El sábado 17, a eso de las 8:30, en toda la comunidad, habrá muchos corazones palpitando con mucha fuerza. Los corazones palpitantes de Segovia pertenecerán en su gran mayoría a profesoras y profesores de Inglés, aunque también habrá de Guitarra, de Medios Audiovisuales e Informáticos y Servicios a la Comunidad. Seguro que les suena: quién no conoce a algún profesor de secundaria interino o a alguien que se enfrenta a esta oposición por primera vez.
Cualquier oposición es dura, mucho más cuando se está trabajando a la vez que preparándola. Muy dura si se tiene familia a la que cuidar y complicadísima cuando se junta trabajo y familia -solo el apoyo de familia y amigos aseguran que no se pierda la cordura-. Pero siempre hay espacio para un redoble de tambor que anuncie una nueva complicación: ¡Demos nuevas directrices educativas y evaluativas en medio del curso! Sí, ya saben el desarrollo de la LOMLOE, añadamos sus piruetas a la dificultad de centrarse en una oposición sin haber cerrado el curso, circunstancia perturbadora para opositor y también para los compañeros que deben formar parte de los tribunales o para los centros que ven reducida la plantilla en momentos en que hay que dedicarse a tareas organizativas. Pero no abandonemos a nuestros protagonistas, esos que sufren pesadillas, desvelos, despistes y mucho estrés mientras tienen que empujar en el último tramo a su alumnado y a la vez prepararse para una prueba que puede condicionar su vida en muchos aspectos (dónde viviré, tendré trabajo, podré tener un hijo, y si no la saco…). Tal vez no lo sepan, pero la primera fase de esta oposición (como en otras muchas) es vencer la presión.
Lo malo es que la presión ya viene de lejos, de hecho, la achacable a esta prueba es un porcentaje muy pequeño en el caso de los interinos. La presión tiene que ver con los dimes y diretes sobre cómo iba a ser la oposición, si iba a haber o con el proceso de estabilización de interinos. Tiene que ver con la implantación de la LOMLOE a lo largo de este curso escolar, tiene que ver con la pelea constante por conseguir la atención, la mirada y la escucha de quien está deseando reunirse con el móvil y quien ve en el profesor a un enemigo. Tiene que ver con la necesidad de alcanzar rápidamente la suficiente Competencia Digital para ser más tecnológico, eficaz y modélico como se pide desde Europa y desde este mundo digitalizado en el que vivimos. Tiene que ver con llegar a cada una de las personas que forman el grupo con sus diferencias, fortalezas, debilidades y singularidades que la hacen única, pero que obliga a buscar personalizados caminos, veredas y ramales de enseñanza y aprendizaje. Tiene que ver con clases masificadas porque los cupos nunca son los que se necesitan y se superan con nuevas incorporaciones a lo largo del curso. Tiene que ver con escuchar constantemente eso de “que bien vivís los profesores” o “cuántas vacaciones tenéis” como si las condiciones de la profesión fueran privilegios…
El privilegio no está en las condiciones, sino en acompañar el proceso de maduración, en no envejecer tan rápido mentalmente por el contacto con la adolescencia, en disfrutar trasmitiendo materias que le emocionan a uno (por algo se estudia lo que se estudia, ¿no?), en seguir aprendiendo con y de los alumnos y, sobre todo, en sentir que se trabaja para mejorar nuestra sociedad y nuestro mundo (pese a todo). No todos los días se es consciente de todo esto, pero de vez en cuando sí, y esa sensación, esa certeza sí que es una suerte y un privilegio.
Así que, si en medio de sus quehaceres o de su ocio, se cruzan durante el próximo mes con un opositor a secundaria o enseñanzas equivalentes, y aunque solo sospechen que es opositor, sonríanle porque con tanto estudiar y tan poco dormir quizás no se haya dado cuenta del maravilloso trabajo que está haciendo y de la importante elección que ha hecho al querer dedicarse a la educación y enseñanza.
