Es habitual asociar el deporte con una visión de masculinidad, fuerza y competitividad. Incluso a veces se ha asociado como un instrumento para fortalecer el espíritu de la raza humana y el reflejo de los valores de una nación. Por esta razón, las mujeres han estado tanto tiempo alejadas de su práctica en competiciones regladas.
Sin embargo, a raíz de la declaración del jugador checo del Getafe, Jakub Jankto, se plantea la incidencia del colectivo homosexual en el deporte, más en concreto en el profesional y en el fútbol. Una declaración muy aplaudida tanto por otros deportistas y la ciudadanía en general. Según las últimas estadísticas realizadas por Ipsos, el 6% de la población europea pertenece a este colectivo, lo que significa que 267 de los 4.453 deportistas de alto nivel registrados en el CSD son homosexuales y 3.100 habitantes de la capital segoviana formarían parte del grupo LGTBI, entre los que también habría deportistas.
Hacer una declaración en público sobre su condición sexual por parte de los deportistas de élite es una consecuencia positiva de los cambios en la mentalidad de los ciudadanos. Sin embargo, también estas loables decisiones tienen sus contrapartidas. Los compañeros, los directivos, la prensa y los aficionados empiezan a ver a esa persona como diferente y, probablemente, sin las competencias que, como se ha comentado al comienzo de este texto, se asocian con los atributos relacionados con la virilidad.
Llamar mariquita al jugador ‘blando’ es un comentario muy escuchado en los terrenos de juego, lo que indica que todavía no hay suficiente educación. Por tanto, lo que pueda ocurrir a raíz de una declaración de este tipo puede ser imprevisible. Espero que todo aquel que tome una decisión como la de Jakub no solo le libere personalmente sino que le ayude a no verse desplazado en su entorno.
