EL DEPORTE EN LA GRANJA
El segundo foco de difusión del deporte hacia la ciudad de Segovia y hacia el resto de la provincia fue La Granja de San Ildefonso, donde la Corte acudía verano tras verano. Creo, sin embargo, que no conviene magnificar una influencia que en un principio no alcanzó demasiada proyección popular ya que algunos de los deportes que allí se practicaron no siempre traspasaron los estrechos límites del Real Sitio. Es más, aunque el palacio que Felipe II mandó construir en Valsaín tenía un juego de pelota, y aunque Felipe V y Luis I hicieron acondicionar terrenos para practicar el juego del mallo y el juego de la argolla en los jardines de La Granja, ni con aquel ni con estos llegaron a rebasar dichos deportes los límites de la propia residencia palaciega.
De los siguientes monarcas no conocemos otras aficiones deportivas que la caza, y por algunos testimonios escritos que nos han llegado, podemos asegurar que, bien metidos ya en el siglo XIX, la práctica deportiva era cosa casi exclusiva de los extranjeros residentes en el Real Sitio. La Tempestad, un semanario satírico segoviano, en una de sus crónicas sobre La Granja, publicaba el siguiente comentario en el número correspondiente al 5 de septiembre de 1880: “… No hay otro entretenimiento que estarse mirando a las damas, unas a otros y a los hombres aburriéndose entre si…” Los juegos propios del campo, el lawn-tenis y el crocket se presencian cuando algún extranjero los utiliza. Entonces los admiramos embobados, hasta tal punto, que un amigo nuestro exclamaba hace días ante semejante espectáculo: Los españoles mirando cómo se divierten los franceses en España”.
Con quienes el deporte moderno desbordo , el ámbito palaciego fue con la infanta Isabel y con Alfonso XIII. Doña Isabel más conocida por el apodo cariñoso de La Chata, practicaba asiduamente el excursionismo y la caza, favoreció las más diversas pruebas deportivas asistiendo a ellas y concediendo trofeos para los vencedores de las mismas y consiguió unir voluntades entre las personas jóvenes de su círculo, como el conde Albiz y el marqués de Valcárcel, para que prepararan un campo de tiro de pichón, que se alzó dentro de la posesión real denominada Casa de la Mata y que pudo ser inaugurado en 1901. Con Alfonso XIII, el más deportista de los monarcas españoles, fueron muchos los deportes que se practicaron en La Granja. Iniciado muy pronto en la caza, la pesca, el tiro, la hípica y la navegación, tras su matrimonio con una inglesa se aficionó a deportes típicamente británicos como el golf, el tenis y el polo. Y como en La Granja sólo existía el ya citado campo de tiro de pichón, preparado para la infanta Isabel, cuando la presencia del joven monarca comenzó a ser asidua, a partir del verano de 1906, tanto en aquel como en la Pradera del Hospital hubieron de improvisarse instalaciones provisionales para que pudiera practicar aquellos deportes, compitiendo con personajes de su séquito.
Al golf jugaba con su esposa, el duque de Santo Mauro, el conde del Puerto, con el capitán Borbón y con Mr. Glendining, médico de la reina y experto golfista, y aunque su afición duró poco tiempo, fue suficiente para “ir logrando su propósito de atraer adeptos a este saludable ejercicio al que ya no juegan solamente SS. MM, y sus acompañantes sino que por las tardes suelen organizarse también partidas entre las personas de la colonia veraniega”, como escribía un periodista de la revista Mundo Nuevo.

Así pues, la gente veía jugar, aprendía y acababa jugando.
La afición que mostró hacia el tenis fue más duradera, y aunque los partidos que disputaba, en horario de mañana y amenizados con música, más que una actividad deportiva fueron pretexto para animadas reuniones sociales en tomo a la reina Victoria, asidua espectadora de los mismos, también contribuyó a extender el deporte de la raqueta entre otros veraneantes, especialmente jóvenes y mujeres, e incluso sirvió de estímulo para que se preparara una pista fija en Prados, donde las familias de los marqueses de Castelar y de los condes de Adanero solían recibir a otras residentes en el Real Sitio.
Pero el deporte que por aquellos años atrajo de verdad al monarca, que era un entusiasta de los caballos, fue el polo, al que jugaba con aristócratas y altos funcionarios de la real casa como los duques de Alba y Arión, los marqueses de Narros y Viana, los condes del Real y de Cimera y el barón de Cottu, conocido sportman francés. No debía ser buen jugador pero practicaba en cualquier sitio, incluso en los jardines de palacio, hizo traer caballos de Argentina y, en 1908, contrató los servicios de un entrenador inglés para que perfeccionara su técnica por lo que, a la vista de tales muestras de afición, aquel mismo año se construyó el campo que todavía perdura.
Paulatinamente, desde el reducido círculo cortesano en el que se inició, el deporte se fue extendiendo a todos los que formaban la colonia veraniega, especialmente a partir de 1916, cuando se creó la Sociedad de Iniciativas de La Granja, una asociación en la que predominaron los aristócratas -su primer presidente fue el marqués de Monteagudo-, y cuyo principal, y casi único, objetivo era organizar actividades deportivas que animaran e hicieran grata la estancia de todos cuantos veraneaban en el Real Sitio.
Su presentación pública tuvo lugar en junio de aquel año con la organización de una Semana Deportiva, en la que hubo concursos de tiro de pichón los días 26, 28 y 30; encuentros de polo los días 27 y 29, y partidas de bridge todas las noches en el casino Blas Club, inaugurado también por entonces.

Una de las realizaciones más notables de aquella sociedad de elegantes fue la creación de un Club Campestre, en el que se trazaron hasta cinco courts de tenis, y al que acudía “el todo La Granja” para contemplar los partidos en los que caballeros y damas, en diferentes categorías de edad y en las modalidades de singles, dobles y parejas mixtas, se disputaban copas donadas por las más distinguidas personalidades, incluidos el rey, la infanta Isabel, la duquesa de la Victoria o los marqueses de Portago.

Durante el invierno, muchos de aquellos personajes pasaban también algunas temporadas en La Granja dedicándose a esquiar en Navacerrada, en las pendientes que llevaban a la venta de los Mosquitos y aún en Peñalara, “cuya nieve -como puede leerse en el relato de uno de aquellos deportistas escrito en 1918-, guarda tanta diferencia con la que estamos acostumbrados a pisar en Navacerrada y sus contornos como la que existe entre un rolls y una carretilla de mano”.
La presencia en la Sociedad de Iniciativas de sportmen afiliados a agrupaciones deportivas madrileñas también contribuyó a que en el Real Sitio se siguiera lo que se hacía en la capital de España. Así sucedió, por ejemplo, con la carrera de side-cars que, a propuesta del motorista Miguel Lliviría, se disputó en julio de 1916 sobre el conocido circuito Villalba, Segovia, La Granja, Villalba, seguido exactamente salvo en el punto de partida y llegada que estuvo, lógicamente, en La Granja.
La academia de artillería
El tercer foco de difusión de actividades deportivas, y posiblemente el de mayor importancia para el desarrollo del deporte en la capital, fue Academia de Artillería, creada a partir del colegio que fundara Carlos III en el siglo XVIII y cuyos alumnos, desde su constitución en 1868, tuvieron que cursar gimnasia, esgrima y equitación como asignaturas. Además de esto, se dio la circunstancia de que entre los cadetes, por su status social, elevado, y por su procedencia, prácticamente todos los lugares de España, siempre hubo buenos amateurs de deportes como el skí, el motorismo, el ciclismo, el football, el tennis o el atletismo en sus diversas modalidades, los practicaban y, de ese modo, los difundían.
El primer partido de fútbol jugado en Segovia que he podido documentar es el que enfrentó a un equipo de alumnos de la Academia con otro formado por aspirantes a serlo. Ocurría aquello en 1907, pero la costumbre debía datar de años antes ya que un periódico local hace una reseña hablan do del partido del domingo pero sin decir que fuera el primero, sino como algo habitual. El equipo de fútbol de la Academia logró consolidarse a pesar de los cambios de promociones y en abril de 1911 acudió a Bilbao para participar en el campeonato de España, con la copa donada por S. M. el Rey en disputa; y aunque en la capital vasca se enfrentó al Bilbao Foot Ball Club, perdiendo 2-1, el equipo y, sobre todo, su guardameta Ardanaz, causaron buena impresión a los críticos deporti vos. Así escribía el del Noticiero Bilbaíno: “…El equipo de Segovia es muy fuerte, bastante más de lo que nos habíamos imaginado, y está bien entrenado. Fueron muy aplaudidos durante el match, pues se saben combinar perfectamente y tienen un juego de velocidad muy bonito. Es de admirar en ellos el haberse decidido a luchar con equipos tan fuertes como los que se presentan en este Campeonato, y en esta ocasión han quedado a gran altura”. Los elogios que el periódico La Gaceta del Norte dedica al goalkeeper Ardanaz rayan en el admirativo absoluto: “La nota culminante del partido fue el guardameta de los artilleros. El público se rompió las manos aplaudiéndole toda la tarde. Hizo cosas prodigiosas, salidas habilísimas, boleas muy seguras, rechazos de gran maestro. Le shootaron innumerables veces pero todo era inútil. Sólo en una arrancada de Ochandiano consiguió apuntarse un goal el Bilbao y ello entrando casi en la red con la pelota…”
En la Academia de Artillería fue asimismo donde se celebraron las primeras competiciones atléticas. Ocurrió así. Como en 191 O se había inaugurado el Monumento a los Héroes del 2 de mayo, las autoridades militares, deseando solemnizar la fiesta del año siguiente -1911 -, organizaron un programa de actividades deportivas que incluía partido de fútbol entre cadetes y aspirantes, carrera ciclista sobre 4.500 m, concursos de salto de altura sin carrera, salto de altura con carrera, salto de pértiga y carrera de 100 metros lisos. La prueba ciclista fue ganada por el señor Correa que tardó 1 O minutos y 3 8 segundos; en los concursos de salto de altura sin y con carrera, ganaron los señores Montero y Octavio de Toledo, que saltaron 1,45 m y 1,75 m; en la prueba de pértiga fueron dos cadetes, señores Montero y Márquez, quienes recibieron el primer premio al saltar 2, 72 m y no pudiendo desempatar pues aquella era la altura máxima que tenía el saltómetro utilizado, mientras que la carrera de 100 m lisos no pudo celebrarse por no haberse presentado corredores.
Cuando la modestia de aquellas primeras demostraciones pudo ser superada, fue a partir de 1913, año en que por iniciativa de Francisco Ortega, a la sazón Coronel Director de la institución, se fundó la Sociedad de Sports de Academia de Artillería, que contó con secciones de equitación, gimnasia, esgrima, lawn-tennis, foot-ball y esquí. Podían inscribirse en ella cadetes y oficiales y su acto de presentación, celebrado el 16 de febrero de aquel año, fue un notable concurso hípico en el que participaron 24 alumnos y que fue presenciado por numeroso público.
La Sociedad de Sports era independiente de la Academia de Artillería en lo económico, pero la institución, que deseaba potenciar el deporte como respuesta a los deseos manifestados por el rey de que las academias militares dedicaran la máxima atención a los ejercicios físicos, asumió la construcción de una pista de cemento de 300 metros cuadrados para skating y el acondicionamiento de un court para lawn-tenis en la huerta de la Academia, así como el trazado de un campo de fútbol con medidas reglamentarias en el polígono de Baterías. Este último pronto se convirtió en punto de reunión para segovianos de toda clase y condición que, domingo tras domingo y sin que los factores climáticos importasen, comenzaron a subir hasta él para presenciar los encuentros que allí se celebraban, jalear a los jugadores y grabar en sus memorias los menores incidentes del juego que luego comentaban en el taller o en la taberna durante toda la semana.
Otros proyectos de la Academia de Artillería y de su Sociedad de Sports fueron la construcción de un campo de golf, de una piscina para la práctica de la natación y de un tobogán, pero no llegaron a realizarse.
Como contrapartida a las facilidades brindadas por la Academia, la Sociedad de Sports colaboraba con la institución en la organización de pruebas que daban espectáculo a fiestas como las del 2 de mayo, Santa Bárbara, onomástica del rey o fin de curso.
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(*) Del libro El deporte en Segovia. Memoria de un siglo.
