José María Vallejo recuerda perfectamente que era un niño de corta edad cuando comenzaron a construirse, “hace ya casi 70 años” las casas bajas del hoy barrio de La Albuera, conocidas como “La Colonia”, que en realidad forman parte de dos promociones públicas de viviendas unifamiliares o dos colonias, la de ‘El Peñascal’ y la de ‘Pascual Marín’, ambas proyectadas a partir de la segunda mitad de los años cuarenta del siglo pasado.
Vallejo cuenta, muy cerca de donde se encuentra un viejo ciruelo urbano, en la confluencia entre la calle Pintor Herrera y la calle de Ávila, que, por supuesto, las casas vinieron antes que todo lo demás, incluyendo los dos centros educativos ubicados en este punto, el Colegio El Peñascal y el IES ‘María Moliner’. De hecho, afirma que en parte del espacio que hoy ocupa el primero estaba lo que los chavales del barrio —vivía entonces con su familia en la calle del Parque– llamaban “la charcona”, donde tomaban baños en verano.
Al menos un 15% de los propietarios a los que la Obra Sindical del Hogar adjudicó las parcelas de “La Colonia” construyeron las viviendas con sus propias manos, según estima Manuel Sesma Sanz en su libro ‘El Nuevo espacio periférico de Segovia’—, casi todas con patio y algunas hasta corral, pues Vallejo recuerda que muchas familias tenían gallinas y había quien también conejos e incluso algún cerdo para la matanza.
El presidente de la Asociación de Vecinos de La Albuera, José Luis Labrador, que ha vivido en el barrio desde pequeño (cuando estaba soltero en la calle del Pintor Herrera, en plena ‘Colonia’), señala asimismo esa práctica de economía de subsistencia familiar que explica muy bien como la conciencia de barrio nació desde la propia convivencia vecinal. El hecho de que esos ‘colonos’ procedieran en su mayoría de pueblos de la provincia que llegaban a la capital para prosperar explica también que en sus calles, al principio sin asfaltar, plantaran hasta árboles frutales y todavía se conservan algunos como un manzano, al menos un peral y varios ciruelos. De entonces viene la costumbre de cuidar del árbol de enfrente y de plantar en los alcorques flores (sobre todo rosales pero también tulipanes, lirios, gladiolos, malvas reales, lilas, celindas…) y arbustos de hierbas aromáticas (cantueso, salvia, romero, lavanda…) que todavía mantienen unos pocos vecinos.

Otra vecina, Felicitas, que lleva en el barrio más de 50 años, cuenta que ‘La Colonia’ ha cambiado mucho. No hay nada más que ver como han proliferado auténticas mansiones de dos alturas en los últimos años donde antes había casitas humildes, “porque los mayores se van muriendo y los hijos venden las casas”. Por eso tiene más mérito la resistencia en el cuidado de estos parterres ajardinados en plena vía pública, donde el Ayuntamiento cuenta con “vecinos colaboradores”, en palabras del edil de Medio Ambiente, Ángel Galindo.
Felicitas lo resume así: los vecinos siempre han cuidado ‘su’ árbol, que es de todos, “con todo su amor”, regándolo cuando el calor aprieta y la falta de lluvia, como estos últimos meses, pone en riesgo a las plantas más débiles.
Precisamente, la Concejalía de Medio Ambiente ha anunciado esta semana que parte de los fondos del proyecto ‘Espacios de oportunidad: Acueductos de biodiversidad’, financiado con fondos europeos, se destinará a “recuperación de los alcorques y microespacios verdes” en esta zona del barrio de La Albuera, instalando, por ejemplo, el riego por goteo, lo que sin duda aliviará a los vecinos jardineros.

Mobiliario urbano superviviente
La Albuera ha crecido en varias etapas y en las décadas de los sesenta y setenta pasó de tener viviendas unifamiliares a incorporar bloques residenciales. Así surgieron plazas y espacios entre edificios, en su mayoría propiedad de las comunidades de propietarios. A diferencia de lo ocurrido en otras zonas de la ciudad con las zonas comunes ajardinadas en urbanizaciones residenciales, de uso exclusivo para residentes, en este barrio casi todas son de acceso público y algunas están muy bien cuidadas por jardineros profesionales pero también en algún caso por vecinos jubilados.
Es en estos patios particulares pero de libre acceso donde sobreviven algunos ejemplos de mobiliario urbano obsoleto, procedente de donaciones de la desaparecida Caja de Ahorros de Segovia, que hasta tiene una plaza en el barrio a su nombre. Desde la Asociación de Vecinos de La Albuera, su presidente, José Luis Labrador, explica que ante las quejas de algunas personas por el mal estado de bancos o papeleras, “hicimos gestiones pero no es competencia municipal; correspondería a la entidad bancaria retirar lo que está en mal estado”. Pero, de momento, la entidad heredera de la Caja no se ha dado por aludida.

Desde el Ayuntamiento se ha producido en los últimos años una renovación importante de papeleras, y en menor medida también de bancos, en toda la ciudad, también en La Albuera. Curiosamente, en plazas situadas en los bloques de ladrillo visto construidos entre las calles de Santa Teresa de Jesús y Alfonso VI, tras incorporar las nuevas papeleras, los vecinos han restaurado los viejos bancos de la Caja de Ahorros, limpiándolos y pintándolos hasta dejarlos como nuevos, una experiencia de reutilización que puede servir de ejemplo en otras zonas y en otros barrios.
Mención aparte merecen los bancos cilíndricos de granito repartidos por toda la Colonia ‘Pascual Marín’, que tienen una antigüedad que ronda los 40 años.
Sobre estos bancos, normalmente ubicados de dos en dos junto a un árbol o alcorque, se han sentado varias generaciones, porque como dice Felicitas, una vecina, en este barrio, aunque no lo parezca, hay cuestas “y nos vienen muy bien”.

