No me digan que no vieron nunca una película de género policíaco donde los unos y los otros, o al contrario, buscaban la posibilidad de ganar la partida (batalla) y para ello utilizaban los sistemas más sofisticados para saber más del otro. Vamos que los chips formaban parte inexcusable del ‘lío’ entre aquellos y estos (o al contrario).
Iniciado el camino para casar piezas y mejor entender ‘desenrollo’ lo siguiente.
Quiero creer que el personal ‘futbolero’ estará ‘enterao’ de las nuevas ideas que los organismos que controlan, envuelven, organizan… el fútbol, van a llevar a la práctica para mejorar ‘la lucha de clases’ (entiéndase también como ‘liarla’ entre aficiones), pues pretenden colocar un chip –o ‘persona’ similar-, en el balón para que éste, que es el ‘tonto’ de la película porque admite patadas de todos los ‘colores’ y no pone ni una queja, defina, rápida y claramente a través de un chip:
– Si hubo fuera de juego en el gol.
– Si el jugador había comido adobo con picante.
– Si el futbolista implicado le había pegado con saña o excesiva fuerza.
Recibida la ‘nota’ en el centro de recepción del ‘correo’ implicará, puede que sí o puede que no:
– Cambio de balón por omitir nombre completo del jugador.
– Expulsión del futbolista por agresión al esférico.
– Árbitro a la nevera tres semanas por falta de protección al protagonista del encuentro: el balón con chip.
– Gol anulado vaya-usted-a-saber-por-qué.
Considero, por lo expuesto, que el campo de implantación del chip se extienda a todos y cada uno de los jugadores, al ‘cuerpo’ arbitral, a los delegados de los equipos… y que toda la información generada llegue, en tiempo real, a los móviles de los aficionados presentes en el campo.
