Cuando comenzó la operación de la comunidad internacional para acabar con los enfrentamientos en Libia y, si era posible, sacar del poder a Muamar el Gadafi, parecía que el camino sería de rosas.
Sin embargo, el rumbo se ha ido torciendo con el paso del tiempo, en gran parte por la nula voluntad del dictador de renunciar a su liderazgo, y por los numerosos fieles que aún le respaldan.
La misión, que en un principio no se esperaba que durara demasiado, se está alargando y ya nadie se atreve a pronosticar una fecha de finalización. Ante la espinosa coyuntura, han surgido roces entre los diversos actores: unos prefieren mantener el ritmo natural de los acontecimientos, mientras que otros demandan una mayor intensidad en el esfuerzo y los restantes desean no mojarse.
Esta idea quedó ilustrada ayer de una manera perfecta gracias a las diversas reuniones que se produjeron y a las numerosas opiniones que se conocieron.
Por un lado, los países de la OTAN se comprometieron a estar en Libia todo el tiempo que se requiera para proteger a la población civil y dotarla de los recursos necesarios, pero desoyeron por el momento los claros llamamientos de Francia, el Reino Unido y las autoridades militares de la propia Alianza para aumentar los efectivos bélicos.
Las delegaciones de Londres y París reclamaron en la reunión de ministros de Exteriores que se celebra hasta hoy en Berlín más aviones para atacar objetivos terrestres del férreo régimen del veterano coronel.
Su solicitud la respaldaron los mandos militares de la Alianza, que reconocieron que querrían ver más aviones participando en los bombardeos.
Sin embargo, la petición ha sido por ahora inútil, pues no se ha recibido ninguna oferta concreta de las naciones, según confesó el secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen.
Quien también expresó un firme compromiso con la misión fue Estados Unidos. Su secretaria de Estado, Hillary Clinton, aseveró que el país apoyará con contundencia las operaciones en Libia hasta que los esfuerzos provoquen la caída de Gadafi.
Aunque desde que la Alianza Atlántica tomó el mando, los norteamericanos han pasado a un segundo plano, la política demócrata quiso dejar claro que esta circunstancia no ha mermado ni un ápice su respaldo. Además, la veterana dirigente instó a conservar la unidad en la OTAN, puesto que el dictador está «probando la determinación» de las fuerzas de la comunidad internacional, y no se puede ceder.
Sin embargo, en otra reunión paralela celebrada en El Cairo se extrajeron conclusiones muy distintas. En ella participaron mandatarios de la ONU, liderada por su secretario general, Ban-Ki moon, de la Unión Europea, de la Liga Árabe, de la Unión Africana y de la Organización para la Conferencia Islámica.
En el encuentro, se subrayó la necesidad de alcanzar un alto el fuego en Libia y de comenzar con rapidez un proceso de diálogo entre los bandos implicados.
«Estamos preocupados por la escalada de violencia y las víctimas civiles, hay que acabar con el derramamiento de sangre», destacó el máximo dirigente de la ONU.
En definitiva, y aunque los diversos actores consideran de forma común que el régimen ha perdido su legitimidad, no hay acuerdo sobre el modo de solucionar el turbio conflicto.
Por supuesto, los combates en Libia continuaron un día más y hubo que lamentar bastantes bajas. En Misrata, por ejemplo, fallecieron 23 personas por los enfrentamientos, cinco de las cuales eran egipcias.
La OTAN bombardeó tres ciudades del país, entre ellas la capital, Trípoli. Después de los ataques, Muamar el Gadafi se paseó en un todoterreno descapotable por las calles de la capital para demostrar que no tiene miedo y que le apoya un amplio sector del pueblo, pues numerosos partidarios se acercaron de inmediato a él para jalearle y recitar un rosario de eslóganes a su favor.
España reafirma su papel en la misión.- El Gobierno español tiene muy claro que quiere seguir ayudando en la misión de la comunidad internacional que tiene como principal objetivo el retorno de la paz a Libia.
Por ello, la titular de Defensa, Carme Chacón, se reunió ayer con los altos mandos del ramo y anunció que la participación nacional en la zona de exclusión aérea en el país norteafricana se prorrogará dos meses más, hasta el 22 de junio, siempre que lo apruebe el Consejo de Ministros y, luego, la Comisión de Defensa del Congreso.
De hecho, la idea es que el colectivo trasladado por el Ejecutivo asuma incluso una nueva función humanitaria si lo considera oportuno la ONU. Eso sí, el Gabinete no se plantea incrementar sus medios militares en el proyecto, ni tampoco desarrollar acciones de ataque contra las fuerzas de Muamar el Gadafi.
La jornada estuvo marcada, como ya se esperaba, por las crecientes disensiones que están surgiendo entre los diferentes miembros de la OTAN, el organismo encargado de liderar las operaciones. Al respecto, la ministra de Exteriores, Trinidad Jiménez, reconoció que la misión de la Alianza Atlántica tiene «un alcance limitado», pero recalcó que es necesaria y que el mandato de la ONU «no permite ir más allá». La política socialista, por otro lado, avanzó que el Gobierno ya se encuentra estudiando cómo se podría permitir jurídicamente que el Consejo Nacional de Transición libio usara los fondos del dictador congelados en España.
