No pretendo hacer una crónica de todos los eventos que hemos tenido, con procesiones, vigilias… solo mencionar la procesión del lunes por ser una nueva cofradía; en este es su segundo año, tuvieron una gran asistencia de parroquianos. Quiero analizar estos días sin pretender criticar, solo reflexionar.
En la Semana Santa recordamos los últimos días de Jesús en la Tierra: la entrada en Jerusalén, la última cena, su pasión, su muerte y, sobre todo, su Resurreción, piedra angular de nuestra fe. Después de cuarenta días de preparación, son momentos de cambio, de reflexión, de analizar nuestro propio comportamiento. ¿Qué hacemos? Para los que profesan otras religiones, son días de vacaciones, un parón en su trabajo. Para los cristianos, son días especiales. Muchos se preparan en las bandas durante días, otros portan sus pasos. ¿Qué les mueve a hacer esto? No lo sé, cada uno tendrá sus propias motivaciones (puede que incluso no sean de tipo religioso). Me consta que en la junta de cofradías hay un grupo de personas muy comprometidas que acuden a todos los actos y hacen una labor digna de resaltar. Recordemos que las procesiones, a excepción de la del Domingo de Ramos, no tienen carácter litúrgico. Con lo cual, sin la voluntad de todos estos feligreses, no habría procesiones. Si yo quisiera mejorar algo, pediría mayor participación por parte de las cofradías en la misa del Domingo de Resurrección para darle a esta celebración la importancia que realmente tiene. Portan sus pasos, pero no celebran la eucaristía del día más grande de nuestra iglesia.
Ha habido momentos muy bonitos en estos días, pero me quedo con uno en concreto, uno que me llenó de alegría. Fue el vivido en la vigilia del sábado con el bautizo de Julia, una niña de nueve años. Oírla pedir el bautismo y responder a las preguntas del sacerdote provocó en mí un momento de júbilo. Pero, sobre todo, lo que más me impactó fue ver su cara de felicidad. Puede que hayamos perdido la felicidad de ser cristianos, de pertenecer a una comunidad. Puede que, aunque procesionemos y vayamos a las misas, no tengamos en nuestros corazones el verdadero sentido de nuestra fe. Quizás tendríamos que acercarnos a Dios con la mirada de un niño para experimentar esa alegría que pude contemplar en el rostro de Julia. Quizás busquemos en las cosas materiales lo que nos falta para ser felices y no valoremos lo que tenemos, lo que de pequeños nos enseñaron nuestros padres y abuelos.
Es importante recordar que la Semana Santa es un momento de reflexión y cambio, no solo durante los días de la celebración, sino también en nuestra vida diaria. Podemos llevar el espíritu de la Semana Santa más allá de estos días al aplicar los valores cristianos en nuestras interacciones diarias. Podemos tratar a los demás con amor y compasión, ser pacientes y perdonar a aquellos que nos han lastimado, y trabajar por la justicia y la paz en nuestro mundo. De esta manera, podemos seguir el ejemplo de Jesús y vivir nuestras vidas de una manera que refleje nuestros valores cristianos y traiga luz y esperanza a aquellos que nos rodean.
