El 18 de septiembre, Escocia tiene una cita con la Historia para decidir si continuará bajo el Gobierno de Londres o, por el contrario, comenzará un nuevo camino en solitario. Los ciudadanos acudirán a las urnas para participar en un controvertido referéndum que podría acabar resquebrajando a este territorio.
De hacer caso a la campaña a favor de una región independiente, estudiantes y personas mayores, sindicalistas y empresarios, inmigrantes y escoceses de origen, todos ellos votarán en septiembre a favor de la independencia del Reino Unido. «Ya estamos en campaña electoral», explica Angus Robertson, el director de campaña por el sí a la secesión y líder de la fracción parlamentaria del Partido Nacional Escocés (SNP) en la Cámara Baja británica.
Pero, si por el contrario se da credibilidad a la campaña Better together (Mejor juntos), entonces la gente de todas las edades y grupos sociales luchará porque Escocia siga siendo parte del país anglosajón. «Haremos todo lo posible para convencer a los indecisos de que formando parte del Reino Unido somos más fuertes y mejores», alega el director de campaña del no a la independencia, Alistair Darling.
En Aberdeeen, la tercera ciudad más grande de la región, no hay ni rastro de la campaña electoral a cinco meses de la celebración del referéndum: ni pancartas en las farolas de las calles ni gente repartiendo folletos.
En las barras de los pubs, la gente prefiere hablar de fútbol y hay que buscar mucho para encontrar un solo automóvil con un Yes Scotland.
Sin embargo, la cuestión de separarse o quedarse como está preocupa mucho a los ciudadanos, como queda en evidencia al echar un vistazo a los kioscos.
Cada día, los diarios acogen los debates de las consecuencias que tendría la victoria del sí o del no el 18 de septiembre, variando, en función de la línea editorial, las cuestiones destacadas: para unos, es importante si la reina Isabel II seguiría siendo monarca de Escocia y otros ponen hincapié en si los beneficios del petróleo del Mar Báltico llegarán realmente a los ciudadanos.
Los medios establecidos están en su mayoría de parte de los unionistas, mientras en los blogs y las redes sociales domina el apoyo a la independencia.
En torno al 15 por ciento de los escoceses no ha decido aún qué votará, según apuntan las últimas encuestas.
Una pareja de jubilados que llegó a Aberdeen para ir al médico lo tiene sin embargo muy claro: «Juntos somos más fuertes», aseguran, sin detallar. Así, representan una opinión al parecer mayoritaria, pese al crecimiento en los últimos meses del movimiento independentista.
John Duffy lo ve de otra forma: como jefe y portavoz del sindicato de bomberos en Escocia es oficialmente neutral, pero personalmente espera la victoria del sí en las urnas, y critica que Londres recorte los gastos en los servicios públicos y la gente tema por sus pensiones.
Los sindicatos han sido tradicionalmente cercanos al partido laborista, que tanto en Edimburgo como en Londres ha estado de parte de los unionistas. Pero cada vez más miembros están convencidos de que todo irá mejor en una región independiente. Por eso, Duffy se ha afiliado al Partido Nacional Escocés, la fuerza motora del movimiento separatista.
«El SNP promete demasiado, pero cómo quieren cumplirlo? ¿De dónde vendrán los empleos?», se pregunta, al contrario, un hombre de St. Andrews, cerca de la costa este, que pertenece a un lobby de presión contra la política energética del Gobierno. Por eso, prefiere no dar su nombre, pero asegura que está convencido de que la independencia «no es una buena idea». «Pero la gente tiene miedo a decir que se quiere quedar en el Reino Unido», asegura.
La vicejefa de Ejecutivo escocés, Nicola Sturgeon, del SPN, reconoce que existe intolerancia, «pero por ambas partes».
El bloguero y columnista Gary Marshall, que conduce con una pegatina del sí en la luna trasera de su coche, habla, incluso, de advertencias y amenazas. «Cuidado que no te rompan el parabrisas», avisa.
Escocia se juega mucho y en las próximas semanas y meses todo apunta que seguirá subiendo el tono del debate.
