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Carta elegida al azar del diario de una viuda

por Ángel Gracia Ruiz
3 de marzo de 2023
en Tribuna
ANGEL GRACIA
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Los lunes de San Nicolás

Puedes besar a la novia

Sin pagar, ni pedir perdón

Querido Luis: Aquí estoy de nuevo. Te veo tan bien, tan guapo, tan luminoso, allá arriba… Mírame a mí. Hecha una vieja. Llena de achaques. Tengo muchas ganas de juntarme de nuevo contigo. Cada día más. Aquí ya está todo vivido. Sigo saliendo con Pili, Julita y las demás y hemos vuelto a viajar, pero no es lo mismo. Ayer estuvimos en un concierto de la Filarmónica, en el Juan Bravo. ¡Cuánto habrías disfrutado! Cada nota, una lágrima por ti; cada movimiento, un gemido sordo de dolor por tu recuerdo; cada tema, un suspiro ahogado por tu ausencia. Y es que, ¡te echo tanto de menos!

Nos están poniendo las cosas difíciles, Luis. Sobre todo, desde que ocurrió la peste esta. Están cerrando los bancos. Lo tengo que hacer todo por internet y, aunque se me da mucho mejor que a ti, me siento un poco patosa. Prefiero hablar con la gente y mirar a los ojos. Presentar una solicitud, se ha convertido en misión imposible. Tengo que echar mano de tus nietas y, Anita, tu ojito derecho, ¿sabes lo que me dijo ayer?: “¡Hija, abuela eres tonta!”. ¡Hija!, me dice, ¿qué te parece? Me dolió mucho, Luis. Sabes que nunca he sido tonta. Es cierto que ahora se me cansa la vista cuando leo un rato y se me va a la atención sin darme cuenta y tengo que releer las cosas un par veces. Pero, ¿tonta yo? ¡Después de que la hemos criado juntos! Bueno, yo la crié, tú la malcriaste y luego pasa lo que pasa, ¿o no? Lo que no pudiste disfrutar de tus hijos lo volcaste en tus nietas. Y es que, ahora su madre dice que es la mejor amiga de su hija. ¿Has escuchado semejante bobada alguna vez? Una madre es una madre, no una amiga.

Menos mal que me dejaste todo arreglado. Luisito cumplió con precisión las instrucciones que le diste justo antes de marchar. Los bancos, mi pensión y ese seguro médico que no quería ni a sol ni a sombra. A mí me gusta lo público pero, como siempre en estas cosas, tengo que darte la razón. La Seguridad Social ya no funciona y no me ha quedado más remedio que claudicar. ¡Parecía que me habías dejado tanto! y ahora, llego justita a fin de mes. ¡Ni te imaginas cómo ha subido todo!

No sé por qué discutías a todas horas con el niño. Sois igualitos. Es un sol. Bueno, ya es todo un señor, pero siempre será mi niño. Le va muy bien en la vida. Solo que Montse le tiene sorbido el seso con la educación de las pequeñas. ¿Te acuerdas cómo, cuando salíamos los viernes a cenar con la pandilla, con tan solo siete años, se hacía cargo de sus hermanas y de coger los avisos? ¿Y, de cuando iba al colegio solito con su hermana de la mano? Eso ahora sería un delito.

No termino de ajustarme, Luis. Desde que me puse las vacunas esas, no remato. Ya te dije que yo no quería, pero tus hijos me volvieron la cabeza loca. Y las amigas, ¡qué presión! Al final, me planté y me enfadé con todos ellos. Dije que la tercera, por encima de mi cadáver y que de la cuarta no había nada que hablar. Estuvieron un tiempo sin dirigirme la palabra. En unos días volvió la calma, como siempre ocurre después de toda tormenta. Acuérdate de que, cuando nos encerraron, te conté que yo seguía saliendo todos los días a dar mi paseíto con una bolsita vacía de la compra en la mano. De todos modos, ¿quién se iba a atrever a poner una multa a una vieja como yo?

Aunque me muero por verte, por otro lado, me alegro de que no estés aquí. Esto no te iba a gustar nada. No lo reconocerías. Si ya despotricabas entonces contra los sinvergüenzas de los políticos, no sé lo que harías en este momento. Estos, que van de feministoides, ahora se gastan nuestro dinero en putas y cocaína y aquí no pasa nada. Sueltan a la calle a los violadores y, la lista ministra hacedora del entuerto, sigue ‘ministreando’. Se llevan la pasta y, si no es para ellos, ya no es delito. A la sedición la llaman desórdenes públicos. Las concesiones se las dan a sus amigos, a dedo. Los niños pueden cambiar de sexo sin autorización de los padres. La educación se ha convertido en un adoctrinamiento. Se han cargado a las empresas pequeñas. Ahora la mayoría son funcionarios que comen de su mano. A quien disiente, lo llaman facha. Y a quien no consiente, machista o feminista. Se han inventado una guerra inexistente entre hombres y mujeres. Nos han enfrentado, como enemigos acérrimos porque, obligatoriamente, tienes que ser lo uno o lo otro, cuando aquí lo único que debe primar es algo tan sencillo como el respeto. Tú ya sabes Luis que pocas han defendido con tanto ardor como yo los derechos de las mujeres. En el instituto y en todos los ámbitos de la vida. Me he matado a trabajar y he sacado a los niños adelante, sin decir ni pío. Tú trabajabas fuera, más que yo. Y además, ¡qué coña!, a mí se me daba mejor la casa. Tú siempre has sido un desastre. Pero jamás he odiado a los hombres por pertenecer a un género.

El otro día subí al Eroski a hacer la compra (tu hijo me quiere quitar el coche, dice que cualquier día me estampo contra un árbol) y, ¿sabes lo que me encontré?: un cartel enorme a la entrada de Segovia que decía: “Segovia no es machista”. ¡Menuda estupidez! ¡Claro que no es machista!, como tampoco es imbécil y no es necesario airearlo colgando un cartel que diga “Segovia no es imbécil”.
¿Tú sabes lo que me enamoró de ti, Luis? Cuando, en aquel primer encuentro, al intentar salir de aquel seiscientos blanco que tenías, tú ya me habías abierto la puerta y me esperabas en la acera con el paraguas desplegado para que la lluvia no estropeara mi pelo. Entonces, pensé: “Este es un hombre, un hombre de verdad”. Y desde aquel día, no nos separamos jamás.

Sé que hay cosas de las que digo que no le gusta escuchar a la gente, que piensan que estoy anticuada pero, ¿sabes lo que les digo? Pues aquella frase que repetía mi madre cuando ya le quedaba poco tiempo de vida: “Para lo que me queda en este convento, me cago dentro”.

Espero verte pronto, Luis. No tengo ningún miedo a la muerte, todo lo contrario y, ya me estoy empezando a hartar de todo esto. Con mi amor, tu querida esposa.

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Edición digital del periódico decano de la prensa de Segovia, fundado en 1901 por Rufino Cano de Rueda

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