No han salido las cosas como todos hubiésemos querido para la Gimnástica Segoviana en los últimos partidos. Especialmente el del Cacereño, donde el equipo perdió por 1-5 en una goleada en contra no vista en La Albuera desde los años 80. Claro, que peor fue el 1-9 de la temporada 48-49 contra el Plus Ultra, para más INRI, el germen del filial del Real Madrid.
Se puede perder, sin duda, pero hacerlo de determinada manera, duele. Los del Atleti y la Segoviana (¿verdad, señor Renedo?), de esto sabemos un poco. Y duele en días especiales, con un sol espléndido y con 2.000 personas en el campo, a algunas de las cuales, poco fieles, hubiera venido bien enganchar con una victoria importante.
Pero estas cosas pasan y lo difícil es gestionarlas correctamente. Y, desde luego, tras el error de Carmona, la situación era especialmente difícil. Pero, a partir de ese momento, lo que yo vi fue un equipo que no dejó de luchar, un equipo que no perdió la fe y hasta un equipo que, con un jugador menos y dos goles en contra, tuvo paciencia para meterse en el partido a unos 25 minutos del final.
En ese momento, el exceso de ímpetu y las ganas desmedidas provocaron en el equipo un cierto descontrol de la razón que le llevó a precipitarse en un nuevo error que le costaría el partido con el 1-3.
Y, en esa situación en que te van cayendo goles, en que lo más habitual es dejarte llevar por la frustración y asumir comportamientos de riesgo, yo vi un equipo honesto que luchó con deportividad exquisita hasta el último minuto y un entrenador que no bajó la intensidad en ningún momento y que no paró de animar a sus jugadores.
Estas cosas pueden pasar, pero lo difícil es reaccionar correctamente a ellas y la Gimnástica Segoviana demostró su integridad. Más que decepcionado, yo estoy orgulloso de ser seguidor de este equipo.
