El barrio de San Gil, en Cuéllar tiene un rincón tan especial como verdadero: Alimentación Aurora. Alma Casado regenta lo que se conoce como una “tienda de barrio”, esa a la que acuden los vecinos por su confianza, por su servicio, y porque detrás del mostrador encuentran algo más que productos y una tendera. Allí está Alma, que en apenas media hora ha recibido a todos los clientes por su nombre, atendiéndolos de una manera cariñosa y siempre con una sonrisa. Es quizá uno de los alicientes para sus clientes y parte de la esencia que hace que una tienda de barrio permanezca imperturbable ante las exigencias de las grandes superficies comerciales. Así, volcada en su trabajo y sin dejar de atender, Alma cuenta cómo es su vida en la villa.
— ¿Cómo acabas regentando una tienda de barrio aquí en Cuéllar?
—Pues ya hace 19 años. Se me presentó la oportunidad, yo no estaba a gusto en el trabajo que estaba desempeñando en Valladolid: trabajaba en una fábrica, ocho horas haciendo siempre lo mismo. En ese momento, Aurora, anterior propietaria, (su tía) decidió cambiar el emplazamiento de la tienda a algo más grande porque tenía más jaleo. Mi padre me dio un empujón, y se lo tengo que agradecer, porque así acabé aquí. Fue un cambio total, de ciudad a pueblo, un cambio espectacular. Yo vivía en Valladolid capital, allí llevaba mi vida. Empecé unos meses de prueba porque tampoco iba a lanzarme, y me gustó. Yo le decía a Aurora al principio, “tía, voy a ser incapaz de hacer esto con lo cortada que soy…”, pero al final sí, al final te acabas haciendo. Y me alegro muchísimo.
— ¿Da vértigo ese cambio de ciudad a pueblo cuando en tiempos en los que se hace lo contrario?
—Lo que más eché de menos al principio fue la vida cultural, que allí hay más, pero después, cuando acabas viviendo en este pueblo, ves todo lo que hay. Quien diga que no hay actividades aquí me parece que es que no está en la onda, porque es una pasada lo que hay en este pueblo. De todos modos, yo siempre venía a Cuéllar; tengo familia aquí, mis veranos y vacaciones largas me las pasaba en Cuéllar, así que no era nada nuevo para mí. Lo único que pasó a ser una estancia continuada.
— ¿Y cómo es ser propietaria de una pequeña tienda de barrio cuando proliferan las grandes superficies?
—Yo a veces defino la tienda de barrio como una especie en peligro de extinción. ¿Cómo se lleva? Pues luchando e intentando poner precios asequibles. No puedo poner precios que compitan con grandes superficies pero lo suplo con atención y ser más cercana que en una gran superficie. Yo hago entregas a domicilio, sobre todo a raíz de la pandemia. La gente puede venir perfectamente, elegir lo que quiere, que hay gente más reacia a hacerlo por teléfono. Yo les pongo todo tipo de facilidades, que es lo que puedo hacer, porque no puedo comprar grandes cantidades para que me salgan más baratas, me es imposible. Así que lo suplo de otras maneras.
— Entonces cuando llega la noticia de que se va a implantar otra gran superficie en Cuéllar, ¿cómo te lo tomas?
—En broma digo que tendré que ir preparando el currículum y echarlo (ríe). ¡Espero que no! Sinceramente, yo no me puedo quejar. Mi tienda me da para vivir, rica no me voy a hacer así, pero no tengo deudas y puedo permitirme ciertas cosas cuando me apetece; vivo tranquilamente. La suerte es que local es mío; otra cosa sería que tuviera que pagar una renta, como pasó hace años y empezaron las crisis. Sé que si tuviera que pagar una renta de este local yo ya no estaría aquí, lo tengo muy claro.
— Hay gente mayor, como hemos visto, que seguro que te prefiere a ti antes que a una gran superficie.
—Si se pueden mover, aquí los tengo, les preparo el pedido y se lo llevo. Les gusta ver lo que compran. Yo estoy agradecida a todos, al que me compra el pan o una botella de agua, se lo agradezco a todos porque vivo de ellos.
— ¿Qué tipo de clientes tienes?
—De todo. Mayoritariamente es gente del barrio, pero vienen de los barrios de abajo una vez a la semana, e incluso gente de los pueblos que me ha descubierto recientemente. Gente de Bahabón o Viloria, aquí vienen.
— Hablábamos antes de tu vuelta al pueblo y vivimos un éxodo rural que no cesa. ¿Qué les dirías a los jóvenes para que se queden?
—En cuanto a solicitar trabajo en alguna empresa quizá sea más difícil, pero todos los que tengan un emprendimiento y ganas de hacer algo, tienen muchísimas opciones. Teletrabajar es posible y tienes todas las facilidades para instalarte. Es lógico que los jóvenes vean la oportunidad de volar al irse a la universidad, pero la vida que se tiene aquí… yo no la cambio por nada, lo tengo todo aquí: calidad de vida, libertad de horario, actividades, Valladolid y Segovia cerca… Si nos metemos en conseguir vivienda, sí que habría que cambiar el chip y facilitar las cosas si queremos que la gente se quede.
— Estás muy involucrada en la vida local, ¿en qué participas?
—¡La lista es grande! Vine a Cuéllar y empecé en el Club Triatlón, y ahora estoy en el Baloncesto Cuéllar. Me gusta el deporte y aquí hay muchas opciones. Estoy en un club de lectura que tengo algo abandonado, ¡que me perdonen las chicas! Estoy en el Cineclub Arrebato y formo parte de la junta de la Coral Cuellarana; cantar es una actividad que me gusta mucho, hay muy buen rollo, y he descubierto que me alivia y relaja muchísimo. Soy de la Asociación de Vecinos del Barrio de San Gil, fui de su junta, y ahora también estoy en la lista electoral de IU. En todo lo que participo pretendo conseguir cosas para Cuéllar, porque se puede. Si se quieren conseguir cosas, no puedes dejar que otros lo hagan por ti, y se puede participar de muchas maneras. Hay que ser activos, no solo vale con pagar una cuota, hay que implicarse, cada uno a su nivel y cuando se puede.
— ¿Cómo ves el futuro de tu tienda?
—Espero poder jubilarme en esta tienda. Siempre soy positiva y espero rematar mi vida laboral aquí. Depende de que la gente siga viniendo y contando conmigo.
