Desde el mirador de Las Lomas, en Cuéllar, se contempla toda la extensión del Mar de Pinares por la provincia de Segovia. La sensación de mar se acentúa los días de neblina matinal porque la bruma sobre los bosques de pinos termina fundiéndose con los más lejanos encinares hasta llegar a la misma falda de la sierra. Desde aquí se adivina toda la provincia, desde los límites de Somosierra, y La Pinilla más allá, hasta la zona de El Espinar donde el perfil de las montañas va acercándose a la provincia de Ávila. Parecen tierras totalmente verdes y pobladas de bosques. La realidad no es así pero este mirador ofrece una buena perspectiva sobre la repoblación medieval que fue levantando núcleos de población aquí y allá, asentando pobladores en medio de los bosques de pinos, carrascas y sabinas.
Paseo por aquí al tiempo que escucho las noticias sobre los incendios de esta primavera en el Levante, en Asturias, en Los Pirineos…¡Y solo estamos en abril! Nuestro Mar de Pinares es una zona apenas castigada por los incendios, hasta ahora. Reúne una serie de circunstancias que favorecen su conservación. Buena parte de los pinares son de propiedad pública, con cuidados y explotación controlada. Todavía mantienen ciertos aprovechamientos forestales, lo que redunda en el interés por su cuidado. Son zonas llanas, más fáciles de vigilar, controlar y de atajar los fuegos en su fase inicial.
Sigo ensimismado en el horizonte y de pronto me cruza un pensamiento como un rayo por la cabeza. “Todo esto un día arderá”. Siento un escalofrío llegado casi desde el futuro.
Cada vez hay menos población y los montes se cuidan menos. Apenas hay ganado que pastoree y controle el crecimiento asalvajado de la masa forestal. Los montes particulares no tienen un rendimiento económico y, por tanto, están descuidados y sin limpiar. Hay grandes zonas que parecen selvas impenetrables por las marañas del sotobosque y los árboles caídos. El suelo está completamente seco esta primavera, tras largos meses de lluvias inferiores a la media.
Cada año vemos incendios más terribles en los lugares menos pensados. Todo está cambiando y ahora nos hablan de los incendios de sexta generación, los que se extienden de forma rápida e intensa creando su propio microclima por las altísimas temperaturas que desarrollan. No se pueden apagar, solo hay que pensar en salvar vidas. Nada más. Y esperar que cambien las condiciones meteorológicas.
Ya nadie duda de que estos incendios están relacionados con el cambio climático y con la responsabilidad humana. Pero no escuchamos que se tomen medidas tras cada nueva oleada de incendios. No se incrementa la prevención, ni los plantillas ni el tiempo de trabajo. No se limpian los bosques más expuestos o amenazados. Nuestro gobierno autonómico se cruza de brazos y mira para otro lado. Además cínicamente quería arreglarlo con un concierto de caridad para los damnificados de de la Sierra de la Culebra. Ni siquiera han sido capaces de organizarlo.
Pero el mayor problema es que seguimos viviendo como si no pasara nada…nosotros que vivimos en una zona esteparia, camino de una futura desertización. Plantamos y regamos productos exportables como si no hubiera un mañana. Así estamos exportando a Suecia la escasa agua que tenemos, a precio de ganga.
Mientras tanto las arenas de nuestro Mar de Pinares cada vez están más secas. Los pinos negrales se quejan de la escasez de las lluvias y dan muestras de estar llegando al límite en su adaptación al nuevo ecosistema que se está creando. No olvidemos que han crecido sobre un mar de arena y si la capa freática desciende se quedan en la nada absoluta.
Sopla el viento en el mirador de Las lomas y sigo escuchando una voz que viene de lejos, de un tiempo futuro. “Todo esto un día arderá”. No sabemos cuándo, pero si seguimos por este camino no hay duda de que nos quedaremos sin estos bosques que han visto pasar muchas generaciones y que son nuestro único cobijo. Habrá más avisos. Aún estamos a tiempo.
