El pasado 1 de abril, día de la acción ‘Revuelta de la España vaciada: No queremos ser tierra de sacrificio’, organizada por CODINSE, la coordinadora para el desarrollo integral del Nordeste de Segovia, junto a las asociaciones de la Red Ambientalista Segoviana (RAS) fue el día escogido por las asociaciones ambientalistas segovianas para reunirse con la Plataforma contra la Mina en el Nordeste Segoviano y manifestarse conjuntamente en la plaza de Duruelo, uno de los seis pueblos afectados por la mina de cuarzo (Duruelo, Cerezo de Abajo, Cerezo de Arriba, Castillejo de Mesleón, Barbolla y Sotillo).
El proyecto salió a información pública el 1 de marzo y cogió por sorpresa a la población que se unió rápidamente en una decidida oposición a la pretendida mina. El área, situado entre Sepúlveda, Pedraza y Riaza vive de la agricultura, ganadería y el turismo. Por ello, exponen que “se quedaría gravemente impactada” por la mina a cielo abierto. El proyecto prevé la explotación de 1.658 ha, casi íntegramente campos de cultivo, durante 30 años prorrogables.
La RAS también denuncia los “graves impactos” que la mina tendría en los ríos Duratón, Serrano y Cerezuelo, en la flora y la fauna, los paisajes y la microtopografía de la región, así como las “molestias” para los habitantes de los pueblos (la mina mantendría una distancia de solamente 40 metros de sus casas).
La RAS dice, además que “el ruido y el polvo causados durante las excavaciones y el transporte de 80.000toneladas de cuarzo anuales a través de caminos rurales y carreteras comarcales, hasta la planta de clasificación y lavado que se situaría en Barbolla”.
Entre los demás temas debatidos por las asociaciones de la RAS destaca la “nefasta gestión” de residuos urbanos en la provincia que tiene colmatado el vertedero de Los Huertos, un “fracaso administrativo” que por un lado “repercute en mayor coste” para los ciudadanos y por otro, “paradójicamente, en mayor beneficio para la empresa gestora”.
Además, la recarga de El Carracillo en la Tierra de Pinares, que desvía agua del río Cega para “satisfacer el enorme consumo hídrico de los cultivos de fresa, convirtiendo a muchas comarcas de la campiña segoviana en mares de plástico”.
