Inspirado en los mejores clásicos de la literatura y el cine que dan cuenta de vampiros, Drácula u otros personajes que viven y se alimentan de los vivos, la versión teatral “Nosferatu” nos arrastró arrobados al submundo de los chupa sangre, y es que la creación, puesta en escena e interpretación de sus dos actuantes, era rica, original y perfecta.
Fuimos mordidos y nos dejamos hacer y caer por el trabajo impecable de un “espectáculo mudo con texto”, “de trucos manipulables en negro y blanco coloreado” según palabras de la propia compañía, y que yo diría más bien lo contrario, sin más truco que el puro teatro. Además, debido a la gracia y generosidad de sus dos intérpretes que, sin saber una palabra de nuestra lengua se aprendieron el texto perfectamente en español, y con su acento francés de Bretaña, Transilvania se nos hizo más exótico y lejano.
Cuando el joven notario, recién casado con su joven esposa, va a aquel intrincado y sospechoso lugar, para cerrar un trato comercial con el conde Orlok – “un cruce de murciélago y diente de ajo”- no sabía el peligro al que se enfrentaba.
A jugar con el miedo, a asustarnos los unos con los otros estando juntitos, a reír con mieditis o tener miedo con risitas, nos encantaba pasar el rato de pequeños, y nos gustaba sentir ese miedo que soplaba detrás de nuestro cogote mientras nos contábamos historias terribles que invocaban lo fantástico, irracional y misterioso, eso que causa pavor. Era de noche cuando esto sucedía, alumbrados con la luz de una candela la habitación se llenaba de presagios y de sombras, succionándonos. Como succionados quedamos los espectadores de todas las edades con los artífices: Denis Athimon, Julien Mellano, y el perfecto juguete.
¿Acaso la marioneta no tiene algo misterioso e inquietante cuando está inerte? Como Nosferatu, que durante el día permanece muerto en su ataúd, y más le vale aprovechar la noche chupando la sangre del cuello de alguna joven, no sea que su reserva vital se acabe. Qué idea estupenda la de estos dos hombres de teatro hacer que, dos redondas y grandes bombillas blancas encendidas, representen al joven matrimonio, claro, ellos son la luz en la oscuridad del conde Orlok. Sabemos no obstante que su luminosidad no proviene sólo de la red eléctrica, sino de la vida que Denis y Julien les insuflan, al procurarles movimiento y acción con su manipulación perfecta.
A veces, escuchamos hablar o leemos a los creadores de un trabajo escénico con objetos o títeres, cual ha sido la idea o ideas que le han inspirado y que sustenta su espectáculo, entonces nos imaginamos que el trabajo será estupendo, pero cuando asistimos al hecho escénico, este falla. Ocurre que el camino a recorrer por el artista o los artistas desde la idea al espectáculo no ha sido recorrido, o se ha recorrido sólo en los vericuetos de la mente. También ocurre al revés, embelesado por la sugerencia que un objeto ofrecía, el artista no le pone cabeza a su trabajo, en ambos casos, el trabajo escénico se escurre, precipita y cae. Nada de eso le ocurre al perfecto y extraordinario “Nosferatu” de la Cia.
Bob, se nota que los mundos mentales de los dos creadores e intérpretes interpelaban constantemente con el mundo de las formas animadas, y viceversa. Estos dos recorridos, con sus senderos adyacentes – que los hay y muchos en este trabajo de teatro con objetos y texto, de dramaturgia y puesta en escena impecable, con una iluminación cuidadísima y que habla de por sí – son andados por los dos esplendidos actores y manipuladores. Lo hacen con un trabajo corporal preciso, y una manipulación perfecta, en hábil sincronía para que ninguno de ellos dejara atrás o de lado, al otro.
Como si de un reloj suizo se tratara fue notable la precisión, sincronicidad y ritmo en las apariciones y desapariciones de los distintos elementos escénicos. Nos admiramos y quedamos con la boca abierta, cuando la tela que cubría la mesa se movía en una dirección u otra según el relato, desplazando así el tiempo y el espacio.
Como buenos artesanos ahí estaba la economía del gesto, la precisión, y el ritmo, en la totalidad y en las partes. Ellos lo expresan así en su dossier “Simplicidad, sobriedad, eficacidad”, y lo dijo Fucius 432 años antes de JC. Transiciones y transformaciones formaban parte de un Todo Integrado, aderezado además por un humor fino, claro, inteligente y preciso, que salaba todo el espectáculo y que el público entendía perfectamente. Nos reímos bien y a veces, Denis Athimom y Julien Mellano, recordaban una buena pareja de clown.
En la función de las 21 horas del sábado día 14, hubo un fallo técnico, los actores lo resolvieron con tanta gracia y tablas que la gente pensó que era a propósito. Otro signo más de su buen hacer teatral.
La presencia escénica de los dos actuantes, sentados en la larga mesa como el que espera una cena fría servida por el rey de las tinieblas, se notaba desde el instante en el que comenzamos a entrar los espectadores. Sus concisos movimientos de manos, su conciencia del ahí y del entonces, pasado por sus cuerpos y por ese momento, nos contagió. Su concentración era máxima.
Porque no es moco de pavo dedicarse a esto de hacer espectáculos. Es algo muy muy difícil, y no siempre sale bien. Pero cuando esto sucede, cuando un espectáculo es bueno bueno, bueno de verdad, los espectadores lo notamos como si fuéramos nosotros los hacedores. Serán las famosas neuronas espejo.
Gracias, Denis y Julian, por vuestro esfuerzo en español.
FICHA ARTÍSTICA
Sala Julio Michel – 14 de mayo 2023
BOB THEATRE – “Nosferatu”
Adaptación, interpretación y dirección :
Julien Mellano et Denis Athimon
Creación musical: Olivier Mellano
Creación luces : Alexandre Musset
Regidor : Gwendal Malard o Tugdual Tremel
Creación gráfica, cartel : Julien Mellano
Coproducciones y apoyos : Coproducción : Bob Théatre – Rennes, Théatre Lillico – Rennes Apoyo : Conseil Régional de Bretagne, Ville de Rennes
