de eso. Algunas intervenciones de políticos, de todos los signos, me dan vergüenza ajena. No me refiero a los de ningún partido porque creo que la clase política, en general, ha decaído de una manera que no es normal.
— ¿Le gustaría volver a la primera línea política?
—No. Creo que eso le corresponde a gente más joven, que tiene muchas más ganas, que tiene mucho empuje. Siempre me he ofrecido a ayudar y a apoyar a quien lo necesite. Mi puerta siempre está abierta para eso pero en este momento nada más. Lo dejé con la cuarta hija y ahora mismo, además, tengo poco tiempo y creo que para esas cosas hay que disponer de tiempo. Voy a la fábrica a las siete de la mañana y me voy a las nueve de la noche. Veo cositas entre medias y soy más feliz que nadie. Todos los días, cuando vuelvo a casa, me digo: soy una privilegiada. Así lo siento porque me dedico a cosas que me gustan y no todo el mundo tiene esa oportunidad. Me dicen ¿pero cómo puedes trabajar tanto? No trabajo tanto, disfruto tanto. Es otra manera de verlo. La semana pasada, hablando del almacén de Bernuy, en lugar de hacer uno del siglo XX queremos uno de este siglo. Yo era consciente de que conocía poco de los AGVs —soluciones de transporte interno automatizado, entre otras actividades para la logística— y la semana pasada nos sentamos con un experto y hoy puedo hablar mucho de los AGVs porque he buscado ratos estos días para enterarme de todas las posibilidades que tienen, que es verdad que es un salto gigantísimo.
— ¿Ese mismo entusiasmo por aprender —en su perfil de la red Linkedin tiene como lema o frase “Me encanta seguir aprendiendo”— lo ha trasladado también al proyecto de Honduras?
—Un personaje muy especial es quien empezó el proyecto y nos fue llamando a unos cuantos. A través de una fundación (ahora Fundación Verón) se ocupaba de dar a comer a niños. Construyó un edificio para que estuvieran escolarizados y así tenían acceso a las comidas. Tres años después pensó que tenía que hacer algo para cuando terminaban esa fase, pensó en enseñarles un oficio y me llamó para poner en marcha una escuela de vidrio cuando yo estaba como directora de la Fundación Centro Nacional del Vidrio. Al día siguiente le dije cómo se podía llevar a cabo y se quedó asombrado de la rapidez a pesar de ser una fundación pública. Ahora es también escuela de hostelería porque en esa zona de Honduras no tienen muchos recursos a parte del turismo. Es una historia preciosa porque los padres no querían, decían que con 12 años tenían que ponerse a trabajar, que ellos habían empezado antes, pero ahora están orgullosísimos. Hay un cien por cien de integración laboral porque están encantados todos los hoteles con nuestros alumnos, ya que hay muy poquita gente formada. Además, un estudio de los jesuitas de la zona, con los que colabora la fundación, ha puesto de relieve cómo se han ido retirando las maras, que utilizaban a los niños para el negocio de la droga, de la zona que circunda la escuela, porque la gente nos apoya. Ni te imaginas las ganas de aprender, esas sonrisas cuando llegan por las mañanas a la escuela. Están maravillados de poder asistir a un lugar donde les enseñan, se sienten absolutamente privilegiados porque en los alrededores otros no tienen esa opción. Recibo sensaciones que no puedes tener aquí. La gente allí nace paupérrima y por haber nacido en ese lugar no tienen derecho a nada en la vida.
