La historia de la evolución humana se ha podido construir gracias a la salvaguarda de la información que en diversos soportes se ha realizado a través del tiempo.
Se dice que ya en Egipto y Mesopotamia existían depósitos documentales que guardaban registros de las actividades cotidianas, económicas, jurídicas y políticas de esos pueblos. Sin embargo, es a los grecolatinos a quienes debemos el interés y la conciencia acerca de la importancia que tiene conservar la documentación para su manejo en el estudio sobre la humanidad.
Durante la Edad Media a estos depósitos se les concedió la importancia de ser resguardo oficial de testimonios válidos en conflictos territoriales y de defensa de derechos, pero la carencia de lugares específicos destinados a la guarda de los documentos provocó, en infinidad de casos, la desaparición de los mismos.
Fue en la era moderna cuando aparece un lugar destinado a guardar estos documentos, los archivos, y una ciencia capaz de regir su organización, conservación y gestión, la Archivística.
A la Iglesia Católica se la debe su estabilización, ya que en el monasterio, concebido como centro religioso y cultural, tuvieron cabida los archivos, los cuales fueron entendidos, ya no sólo como testimonio probatorio, sino como posibilidad de conocimiento de dato dispuesto a esclarecer dudas sobre el pasado de la humanidad. También se debe a la Iglesia el rescate, la conservación y la difusión de las técnicas de archivado, heredadas de la antigüedad clásica.
A raíz de la Revolución Francesa, los archivos se abren a la ciudadanía dejando su carácter cerrado y de utilización exclusiva de la administración gubernamental. También la creación de los archivos nacionales y la adopción por parte del Estado de la responsabilidad de conservar y garantizar la consulta de los documentos.
Los archivos constituyen un patrimonio cultural y una fuente de información de primer orden. Sin embargo, aunque es reconocida su importancia, no siempre se les da el valor que se merecen, existiendo poco conocimiento y reconocimiento de estas instituciones por la comunidad en general, no existiendo conciencia de que los archivos en general están emplazados en el centro del funcionamiento de nuestra sociedad, pues está claro que una sociedad no puede vivir sin memoria y los archivos constituyen la memoria de la sociedad.
Esta es la razón por la que el Consejo Internacional de Archivos, CIA, decidió poner en marcha el Día Internacional de Archivos como elemento dinamizador de la tarea de difusión y comunicación de los mismos.
Fue elegida la fecha del 9 de junio, al ser ese día de 1948 la fecha en la que se crea este Consejo Internacional bajo los auspicios de la UNESCO.
Con esta iniciativa se persigue, por tanto, hacer más visibles los archivos a la sociedad, concentrando alrededor de ese día actividades de difusión, como exposiciones, conferencias, seminarios, jornadas de puertas abiertas, talleres, etc. Convirtiéndose, de esta forma, en una excelente oportunidad para descubrir o aprender más sobre los archivos y sobre la labor que desarrollan las personas que los cuidan.
En España, fue la reina Isabel II quien en 1844 realizó la apertura de los archivos reales históricos a los investigadores. Y cincuenta y cuatro años más tarde, el 22 de junio de 1898, la reina María Cristina crea el Archivo General Militar de Segovia (AGMS) en el Alcázar, con la finalidad de refundir los archivos dependientes del Ministerio de la Guerra que existían en Alcalá de Henares, Aranjuez, Guadalajara y Segovia, correspondientes a las armas de Caballería, Infantería, Ingenieros y Artillería. También la de custodiar todos los documentos que merecieran conservarse y no fuesen de uso y consulta frecuente por la Administración Central del Ramo de la Guerra y de las Capitanías Generales, Comandancias Generales exentas y Gobiernos Militares. Tras el “Desastre del 98”, con la pérdida de nuestras posesiones de Ultramar, a esa documentación inicial se unió la perteneciente a los Ejércitos de Cuba, Puerto Rico y, Filipinas.
Podemos afirmar que la designación del Alcázar como sede del archivo fue, sin duda, un gran acierto, al conjugarse armónicamente el contenido con el continente, como lo es una colección de valiosos documentos históricamente relevantes y un histórico castillo.
Los fondos del AGMS constituye un verdadero tesoro documental que ocupa 17 salas del Alcázar y 4 de la Casa de la Química, con cerca de 70.000 legajos y 16 Km de estanterías.
Sus fondos, en su mayor parte, con más de 50.000 legajos, se encuentran en su sección de personal. Son expedientes personales de Generales, oficiales y suboficiales, muchos de los cueles sobresalieron no sólo en la milicia, también en otros campos como las ciencias, el arte, la ingeniería, la inventiva o la política.
En sus estanterías también se localizan otros valiosos documentos de diferentes tipologías, como armamento, causas, pleitos, uniformes, edificios militares, testamentarías, hechos de Campaña, inventarios, expedientes administrativos conteniendo más de 8.000 planos, arquitectura civil, arquitectura del hierro, reconstrucción de edificios religiosos, etc.
El AGMS está en posesión de la Medalla de Oro de la Ciudad de Segovia y la Medalla del Patronato del Alcázar, concedidas con motivo de la celebración del primer centenario de su creación en 1998.
El próximo 14 de junio conmemora su 125 aniversario. Con tal motivo, la celebración del Día Internacional de los Archivos, en Segovia, le dedica la exposición documental “La huella militar en los archivos segovianos, en la que participan 14 archivos de nuestra provincia. Podrá visitarse en el Alcázar de Segovia hasta el 2 de julio.
No cabe duda que la historia de España es el resultado del encadenamiento de una serie simultánea o sucesiva de historias personales de grandes hombres y mujeres. Muchas de esas memorables páginas se encuentran recopiladas en los miles de legajos depositados en las estancias del Archivo General Militar de Segovia.
El Marqués de Lozoya se refirió al Alcázar como ese “navío de piedra que surca el mar de mieses de Castilla”. Ciertamente, así es, un navío de piedra,. Y en su interior, como su tripulación marinera, la memoria documental de buena parte de los soldados que sirvieron en los ejércitos españoles desde mediados del siglo XVIII.
