El Real Madrid cayó sorprendentemente derrotado por el Cajasol (60-66) en el partido que ayer noche abrió la serie de cuartos de final de los ‘play-off’ de la Liga ACB, un encuentro en el que los blancos se estrellaron contra la excelente defensa de los sevillanos y no encontraron la calma ni el espíritu necesarios para intentar la remontada, de manera que mañana tendrán que devolver la moneda en Sevilla si no quieren ver finalizada su temporada antes de tiempo.
Joan Plaza ejecutó su venganza y sorprendió en el primer asalto a su ex equipo, que no pudo atacar con fluidez la defensa planteada e hizo buena la historia reciente, que demuestra que los hispalenses no son un plato de buen gusto para los madridistas a estas alturas de campeonato. Así, ayer en Vistalegre se reabrió la herida que en día infligiera el por entonces Caja San Fernando, que puso contra las cuerdas al Real Madrid.
Y es que, después de este resultado, una derrota en la capital hispalense convertiría la temporada de los de Chamartín en un fracaso. De hecho, el exceso de responsabilidad pareció afectar a los merengues, que en cuando vieron cómo su rival se ponía por delante perdieron los nervios y no pudieron alumbrar una de sus habituales remontadas.
En todo caso, el partido dejó bien claro los ‘play-off’ ya han comenzado y que serán ‘a muerte’. Defensas extenuantes, ataques más elaborados y, por encima de todo, respeto. Respeto a las posibilidades del rival y a quedar descolgado a las primeras de cambio en una lucha por el título que no ha hecho más que dar comienzo.
Las angustias, eso sí, eran mutuas. En el caso del Real porque durante todo el año no ha podido evitar las comparaciones -poco ventajosas- con el Regal FC Barcelona, mientras que los sevillanos volvían a saborear la postemporada nada menos que 10 años después. En el retrovisor, las dos últimas veces que ambos choques coincidieron en estas tareas fueron resueltas a favor del cuadro hispalense.
En esta ocasión, las hostilidades tardaron en arrancar, al menos las ofensivas. No en vano frente a frente estuvieran dos de las mejores defensas del panorama nacional. Al menos los madridistas sí encontraron remedio, haciendo valer en los tableros su notable superioridad interior. Al descanso, los pívots blancos habían recogido más rebotes ofensivos que el Cajasol en todo el campo. Por su parte, los de Joan Plaza supieron darle la vuelta a la moneda, y cada vez que sus pívots se abrían en ataque ponían en problemas a la defensa blanca.
Fue en la reanudación donde aparecieron los tan temidos nervios blancos que, tras un sensacional arranque se tradujeron en prisas, que llegaron acompañadas de precipitación y, a la postre, de una dolorosísima derrota.
