El resultado de las elecciones municipales del 28M arrojó un triunfo clamoroso para PP y Vox. El recuento de votos confirmó las encuestas solventes y desmintió, una vez más, los augurios de Tezanos. Existía gran expectación y en muchos casos, se consideraba una señal de lo que ocurriría en las generales. Se especulaba que habría una mayoría holgada sumando los votos del PP y Vox. Más o menos, éstas eran las cábalas que se hacían el pasado 30 de mayo. Pero, de improviso, surgió la decisión omnímoda del presidente Sánchez que convocaba elecciones generales para el día 23 de julio. Una maniobra inesperada que pretendía descolocar a la derecha y evitar las críticas de sus propias huestes socialistas, que sin digerir la derrota de las municipales, debían aprestarse de nuevo al combate político. Han transcurrido tres semanas y los acontecimientos se precipitan sin tiempo para respirar.
Por un lado, en la izquierda y ultraizquierda, se divisa una lista de partidos que buscan refugio en Sumar, al tiempo que otros son rechazados por el remolino. De otra parte, se comprueba que la treta de anticipar las elecciones no ha sido nada favorable al Gobierno de Sánchez. Se suceden los escándalos políticos, las listas de candidatos filoetarras, el descontento creciente en juzgados, sanidad, policías, agricultores, etc. A esto hay que añadir las últimas manifestaciones del delegado de Gobierno en Madrid elogiando a Bildu, lo que ha provocado la indignación de las víctimas del terrorismo y se ha pedido la dimisión inmediata del indigno representante. Y ¿en la derecha? Es decir, en los partidos que defienden la Constitución del 78, o sea, en PP y Vox, la reacción también ha sido inmediata, en el sentido que Sánchez no esperaba. Se han producido varios acuerdos de gobierno PP y Vox, como en Valencia, en Burgos y en otras ciudades donde gobernarán como lo hacen en Castilla y León dese hace meses.
En resumen, podría decirse que el inesperado adelanto de las elecciones ha producido una ráfaga de viento que refuerza la ola generada en las municipales. Desde luego, no quiere decir que se convierta en un tsunami (quizá, sí). Pero según los politólogos y demás analistas, se espera que la oleada final del 23J sea suficiente para despedir a Sánchez de la Moncloa y a su desastroso gobierno frankestein. Dentro de unas cinco semanas hablaran las urnas y comprobaremos la realidad del vuelco político. Todo ello, a pesar de las dificultades de acceso a las urnas en pleno verano. Se espera que millones de ciudadanos impacientes voten por un nuevo Gobierno que promueva una sociedad más libre. Una justicia independiente del poder ejecutivo. Instituciones y organismos judiciales competentes integrados por magistrados honrados. Se pide la derogación de leyes ideológicas. Hace unos días, Feijóo se comprometió a derogar las leyes más nocivas, aprobadas por el Gobierno Sánchez. Leyes de Igualdad, Transgénero, Memoria Democrática. Ley de Educación y de Universidades. Deberá restaurar el delito de sedición y las penas por malversación. La lista es larga. Es un rastro tenebroso de acciones de gobierno que dejan un país maltrecho. Una España, sin embargo, que desea aprovechar la gran ocasión de comenzar una decidida restauración, necesaria. Una más, en su larga historia.
