Cómo definiría el actual momento que vive la hermandad?
La HOAC no es ajena al estado de los movimientos y organizaciones eclesiales. El valor de la militancia y del asociacionismo no se potencia en nuestra cultura y tratamos de dar respuesta a este problema. Actualmente tenemos 1.200 militantes y queremos acercarnos a personas que aunque después no sean militantes de la hermandad, quieran plantearse la posibilidad plausible y sensata de colaborar con nosotros, y estamos en esa pelea. Es importante que se nos considere gente seria, razonable, cabal y comprometida, pero también generadora de ilusión y de expectativas. La gente quiere además de escuchar buenas palabras, pasar el algodón de si son creíbles, por eso tenemos el reto de transparentar quiénes somos y que es lo que queremos. El Papa Francisco radica su éxito en el poso de credibilidad que generan sus palabras, y eso es algo muy importante, porque hoy la sociedad todo lo que no puede tocar no es creíble.
Desde la HOAC, ¿Cómo se plantea el desarrollo de la pastoral obrera en un mundo muy ideologizado como es el laboral?
Para la HOAC eso no es nuevo en su historia. De hecho, su fundación procede del interés por acercar la Iglesia a los trabajadores que no querían saber nada de la fe, intentando buscar la compatibilidad de la ideología con la opción de fe. Ha habido sindicatos como CCOO que no pueden entenderse sin la HOAC, porque en sus comienzos hubo militantes de la hermandad, y ello prueba que son perfectamente compatibles y necesarias la posición de fe como el compromiso político o sindical. No se puede ser cristiano sin tener una inquietud social y un compromiso posterior. Si te confiesas creyente, hay que generar el reino de Dios desde la realidad del día a día , y eso no se hace como un francotirador, sino actuando con la gente, en organizaciones y plataformas desde las que poder mostrar actitudes y formas de vivir.
En este tiempo, la hermandad ha conseguido mantener una equidistancia con los sindicatos de clase y los partidos políticos. ¿Cómo se consigue mantener el equilibrio?
El equilibrio se consigue teniendo clara cuál es nuestra identidad y la prioridad. No somos una organización social o política, somos un movimiento de la iglesia destinado a evangelizar, somos trabajadores que vivimos con gente trabajadora y que partimos de la fe para intentar transformar las realidades y las injusticias. No somos partidistas, estamos llamados a estar en los lugares donde están la gente, y a participar en la vida de la gente; por eso podemos trabajar en la medida que tengamos un campo de juego en el que poder hacerlo. No somos sectarios ni partidistas, pero esta tampoco es una posición cómoda porque nos obliga a caminar con tiento, sabiendo que nos van a llover palos de los dos lados, pero a la vez nos permite favorecer el diálogo entre la Iglesia y el Mundo Obrero, porque es imprescindible para alcanzar un acuerdo.
¿Cómo valora la actual relación entre la Iglesia y el mundo obrero?
Queremos y aspiramos a que sea mejor. Ha habido años malos, donde la Iglesia o buena parte de ella no ha dado prioridad al diálogo y los movimientos políticos y sindicales tampoco encontraba sentido a dialogar con la Iglesia porque no estaba muy bien visto. Este es un fenómeno claramente español, porque en otras partes de Europa no sucede; y es un prejuicio que hay que superar. Desde hace unos años, la necesidad de apertura de la Iglesia ha jugado un papel importante, por eso ha abierto los oídos al sufrimiento de la gente y a las organizaciones que nacen de la gente para combatir su sufrimiento. Ahora encontramos oídos predispuestos a escucharnos, y eso es algo que nos congratula a todos.
La sociedad percibe en este momento mensajes contrapuestos sobre el momento económico y social que van desde los anuncios de recuperación hasta el aumento de la pobreza. ¿Dónde está el mensaje real?
Creo que es cierto que hay menos paro, que las variables económicas que manejan los economistas van a mejor, pero también es cierto que hay personas que no perciben ninguna prestación y que el 95% del empleo es precario. Se puede hacer un discurso u otro con unos datos que no son mentira, pero lo importante es saber qué es lo que queremos mirar y desde que punto queremos hacerlo. Si miramos la realidad desde los ojos de los pobres, hay que ponerse en su situación, y la cosa está muy mal tanto en el presente como en el futuro posible.
La evolución del desempleo hará que pasen 15 o 20 años hasta recuperar los niveles de empleo de antes de la crisis, por lo que la fascinación de que la cosa va a cambiar en cuatro días no es verdad. Las realidades de pobreza no van a aguantar 20 años, por lo que los cristianos no nos podemos hacer trampas y tenemos que mirar la realidad de los hermanos que sufren y las perspectivas de futuro que tienen.
